Tiempo vegetal
Tierra cobriza, casi roja. Sembradíos verdes, muy verdes. Quién diría que a poca distancia de este paisaje rural se yergue Bangalore, el Silicon Valley indio, imán de prestigiosos centros de investigación y empresas de software, ingeniería aeroespacial, telecomunicaciones. La imponente y abigarrada fisonomía de Bangalore está cerca, aunque aquí, en las afueras de la gran urbe, la vida probablemente discurra a un ritmo más lento. Lo impone la misma tierra, el pulso obligadamente cíclico y soberano de la existencia vegetal. El tractor ara el terreno, lo prepara para las próximas semillas. Y nada, ningún artificio ni sortilegio humanos, podrá imponer otro reloj que no sea el que late en lo profundo de cada sustancia viviente. La ciudad es nuestro reino, el espejismo que nos dice que todo está en nuestras manos; sus afueras, el despertar abrupto al áspero dominio de lo real.