Un dato alarmante: cuando los empresarios y profesionales emigran
Que la Argentina está pasando otra crisis no es noticia, y son varios los datos que muestran la mayor o menor gravedad del caso. Pero hay un hecho que obliga a que nos alarmemos por su característica cualitativa. Se ve todos los días en los argentinos que dejan el país.
Por cierto, emigrar es una conducta tan antigua como la humanidad misma. Antes, las poblaciones migraban buscando nuevos suelos. En estas épocas, esas motivaciones son comparables con las de aquellas personas que parten de su terruño con la esperanza de superarse social, profesional o económicamente y se dan con los avatares económicos de un país. Pasó acá a fines de los ´80 y con mayor incidencia aún durante la crisis de 2001. Además, en crisis como esas, frecuentemente cierran algunas empresas locales y otras, de capitales extranjeros, suelen levantar campamento.
Hay también migraciones generadas por motivos políticos, como las hubo en este país en la década del ´50 y del ´70. Otras migraciones son causadas por persecuciones étnicas. Desde tiempos bíblicos hasta hoy, hay pueblos y naciones que las sufren. Afortunadamente no las hemos vivido aunque acá se cobijó a muchas de las víctimas de esas crueldades.
Pero el dato alarmante que se está dando ahora en la Argentina es que los que migran son empresarios argentinos -incluso con sus empresas- y profesionales que dejan excelentes puestos laborales. Y es alarmante porque si estudiamos cuándo se ha dado este tipo de migración concluimos que se anticipaban a la radicalización de un sistema a niveles máximos de autoritarismo, con pérdidas de los derechos individuales. En nuestro continente lo vimos claramente cuando los empresarios cubanos y venezolanos abandonaron sus tierras antes que los balseros cubanos o los migrantes que escapan del régimen chavista.
Ante las crisis económicas, los empresarios o profesionales exitosos se quedan porque tienen resto para enfrentar la situación y, además, saben cómo deshacer posiciones y salir lo menos afectados que sea posible o, incluso, hasta sacar algún provecho de la situación. No es este caso. Hoy son los primeros que se van temiendo por la pérdida de sus patrimonios legítimamente ganados. Se van convencidos de que no tiene sentido seguir apostando por el país en el que nacieron. El Gobierno falta hasta el mínimo respeto a la propiedad y pone en juego el tan mentado Estado de Derecho. Mientras tanto, los unicornios argentinos, a su pesar, crecen fuera de su país dándole trabajo a gente de un lugar que no es el propio, Uruguay recibe con los brazos abiertos a todos los que quieran invertir allí y en Brasil se inaugura una flota aérea de carga que ni se les cruzó pensar en armarla acá. ¿Canallas? ¡No! Maltratados y expulsados.
La alarma que provocan sus ideas además acrecienta una consecuencia inevitable. Muchos políticos no entienden cómo se genera riqueza y, como bien dice Marcelo Longobardi en ocasiones recurriendo a la elemental matemática, "un pobre más un pobre son dos pobres; y dos pobres no hacen un rico", por más buena voluntad que haya. Conclusión tan simple como brutal para un panorama sombrío del que cada día será más difícil y doloroso salir.
Mientras tanto, el presidente Alberto Fernández exhorta a que "no se vayan; hay un país que construir", con una palabra que se devalúa más rápido que la economía. No entiende que esta situación no se soluciona con proclamas carentes de respaldo cuando el Gobierno incentiva con sus acciones el motivo para irse.
Periodista