
Una autobiografía inesperada
Sobre En movimiento, de Oliver Sacks
1 minuto de lectura'

A los 81 años, cuando le quedaban algunos meses de vida, Oliver Sacks, probablemente el neurólogo más famoso de las últimas décadas, se despidió de sus lectores con una carta conmovedora que publicó The New York Times: "He sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura", escribió. El supremo cronista de las rarezas humanas se retiraba de escena mano a mano con la vida. Médico sensible, investigador original, narrador cuyos libros se habían vendido por millones, estaba en paz con su familia, con sus amigos, consigo mismo y con los designios de la rueda de la fortuna, que le habían otorgado la pasión científica y literaria, y le habían deparado una existencia finalmente coronada por un éxito difícil de prever cuando en su juventud intentaba iniciar, a los tumbos, sus estudios universitarios.
Sin embargo, la imagen que nos devuelve su autobiografía, En movimiento. Una vida, está lejos de esa escena idílica. Cuarto hijo del médico de familia Samuel Sacks y de una de las primeras cirujanas de Inglaterra, Muriel Elsie Landau, el autor de El hombre que confundió su mujer con un sombrero, Un antropólogo en Marte y otra decena de títulos que ya son clásicos no fue un espíritu armonioso, un estudiante brillante ni un profesional de logros precoces. Miembro de una gran familia con varios integrantes que alcanzaron notoriedad, era torpe hasta la exasperación, tímido e inseguro. Deslumbrado desde chico por la química, fracasó tres veces en el examen "preliminar" para ingresar a Oxford y luego quedó penúltimo en la clase de anatomía, fue rechazado cuando quiso convertirse en investigador y fue despedido de la clínica de cefaleas del Bronx.
Salpicado de descripciones botánicas, fragmentos de sus libros, cartas familiares y recuerdos de sus pacientes, el repaso de sus días descubre una existencia insospechada detrás de la foto de eminencia venerable con que se lo identificaba: la del adolescente que se reconoce homosexual y recibe de su madre la respuesta más temida: "Eres una abominación. Ojalá no hubieras nacido", la del motoquero solitario que recorrió miles de kilómetros de rutas de Canadá y Estados Unidos, la del fanático del fisicoculturismo que rompió el récord de "sentadillas" en la costa de California mientras era residente en el Hospital Mount Zion, de San Francisco, la del adicto a una increíble variedad de drogas (el LSD, la marihuana, los opiáceos y anfetaminas) que teme despeñarse hacia la locura, la del célibe que pasa cuatro décadas sin practicar la sexualidad, la del compulsivo tomador de notas en más de mil libretas.
Sacks conoció el desequilibrio mental desde muy joven. Uno de sus hermanos mayores, Michael, padeció esquizofrenia y sufrió delirios místicos mientras él era todavía un chico apasionado por la química, una afición que conservaría hasta el final. Fue tal vez el profundo impacto de ese vínculo fraternal, teñido de amor y de culpa por no poder ayudarlo, o sus propias dificultades para vincularse socialmente lo que lo condujo a internarse en las geografías más enmarañadas de la mente. Con una honestidad superada apenas por su curiosidad, nos invitó a ese viaje sin red, en el que ejercitó el deslumbramiento del naturalista que se detiene a documentar el sendero más oculto en la espesura, la flor exótica, el ejemplar que nunca antes se había avistado, la variedad de la vida en sus maravillosas formas, pero especialmente en las que se apartan de la "normalidad".
Y si en su producción literaria ya se advierte una cercanía poco habitual con sus pacientes, su autobiografía rezuma esa compasión, esa empatía por lo humano en sus más insospechadas manifestaciones, en particular por las más incomprendidas. "Para bien o para mal, soy un narrador", escribe en el último capítulo, una suerte de "piedra Rosetta" que revela el sentido de una vida de soledad y en el que rememora su encuentro con Billy, el amor que llegaría a los 77.
"A veces he tenido la impresión de haber vivido a cierta distancia de la vida", escribe Sacks, que fue mucho más allá del lugar común que lo identifica con la película Despertares, protagonizada por Robert De Niro y Robin Williams. Tras recorrer estas páginas, sus lectores diríamos exactamente lo contrario.
En movimiento. Una vida
Por Oliver Sacks
Anagrama
Trad: Damià Alou
448 páginas, $ 365





