Retrato fragmentario de familia
Pero mirar hacia el cielo, guste o no, es mirar el pasado. Es el lugar que nos interesa, aun con el deseo de aplicar toda la física para decodificar, como Hawking, el fin del universo: terminó por descubrir el principio", reflexiona Nicolás, el narrador de El pasado del cielo, la novela de Luis Mey. A pesar de su pasión por la astronomía, Nicolás parece haber atendido al consejo de su padre: "A veces uno se la pasa buscando estrellas y no sabe el nombre del vecino". Por eso el libro plasma un microcosmos familiar y barrial ensamblado en forma desordenada.
Un viaje a Luján en 1988, cuando el protagonista tenía ocho años; la mudanza de la casa de su infancia para irse a vivir solo; su trabajo en un observatorio danés; una escapada en el Chevy paterno con un hermano y dos amigos a los catorce años; una promesa de iniciación sexual con una vecina que concluye en venganza; las mentiras de su amigo Ramiro; anécdotas sobre su amigo Pablo, "que se hacía pegar por cualquiera" y cuyo padre, un ex combatiente de las Malvinas, quedó perturbado mentalmente.
En este conglomerado de recuerdos, personajes y situaciones hay tres elementos que le dan cohesión al libro: el Chevy, la madre y el padre del narrador. El auto interviene como un coprotagonista que adquiere valor simbólico y afectivo considerable para Nicolás. La madre ofrece una imagen antagónica del padre, en perpetua contradicción con él: "Todo lo que te dijo tu padre: hacelo al revés. Te lo pido yo". Ella es la presencia más tangible y cercana en un hogar donde no hay mucha comunicación: "Hablar de sexo y del desarrollo del cuerpo, en casa, era más o tan difícil como hablar de dinero".
La figura del padre se consolida desde su ausencia en un retrato sin concesiones. Su costumbre de juntar recortes, heredada por el hijo, funciona como metáfora de la visión fragmentaria que éste tiene de su vida, reflejada en la organización de la novela: "Mis recortes son del cielo, de lo que dice Pablo, de lo que escuché en el teléfono de la oficina de la pensión que un hijo le decía a su padre mientras hablaban de norte a sur".
A través de unas cartas, Nicolás descubre que su padre tenía una amante. Por ese rumbo asoma una historia que aglutina relatos dispersos y deja, hacia el final, una sensación de catarsis. Una aceptación de la incertidumbre inherente a la existencia humana: "La naturaleza sin el hombre no tiene dudas. No tiene preguntas. Solamente sucede". En cierto sentido, el protagonista experimenta una telemaquia personal vinculada a las inesperadas consecuencias del amor secreto de su padre. Este proceso le permite pasar de la adolescencia a la madurez y lo impulsa a salir de su estancamiento espiritual y afectivo para conseguir una liberación emocional.
EL PASADO DEL CIELO
Por Luis Mey
Seix Barral
286 páginas
$ 219