Perdidos en sus laberintos
“Construir con amplitud y generosidad una fuerza política para enfrentar a Milei” (De Axel Kicillof)
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Si nos atuviéramos a las estadísticas anuales, en la provincia de Buenos Aires la inseguridad mata a unos 800 ciudadanos por año. No se sabe a ciencia cierta a cuántos y en qué condiciones deja heridos. Si esa cifra se divide por 12 meses, el resultado daría unos 66 bonaerenses asesinados por mes. Casi sería un empate con los peores índices mensuales que supo tener hasta ayer nomás Rosario por la incontrolable actividad del narcotráfico. Sin embargo, se difunden menos casos porque ya a los bonaerenses ni siquiera les queda ánimo para subir tanta tragedia a las redes o comunicarla a los medios periodísticos.
Algunos jubilados, que tendrían todo el derecho de sentarse en la vereda con sus vecinos a conversar y percibir cierto alivio del calor al atardecer, andan empuñando armas tratando de salvar lo poco que les va quedando de patrimonio y dignidad. ¿Qué hace por ellos Axel Kicillof en su segundo mandato como gobernador? Nada. Está dedicado a “construir con amplitud y generosidad una fuerza política para enfrentar a Milei”. Todo muy pertinente, porque hay que tratar de atornillarse al poder y, por ser joven, tiene más chances de llegar a la presidencia de la Nación que muchos otros que están en la misma actividad, pero ya peinan demasiadas canas y han perdido muchas oportunidades por sus propias defecciones.
¿Con quiénes intenta armar ese frente antimileísta? Sí, con los mismos intendentes kirchneristas en cuyos distritos la vida no vale nada y cada ciudadano está librado a su destino. No deja de ser una suerte constatar que en el predio que ocupó el Italpark en la Capital Federal no quedó ni un solo vestigio de aquellos juegos que divirtieron a varias generaciones. Porque, a veces pareciera que la dirigencia política quedó atrapada en aquel desafiante Laberinto de Cristal, del que se salía con mucho esfuerzo después de chocar con paneles de vidrio que ponían ansioso hasta al más calmo.
Ningún colectivo político, porque no son partidos en sí, tiene actividad interna y mucho menos elecciones serias, parece estar por estos días perdido en aquel Laberinto de Cristal. Y los ciudadanos, que anhelan soluciones a problemas reales, miran ese ajeno festival políticos como quien esperaba en la salida del juego ver la cara del perdedor frente a tanto panel de vidrio que le había confirmado que la destreza para resolver desafíos suele ser un atributo de muy pocos
