Perdón, Jesús
“Pegarle a los laburantes dos días antes de Navidad es de garca, lo haga quien lo haga” (De Juan Grabois)
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Que se insulten la intendenta quilmeña con licencia y actual diputada provincial Mayra Mendoza con el diputado nacional piqueteril Juan Grabois podría ser interpretado como un episodio más de la saga de vendettas intraperonistas, si no fuera porque, en el último encontronazo, se usó la Navidad como excusa y al niño Jesús como referí. Herejía.
“Pegarle a los laburantes dos días antes de Navidad es de garca, lo haga quien lo haga”, acusó Juancito en referencia al tole tole que se armó entre “trapitos” y policías en Quilmes. Seguramente no quiso decir eso, porque sería como avalar que hay días en el calendario más propicios que otros para que los fajen.
A ese brulote, Mayra le respondió con otro: en el audio de la pelea entre ambos, que ella misma se encargó de difundir, le advierte que “no se necesita fomentar la violencia cuando se ofrece orden y poder tener un trabajo formal”. O sea, guardemos la violencia para otro momento.
Está comprobado que la ira nunca es buena consejera y que, aun estando en calma, hay mensajes que nos envía el cerebro que la boca debería frenar.
Le pasó al ministro Hernán Lorenzino cuando, presionado por una periodista extranjera para que revelara cuál era el verdadero índice inflacionario, su niño interior le hizo decir: “Me quiero ir”. Y se fue nomás, dejando a la colega más perdida que garrapata en un peluche.
Mucho la criticaron a Beatriz Rojkés, la exesposa de José Alperovich, condenado por 9 hechos de abuso sexual y recientemente casado en su prisión domiciliaria de Puerto Madero con la ex Gran Hermano Marianela Mirra. Perdón, querido lector. Me fui de tema, pero ¡qué tema!. Beatricita no debe haber querido humillar a uno de los damnificados por las inundaciones de 2015 en Tucumán cuando este le reprochó que ella viviera en una mansión. “¡Yo tengo 10 mansiones, no una, y estoy acá. Yo podría estar en mi mansión ahora, pedazo de animal, vago de miércoles!”, le dijo. Era obvio que trataba de demostrarle cuán lejos pudo llegar ella con dignísimos esfuerzos.
Le costó carísimo al entonces secretario de Transporte Juan Palo Schiavi -condenado por administración fraudulenta en perjuicio de la administración pública y estrago culposo agravado por las 51 muertes en la estación ferroviaria de Once- haber dicho que “si esto [la tragedia] hubiera ocurrido un feriado, hubiese sido una cosa mucho menor”. Tremenda deducción que, otra vez, pasó sin filtro –y sin sensibilidad alguna- del cerebro a la lengua.
No solo la ira nos lleva a decir semejantes cosas. Pretender ser gracioso no es para cualquiera. “En el fondo, a todas las mujeres les gusta que le digan cosas, aunque les digan ‘qué lindo culo que tenés’”, se despachó Mauricio Macri al opinar sobre los piropos en el pico del debate social sobre el tema. Más que falto de sentido de la oportunidad, fue un sinsentido.
Para no seguir cargando las tintas sobre estos personajes, querido lector, hagamos el ejercicio de rastrear alguna barbaridad de nuestra propia autoría. No tenga miedo. Le cuento una mía: en medio de una reunión de trabajo tensa, en la que se me exigían precisiones sobre cómo había dispuesto cubrir una nota, respondí: “Ya designé a dos personas y a un fotógrafo”. Debí haber dicho “dos redactores y un fotógrafo”. Todavía me lo facturan mis amigos de la Canon y la Nikon.








