Simon Wiesenthal : justicia, justicia perseguirás
La captura de Adolf Eichmann lo convirtió en el más célebre "cazador de nazis" y, aunque para algunos su rol en ese y otros secuestros fue sobrevaluado, la tenaz determinación con que persiguió a los responsables del genocidio alcanzó estatus de leyenda
Fue una postal la que inició todo aquello. Era el año 1954; la postal se la había enviado un amigo que luego de la guerra se había ido a vivir a la Argentina. Decía: "Vi a ese cerdo sucio Eichmann... Vive cerca de Buenos Aires y trabaja para una compañía de aguas". Simon Wiesenthal la dio vuelta y quedó con la mirada fija, incrédulo. Había estado esperando eso durante nueve años.
Simon Wiesenthal murió esta semana, a los 96 años, apaciblemente, mientras dormía. Es un privilegio que no le fue dado a muchos de sus contemporáneos. Wiesenthal pertenecía a una generación de judíos europeos diezmada por la "solución final", en la que once millones de personas fueron exterminadas, seis millones de ellas judías. Y si el horror de tal genocidio, más que agudizarse, se diluye con cifras tan inmensas, considérese que Simon Wiesenthal perdió 89 miembros de su familia en el Holocausto. Entre ellos su madre, a quien el joven arquitecto vio cuando la llevaban a su ejecución.
Pero él sobrevivió. Y cuando el campo de la muerte en el que estuvo encarcelado fue liberado, Wiesenthal -como tantas víctimas del nazismo- se dedicó a rastrear a los responsables. A la cabeza de su lista estaba Adolf Eichmann.
Las experiencias de Simón Wiesenthal y Adolf Eichmann son como imágenes en el espejo de aquel tiempo terrible. Eichmann era el "administrador del Transporte" responsable de la logística de la exterminación de millones de personas. Era el hombre a cargo de los trenes que iban a los campos de la muerte en Polonia y llevó a cabo sus deberes con considerable celo. Se sabe que a menudo alardeaba de haber enviado personalmente a más de cinco millones de judíos a la muerte en sus trenes.
Simon Wiesenthal fue el objeto del proceso del que Eichmann era autor. Fue enviado por primera vez a un campo de concentración en 1941, en las afueras de Lvov, en Ucrania. Fue el primero de una docena de campamentos nazis en los que estuvo prisionero, siendo cinco de ellos campos de la muerte, según dice su sitio en la red. En octubre de 1943 escapó del campo Ostbahn justo antes de que los alemanes comenzaran a matar a todos los prisioneros. Fue recapturado en junio de 1944 y enviado a Janwska, pero escapó a la muerte cuando los guardias de la SS retrocedieron con sus prisioneros hacia el oeste, huyendo del Ejército Rojo. En mayo de 1945 se encontraba en el campo de la muerte de Mauthausen en Austria cuando llegaron las fuerzas estadounidenses. Wiesenthal pesaba sólo cuarenta kilos cuando fue liberado. Lloró de soledad ante sus liberadores y luego les dictó una lista de 91 nombres de oficiales del campo, más de 70 de los cuales luego rastreó y logró encontrar.
Al terminar la guerra, Eichmann se ocultó en un monasterio católico en Italia. Wiesenthal decidió dedicar "unos años" a buscar justicia y se enroló para trabajar con los aliados en la recolección de evidencias de crímenes de guerra. En 1947, cuando Eichmann huyó a América del Sur usando un nombre falso, Wiesenthal creó el Centro Judío de Documentación en Lidz, para reunir evidencias para juicios futuros. "Consideraba que la tarea que me había impuesto era sagrada", escribió más tarde. "Y mayor determinación tuve cuanto más descubrí acerca de los abusos sufridos por los judíos".
Ese año la esposa de Eichmann trató de conseguir que se declarara muerto a su marido. Wiesenthal descreyó de ello. Sabía de muchos hombres de la SS que habían sido declarados muertos y reaparecieron luego bajo nombres diferentes, casados con sus propias "viudas". Descubrió que el supuesto testigo de la muerte de Eichmann era el cuñado del jerarca e impidió que se aprobara el certificado de defunción.
Pero al año siguiente se intensificó la Guerra Fría, por lo que Estados Unidos y la Unión Soviética perdieron interés en la persecución de ex nazis. Los voluntarios de Wiesenthal se fueron retirando. En 1954 se quedó sin fondos. Su principal benefactor, un judío suizo, había muerto. Se vio obligado a trabajar para una organización de capacitación vocacional judía y cerrar su oficina en Linz. Todos sus archivos fueron enviados al centro Yad Vashem en Israel.
Pero Simon Wiesenthal se quedó con una carpeta, la de Adolf Eichmann, el tecnócrata que se había convertido en el principal verdugo a las órdenes del Tercer Reich. Wiesenthal nunca renunció a la persecución del elusivo Eichmann. En 1953 supo que estaba en la Argentina. Transmitió esta información al servicio secreto israelí, la Mossad, a través de la embajada israelí en Viena. Pero se había perdido el rastro. Entonces le llegó la tarjeta postal.
