¿Qué más decir sobre Marx?
Cuando termina el año del bicentenario de su nacimiento, se renuevan lecturas y preguntas sobre una obra que oscila entre lo clásico y lo contemporáneo
Este año se festejó en todo el mundo el bicentenario del nacimiento de Karl Marx, acompañado por reediciones de sus obras, nuevas biografías, simposios, actos conmemorativos y artículos académicos y periodísticos. Pareciera que la caída del Muro de Berlín, a casi tres décadas, ha logrado conjurar su figura luego de haber sido por más de un siglo el estandarte de los movimientos revolucionarios. Hoy podemos hablar abiertamente de Marx porque parece inofensivo. Esto mismo posibilitó una lectura de su obra más distanciada de las identificaciones políticas. En la medida en que también se terminaron los monopolios sobre las interpretaciones legítimas o canónicas, y pasado un tiempo de escepticismo, pudieron retomarse sus trabajos no ya en busca del Marx profeta, para retomar una expresión de J. Schumpeter, ni del Marx "verdadero", sino del Marx de carne y hueso que fue un maestro de la crítica a su tiempo y al que puede considerárselo como un clásico.
El lugar de clásico podría suponer, paradójicamente, un certificado de defunción al potencial crítico del pensamiento de Marx, acercándolo a una especie de pieza de museo que despierta un interés histórico pero sin movilizar grandes pasiones. A lo sumo cierta nostalgia. Pero en ciencias sociales la figura del clásico supone una forma de actualidad. Es verdad que implica también cierta veneración, pero no por encerrar verdades eternas, sino por el aura épica que rodea todo acto fundacional: el de haber iniciado nuevas claves interpretativas que aún nos alimentan. Clásico, entonces, es quien puede seguir estimulando nuevos pensamientos a partir de preguntas formuladas desde nuestro propio tiempo. Pero nótese que las respuestas siempre dependen de nosotros y de nuestras preguntas, no están inmediatamente en el autor. Entonces, el lugar del clásico no es el de la revelación, sino el del diálogo. Y el diálogo es un fluir: no es repetición de lo mismo, sino el surgimiento de algo nuevo. Por eso la obra de Marx aparece como una multiplicación de sus obras (ahora en plural), en las que con cada nueva lectura se expresan nuevas conjugaciones, nuevas inquietudes y nuevas respuestas. En ellas pueden entrar a dialogar Spinoza, Nietzsche, Freud, de Beauvoir, Arendt... Ninguna es la verdad de Marx, y sin embargo todas son válidas en la medida en que nos ayudan a comprender nuestro presente y nos obligan a ir incluso más allá de Marx. Lo que lo convierte en clásico son las virtualidades que se hallan dentro de su obra y que se actualizan en el encuentro con nuevas lecturas y nuevas problemáticas.
¿Pero restringirlo a las ciencias sociales no es una forma de disecarlo, de mantenerlo en el reducido ambiente de los debates académicos? Esta pregunta encierra la trampa de separar el mundo académico del mundo de las luchas "reales". Separación que el propio Marx hizo añicos. Pero dejando ese debate de lado por ahora, sí es posible afirmar que las mismas razones para considerarlo un clásico en ciencias sociales son las que lo actualizan en el terreno de las luchas políticas. Lo que sucede es que para que ese diálogo del que hablamos sea posible, tiene que haber un terreno común, debe interpelarnos de alguna manera. Lo que inicia Marx es un pensamiento desnaturalizador de toda esencia humana, que se aboca a la tarea de comprender las lógicas del funcionamiento del capitalismo y del carácter endógeno de sus crisis, que se interroga por el lugar de los conflictos y de las prácticas dentro de la historia, y que se ancla en una dimensión ética a través de la explotación como categoría económica pero también como experiencia concreta del sufrimiento humano. Desde ya que el capitalismo se ha transformado. Pero frente a la globalización financiera, la ampliación de los mercados a cada vez más áreas de la existencia, las resistencias que esto genera, las crisis que continúan reincidiendo periódicamente, el surgimiento de nuevas luchas y de nuevas formas de explotación, aquellos núcleos problemáticos siguen siendo los que interpelan y que, de nuevo, son actualizados por nuevos movimientos que ya no tienen como protagonista privilegiado al obrero industrial. Desde el feminismo y el ecologismo, pasando por los economistas heterodoxos y las experiencias de gobiernos progresistas, hasta los movimientos poscoloniales, de campesinos y de pueblos originarios, todos continúan siendo atravesados por dichas problemáticas y vuelven sobre el viejo Marx para ofrecer nuevas versiones de él. No se trata de decir algo más acerca de Marx, sino de continuar dialogando con él.
El autor es docente e investigador en el Idaes/Unsam
Pablo Figueiro