Tras Gualeguaychú, el desafío de la UCR
Tenemos 100 días por delante para demostrar que las decisiones de Gualeguaychú valieron la pena y que el radicalismo ha recuperado una vocación de poder que hacía años no tenía. Ese sábado 14 de marzo, la convención del radicalismo fue mucho más que un simple "la UCR va con Macri", como simplificaron algunos analistas y otros políticos opositores o del Gobierno.
En esa convención resurgió un partido político con hambre de poder. Atrás quedaron 15 años donde el partido se agotaba en lo testimonial, defendiendo valores republicanos muy rescatables, pero regalándole al peronismo la gestión del Estado. Tanto quienes estuvieron a favor de lo aprobado como los que se oponían exhibieron -además de oratoria- valores republicanos, conocimiento de la historia y un relevante compromiso patriótico y con el partido. Por encima de todo estaba el futuro de la Argentina; algunos creían que era mejor concretar ya el acuerdo con Pro y la CC, y otros pensaron que había que seguir negociando para lograr un acuerdo más amplio. Fue un debate entre lo posible y lo deseable, entre la ética de las convicciones y la ética de las responsabilidades. Ambas posiciones contaron con fuertes fundamentos, y sólo el tiempo dirá si lo que fue decidido era lo más conveniente.
El radicalismo recuperó el hambre de poder, pero de poder ejecutivo y no sólo legislativo. Ya no es el partido que se propone como controlador del funcionamiento democrático; ahora quiere gestionar. De mínima, en el corto plazo, se propone ganar en seis provincias, y con el acuerdo alcanzado eso no parece imposible. De máxima, disputará las PASO dentro de cuatro meses para ganar las presidenciales, aunque hoy parezca una quimera. Pero también se anota en la carrera para 2019 con muchos posibles gobernadores que tienen proyección presidencial.
Ernesto Sanz tiene una enorme tarea por delante para justificar las decisiones tomadas. Tiene que salir a competir con Mauricio Macri levantando las banderas radicales, pero a la vez mantenerse dentro de las reglas de una coalición electoral. No tiene por qué consensuar un plan de gobierno ni armar un equipo ejecutivo común, pero tiene que acordar un conjunto de lineamientos generales y propuestas parlamentarias para darle peso político al acuerdo.
Tiene que desautorizar en los hechos a quienes dicen que es un mero sparring de Macri. Quedan más de cuatro meses de una campaña que no sólo es necesaria para mejorar la performance electoral del candidato de la UCR, sino también para enriquecer el discurso de toda la coalición y así beneficiar al candidato que finalmente gane en las PASO.
El discurso del candidato de la UCR, para diferenciarse de Pro, tendría que transitar los siguientes temas.
El costo del retorno a los equilibrios macroeconómicos no debe caer en los sectores más desprotegidos. El desafío de la Argentina que viene es recuperar la competitividad de las actividades productivas y generar un amplio espacio para nuevas inversiones, pero no a costa de la reducción de los salarios reales lograda mediante una megadevaluación. Eso sería éticamente inaceptable y sumamente ingenuo y peligroso desde el punto de vista político. Antes que por el cepo cambiario, tenemos que preocuparnos por levantar el cepo al trabajo y a la producción que hoy deja el kirchnerismo.
Hay que plantear como objetivo disminuir la desigualdad social y económica, actuando a favor de los más vulnerables con fomento del empleo y de la educación, pero sobre todo impulsando la construcción y adjudicación de más de un millón de viviendas económicas para convertir a los pobres en propietarios y así sumarlos al circuito del consumo. Pero también gravando a los que más tienen, eliminando la elusión impositiva y reduciendo la evasión fiscal. Y, sobre todo, evitando la volatilidad financiera que tanto beneficia a los dueños del capital.
Debemos levantar la propuesta de Julio Cobos de una Conadep de la corrupción y combatir al empresariado que dice que "si no pagás coimas no se pueden hacer negocios en este país". Si se lograse elevar la probabilidad de que un director de una empresa sea procesado por causas de corrupción, que hoy es nula, a un 5%, desaparecería el 90% de la corrupción en la Argentina. En el caso Ciccone, no es tan relevante que Boudou vaya preso como que los empresarios sean procesados, si es que fueron a proponer acuerdos ilegales a un ministro de Economía.
La UCR debe denunciar la actividad mafiosa vinculada al juego y al fútbol. La mafia del narcotráfico necesita de la mafia del juego para recircular sus beneficios y se vincula entonces con la corrupción de los contratistas del Estado y con los lavaderos de dinero. También se asocia con los barrabravas del fútbol para ampliar y proteger a las redes de comercialización de las drogas, bajo la actitud permisiva y cómplice de los policías, los jueces y los políticos locales. Hay que condenar el juego, que ha sido una fábrica de pobreza. No alcanza con estatizarlo, hay que limitarlo a los casinos en los centros turísticos, o el Prode y la Lotería. Por cada peso que entra al Estado -provincial o nacional- salen cinco pesos de los bolsillos de los más pobres, que obviamente aumentan sus reclamos de asistencia.
En la política de alianzas, la UCR debe seguir luchando por lo que no se pudo concretar en Gualeguaychú: una coalición republicana más amplia, porque, como lo repite el senador Morales, no sólo hay que ganar, sino también gobernar. Muy probablemente, ésta no era una opción concreta en marzo, pero puede serlo en mayo o en junio, cuando estemos con menos indecisos y más cerca de las definiciones. También hay que seguir haciendo esfuerzos por sumar a dirigentes tan valiosos como Margarita Stolbizer, que hoy representan el espíritu de lo que se construyó hace un año en UNEN.
Seguramente seremos protagonistas en una decena de elecciones provinciales y en cientos de municipios. Pero tenemos que convencernos de que podemos y debemos luchar en las PASO presidenciales, no sólo para pretender ganar, sino para que a través del debate se enriquezca de ideas el espacio republicano que ayudamos a construir.
El autor, economista, fue presidente del Banco Central