
Sin gramática no hay lenguaje
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EL escándalo en que se ha convertido la organización del Tercer Congreso Internacional de la Lengua Española ha reavivado el absurdo debate sobre "eliminar la ortografía y simplificar la gramática", que, si se hiciera de las dos propuestas una y se pidiera "simplificar la ortografía", tendría sentido, pero tal como se lo plantea es un disparate.
Suele decirse, erróneamente, que un sistema ortográfico ideal sería aquel en que cada letra representara un solo sonido y cada sonido estuviera representado por una sola letra. Este sería un alfabeto fonético ideal, pero no un alfabeto para ser usado corrientemente para escribir una lengua. En primer lugar, porque la mayoría de los hablantes no saben fonética. Y, además, aunque sepamos fonética, cuando oímos los sonidos del lenguaje no los oímos como sonidos, no los interpretamos como fonos, sino que distinguimos simplemente las diferencias significativas. Oímos fonos pero los interpretamos como fonemas. Un hispanohablante distingue la pe de rompo de la be de rombo porque cambiando el sonido cambia el significado de la palabra, pero no le interesa que la be de rombo sea diferente de la be de robo, y lo más probable es que no oiga la diferencia. Es más: si su interlocutor pronuncia la be de rombo como la de robo y la de robo como la de rombo, igual entenderá esas palabras y probablemente no se dé cuenta de que hay algo raro. Entonces, un buen alfabeto español necesita una pe y una be, pero no dos bes. Este sería un alfabeto ideal para la escritura corriente, no fonético sino fonológico.
Pedir lo imposible
Perfeccionar el alfabeto para convertirlo en ese alfabeto ideal sería simplificar la ortografía y a esto tienden las reformas que se hacen, aunque todavía falta mucho y no es tan fácil como suele creerse. Pero no sería eliminarla. Solo podría eliminarse la ortografía eliminando la escritura. Ortografía no es solo saber que traje se escribe con jota y no con ge (esta distinción ortográfica puede desaparecer y desaparecerá si se instituye un alfabeto fonológico). Ortografía es sobre todo escribir rompo con pe y rombo con be. Ortografía es lo que aprende el escolar de primer grado cuando escribe: "Mi mamá me mima".
Tampoco es posible eliminar la gramática. Gramática es lo que está aprendiendo el niño cuando abandona el "no sé" que repetía como un loro y, en un avance que equivocadamente podría tomarse por retroceso, sorprende a sus asustados padres con un triunfal "no sabo". Después comprenderá que algunos verbos no siguen el modelo normal y volverá al "no sé". Pero antes habrá oído y escuchado, analizado y sintetizado, y habrá llegado al modelo y habrá captado la gramática. Si eliminar la ortografía es eliminar la escritura, eliminar la gramática sería eliminar el lenguaje. La estructura de la lengua es gramatical. Sin gramática no podríamos producir nuestras propias emisiones: solo podríamos repetir como loros lo que han dicho otros. Otros que sí conocen la gramática.
Pero ¿se puede simplificar la gramática? Si un estudiante encuentra difícil de entender la fisiología de la digestión, no hay congreso científico que pueda, por decreto, darle el gusto de simplificar el funcionamiento del aparato digestivo. La lengua es un producto cultural, pero no la hacen los lingüistas sino los hablantes. Los lingüistas encuentran la lengua como los fisiólogos encuentran el aparato digestivo, y pueden describir y explicar su funcionamiento, no cambiarlo. Ninguna academia, por muy benévola que sea, puede, para facilitar las cosas a los usuarios, cambiar por decreto la estructura de una lengua.
Supongamos, sin embargo, que tuviera la potestad de cambiarla. Que dijera: "Vamos a simplificar la morfología. Decretamos que en adelante el adjetivo será invariable, sin género ni número. Ya no se exigirá la concordancia con el sustantivo". Puede haber una lengua en la que el adjetivo no tenga género ni número y no concuerde con el sustantivo. El inglés, por ejemplo. Claro que, inmediatamente después de haber dictado tan bondadoso decreto, los académicos tendrían que dar otro que ordenara, por ejemplo: "De ahora en más, el adjetivo se colocará obligatoriamente delante del sustantivo al que modifica". Si no, ¿cómo sabrían los hablantes qué adjetivo se aplica a qué sustantivo?
Trabajo para maestros
Es decir que se simplificó la morfología pero hubo que dictar una norma sintáctica para no perder lo que antes se entendía por la concordancia. Por otra parte, la libertad de poner el adjetivo delante o detrás del sustantivo, más cerca o más lejos, permitía transmitir sentidos y matices diferentes, que con la regla nueva se pierden. Como los hablantes no querrán perderlos, tendrán que buscar otros recursos para transmitirlos pues, de otro modo, la lengua se empobrecería. Si los encuentran, la lengua se habrá simplificado en un aspecto pero será más complicada en otros. No sólo los académicos no pueden simplificar la gramática por decreto sino que, si pudieran, no serviría de nada. Cada lengua es adecuada para servir a la comunidad de hablantes que la usa. A medida que aparecen necesidades nuevas, los hablantes la van cambiando.
Se pueden, sí, simplificar los métodos y procedimientos de enseñanza, pero esto es tarea de maestros, no de lingüistas. Y los maestros no deben nunca alterar el contenido de lo que enseñan tratando de simplificar la enseñanza. Por ejemplo, es un gravísimo error, lamentablemente muy repetido, pronunciar una inexistente ve labiodental en el dictado para que los alumnos se acostumbren a distinguir la be y la ve ortográficas. En esos casos, es preferible que les digan lisa y llanamente que tal palabra se escribe con ve corta (así aprenderán a fijarla correctamente) y no que alteren la fonética pronunciando un sonido que no pertenece al español. Si una criatura puede adquirir una gramática a los pocos meses de vida y una ortografía a los pocos años, no hay razón para que con el correr del tiempo se le haga difícil lo que le fue fácil a tan corta edad. Es inútil pedir que se elimine lo que no se puede eliminar o se simplifique lo que no se puede simplificar: lo que hay que exigir es que los que enseñan enseñen bien y sepan de qué se trata.






