Reseñas. Alack Sinner, de Muñoz & Sampayo
El duro que vino de la historieta
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El pesado tomo de 700 páginas que reúne todas las historias del policía, detective privado y después taxista Alack Sinner tiene la contundencia de una Biblia. El alivio es la cara en blanco y negro de Sinner (“pecador” en inglés), veterano rubio, casi albino, que muestra en su rostro las marcas de una vida dura, pero al que el dibujante José Muñoz retrata con afecto y fidelidad.
Cuando crearon su ahora famosa historieta, a mediados de los años setenta, tanto Muñoz como Carlos Sampayo eran exiliados. Después de conversar mucho sobre autores de serie negra que admiraban (Raymond Chandler, Ross MacDonald, James Cain), decidieron que el proyecto encajara en la “nueva historieta” que se difundía con éxito y potencia a través de publicaciones “cultas” como las revistas Linus en Italia y Charlie en Francia. El formato permitía audacias y experimentos tanto narrativos como estéticos.
Sólo el primer episodio, “Conversando con Joe”, se adapta por única vez a un tamaño de cuadros grandes (para el que estaba pensado inicialmente). A partir de allí, el cómic pasó de dos a tres tiras, con algunos alargues panorámicos. La calidad gráfica y plástica de Muñoz es casi prepotente. A medida que corre el libro los cuadros se van llenando de interiores y exteriores de Nueva York, con una salsa multiétnica, sonora (líneas de rock o de jazz), que sostiene la línea argumental. Lo hacen con hazañas casi barrocas que aprovechan el blanco y negro, y que recuerdan tanto los trazos del artista alemán George Grosz como la plástica popular latinoamericana.
Al principio el relato cumple con los lugares comunes de la Serie Negra (relaciones chirriantes con la policía, mujeres encontradas y perdidas, visión pesimista del tejido social), incluso en los títulos de los capítulos: “El caso Webster”, “El caso Fillmore”. A partir del largo capítulo “Viet blues”, sin embargo, la historieta empieza a abarcar tonos y temas sin ningún límite, incluso de género. La vida de Alack Sinner se cruza con mujeres de peso: la negra Enfer, la polaca y pecosa Sophie. La principal, sin duda, fue la hija, Cheryl, que debe su nombre a un tema de Charlie Parker y protagoniza un largo capítulo donde no niega haber matado a un hombre, aunque tampoco lo confirma.
Otros episodios describen con minucia y delicadeza la relación de Sinner con su padre o proponen un homenaje a la Guerra Civil Española. Las escenas de amor y sexo están recorridas por silencios y delicadezas. Un capítulo de nombre canchero, “La vida no es una historieta, baby”, incluye como personajes a los propios Muñoz y Sampayo, en una época y unas revistas donde era frecuente la idealización autobiográfica de “los artistas”.
Ahora que la totalidad de la trayectoria de Sinner puede hallarse en un único tomo, sus autores sienten que de algún modo la presencia del personaje ha alcanzado un cierre. Ellos mismos han incursionado en otros álbumes, no sólo por las vidas de algunos personajes secundarios de la serie como protagonistas. También bucearon por una Argentina pasada, en la que desplegaron un homenaje a Cortázar y un extenso álbum, de gran densidad narrativa, sobre Carlos Gardel.
Lo que más impresiona visualmente al recorrer Alack Sinner son los cambios del rostro del protagonista, dotado de una gestualidad personal para prepararse un desayuno, peinarse, batirse a puñetazos y, sobre todo, ir envejeciendo. Muñoz se ha esmerado en pintarlo casi anciano en “El caso USA”, un capítulo final que abarca como una telaraña todo lo que sucede en el volumen. Los propios Muñoz y Sampayo han ido madurando a la par de su creación y ya no les parece un gesto de debilidad culminar la saga con Sinner abuelo, mimando a su nieta, mientras dos de los malos de siempre se burlan de él en segundo plano.
ALACK SINNER. Muñoz &Sampayo,Salamandra 702 páginas. $ 595