Aunque Wiesenthal tomó contacto con la Mossad nuevamente, y también con Nahum Goldman, presidente del Congreso Judío Mundial, no pasó nada hasta 1959, cuando Israel recibió la información de Alemania de que Eichmann estaba en Buenos Aires.
Se organizó una operación encubierta. Un equipo de agentes secretos de la Mossad secuestraron al ex nazi y lo llevaron a Israel. Eichmann fue acusado de 15 cargos criminales, incluyendo crímenes contra la humanidad. Canales de noticias de todo el mundo transmitieron el juicio en vivo. Los televidentes vieron a un hombre sin nada distintivo, sentado detrás de un vidrio a prueba de balas, que insistió en que "sólo había seguido órdenes". La filósofa Hannah Arendt, que cubría el juicio como corresponsal, acuñó la frase "la banalidad del mal" para dar a entender que el principal arquitecto del holocausto no era un monstruo sino un pequeño hombrecillo común, que hacía su trabajo como cualquiera. Eichmann fue encontrado culpable de todos los cargos, sentenciado a muerte y colgado justo después de la medianoche el 1 de junio de 1962.
Mientras tanto Simon Wiesenthal escribió el libro I Hunted Eichmann ("Yo cacé a Eichmann"), que apareció aun antes de que el nazi fuera ejecutado. El alarde que hay en este título -que el contenido no sustancia- hizo de su autor, después de años de trabajo detectivesco oscuro, una celebridad de la noche a la mañana. Debido al manto de secreto que la Mossad echó sobre la operación de secuestro, no hay nadie que pueda ofrecer una visión alternativa.
Wiesenthal aprovechó plenamente la publicidad para avanzar en su causa y, apoyado en el caso Eichmann, pudo volver a dedicarse enteramente a la caza de nazis. Reabrió el Centro de Documentación Judío, esta vez en Viena, y estableció una red de informantes, incluyendo veteranos de varios servicios de inteligencia. No sólo encontraron criminales de guerra sino también testigos cuyo testimonio, según dice ahora el Centro Simon Wiesenthal en Viena, ha ayudado a llevar a juicio 1100 ex nazis a lo largo de 50 años.
La carrera de Wiesenthal no ha dejado de ser controvertida. Fue acusado de egocentrismo por quienes sostuvieron que se adjudicó más de lo que le correspondía el crédito por el arresto de Eichmann.
En 1991, el Jerusalem Post informó que el ex jefe de la Mossad Isser Harel había escrito un manuscrito no publicado que sostenía que Wiesenthal no sólo "no tuvo ningún rol" en la detención de Eichmann, sino que de hecho "había puesto en peligro toda la operación Eichmann y abortó la captura planificada del malvado doctor de Auschwitz, Josef Mengele". Harel sostuvo que escribió el manuscrito frustrado por el crédito que reclamaba para sí Wiesenthal por la captura de Eichmann y se abstuvo de publicarlo sólo por el hecho de que podría favorecer a los antisemitas.
Otro cazador de nazis, Tuviah Friedman, acusó a Wiesenthal de numerosas mentiras para darse importancia y de hacerse rico gracias al caso Eichmann. "Simón Wiesenthal escribió en sus libros que había ayudado al arresto de 1000 asesinos nazis" escribió Friedman. "Le rendiría honores si pudiera probar que fueron 100."
Para crédito de Simon Wiesenthal, hay que decir que él mismo publicó esa acusación en el sitio de la red de su centro para que todos pudieran verla. La captura de Eichmann, según reconoció alguna vez,"fue un trabajo de equipo de muchos que no se conocían entre sí". Y agregó: "No sé en qué medida los informes que envié a Israel fueron utilizados".
Pero en un sentido todo eso es irrelevante. Muchos de los nazis fueron llevados a juicio por él, sin disputa, tal como es el caso de Franz Stangl, comandante de de los campos de exterminio Treblinka y Sobibor en Polonia. También está el caso de Hermine Ryan, que supervisó el asesinato de cientos de niños en el campo de concentración Majdanek, cerca de Lublin en Polonia. La persistencia con que Wiesenthal persiguió a tales individuos ha alcanzado un estatus de leyenda.
"Cuando en 1945 terminó el Holocausto y todo el mundo se fue a casa a olvidar, sólo él quedó para recordar", dijo ayer su sucesor en el centro, el rabino Marvin Hier. "El no olvidó. Se convirtió en representante permanente de las víctimas, decidido a llevar ante la justicia a los perpetradores del mayor crimen de la historia".
Simon Wiesenthal dedicó los últimos 50 años no sólo a cazar criminales de guerra. Habló contra el racismo en todas partes y presentó la experiencia judía como una lección para la humanidad. Para muchos su nombre se convirtió en símbolo de la conciencia humana. No importa cuáles sean los hechos, al final se lo recordará por ello.
Traducción: Gabriel Zadunaisky.
© LA NACION y The Independent