Prioridades de la educación en la pandemia
En este contexto, la necesidad es cuidar a los más pequeños y a los más vulnerables
Gobernar es priorizar. Optar. En el contexto de la pandemia del COVID 19 los gobiernos están más que nunca expuestos a opciones indeseables. Dilemas. Generalmente con información insuficiente y escenarios muy cambiantes. Pero si las prioridades no se establecen de manera explícita a partir de fundamentos, emergen de factores aleatorios y los más débiles suelen resultar perjudicados. Distintas alternativas están ante nuestros ojos.
Priorizar a los chicos. El interés superior del niño, niña y adolescente frente a otros derechos e intereses igualmente legítimos es un principio inscripto en nuestra legislación. Un derecho fundamental es el de la educación, que fue afectado por la pandemia. El cierre prolongado de 2020 implicó el abandono de la escuela de casi un millón y medio de chicos. Para los que continuaron, los aprendizajes se deterioraron fuertemente pese al esfuerzo de docentes y familias.
Un relevamiento del Ministerio de Educación de la CABA en marzo de este año muestra que, según los docentes de 3er grado, la mitad de sus alumnos no puede escribir por sí mismos, capacidad esperable en esa instancia de la escolaridad. Puede imaginarse que la situación en el resto del país sea igual o más crítica. Estos son los primeros indicios de una verdadera catástrofe, que los organismos internacionales vienen señalando para el mundo entero pero que, en nuestro país, por la situación educativa preexistente y la pobreza del 60% de los niños, adquiere ribetes más críticos. Derechos básicos de los niños se juegan en el acceso y la continuidad de su educación.
Priorizar la educación presencial. Muchos países decidieron interrumpir la asistencia a clases ante el incremento de los contagios. Pero el costo del cierre es tan alto que esta decisión debe ser tomada de manera excepcional. Según recomendaciones de la OMS, la educación debe ser lo último en cerrarse, incluso en contextos de recrudecimiento de los contagios, y lo primero en abrirse. La escuela no sólo es fundamental para el aprendizaje, la socialización y la alimentación, sino también para cuidar a los chicos y para enseñarles a cuidarse y cuidar a los otros.
Priorizar la evidencia. En un contexto cambiante, donde la vida está en juego, es indispensable tomar decisiones informadas. Los datos presentados esta semana por el Ministerio de Educación Nacional muestran que las escuelas son un lugar de muy baja transmisión del virus (1% para los docentes y 0,1% para los estudiantes). Sin embargo, esta situación puede modificarse con el incremento de los contagios. Según un documento de 2020 de la Sociedad Argentina de Pediatría, el riesgo más alto de transmisión en las escuelas se daría cuando los casos nuevos cada 100 mil habitantes en los últimos 14 días es superior a los 200. Actualmente en CABA esta cifra llegaría a los 1.127 casos, con valores similares en el Gran Buenos Aires (GBA).
Priorizar a los chicos más vulnerables y más pequeños. En situaciones restrictivas como las que imponen los protocolos es indispensable focalizar en los grupos especialmente vulnerables, como los estudiantes que perdieron el vínculo remoto, con situaciones de aprendizaje más comprometidas, con algún tipo de discapacidad, con vulneración de derechos, o con ambos padres comprometidos en trabajos esenciales.
También es preciso ponderar según grupos etarios. Para la mayoría de los estudiantes de la educación básica las clases vía internet son complejas por la insuficiencia de conectividad y dispositivos, pero también porque faltan formación y práctica para sacar el mayor rédito posible de esta modalidad. Pero los niños más pequeños necesitan ir a la escuela más que el resto. Sus tiempos de concentración son reducidos y requieren de un cuidado más activo por parte de adultos, mayoritariamente de las mujeres, con el impacto negativo que esto supone para su inserción laboral. Además, los pequeños son quienes menos se contagian y suelen vivir más cerca de la escuela, por lo cual el riesgo en el traslado es menor que en el nivel secundario. El nivel inicial y el primer ciclo de la educación primaria deberían por lo tanto ser priorizados.
Para los estudiantes de los últimos años de la educación primaria y la secundaria, podrían pensarse diversos tipos de actividades, a través de internet, material impreso, audios o actividades que promuevan el aprendizaje individual o entre pares, con menos instancias de presencialidad. El primer año de la secundaria exige, sin embargo, un cuidado especial para prevenir el abandono.
Priorizar contenidos. Todas las provincias han jerarquizado contenidos y los han traducido en materiales para docentes y estudiantes. Sin embargo, han sido poco utilizados. En las aulas la reorganización curricular es difícil de concretar. Las materias especiales en primaria, las 13 materias en la secundaria (incluso las efemérides) continuaron teniendo el mismo espacio que antes de la pandemia. Este contexto crítico puede ser una oportunidad para centrarse en los saberes fundamentales y, en pos de ellos, propiciar el trabajo entre docentes.
Priorizar a los docentes. Por el rol esencial que tienen en la educación, los docentes son piezas fundamentales de este esfuerzo. La UNESCO recomienda que se encuentren entre los primeros en ser vacunados: según los países están en el primero, el segundo o el tercer lugar. También deberían ser priorizados en la distribución de computadoras o el transporte. Y deberían contar con acompañamiento por parte del personal técnico, los directores o sus propios colegas, con instancias para la reflexión colectiva sobre la enseñanza en un contexto tan difícil.
La pandemia tuvo un gran efecto revelador: dejó al descubierto los enormes desafíos pendientes del sistema educativo, que arrastramos desde hace décadas. En definitiva, desnudó que la educación hace tiempo que no es una prioridad genuina. Esto nos está llevando a debatir como nunca sobre el tema. Es crucial que esta conversación se extienda más allá de esta situación extraordinaria. Aprovechemos la ocasión para que la educación pública esté en el centro de la agenda de gobierno y para encontrar mejores soluciones para los viejos y los nuevos problemas.