Una clave: ejercer el poder
Por Félix V. Lonigro Para LA NACION
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Probablemente una de las claves del éxito en la gestión de cualquier gobierno radique en la concepción que tenga del poder y en el modo e intensidad con que lo ejerza.
El poder no es otra cosa que la aptitud o capacidad de conducir, de mandar. Cuando esa aptitud se aplica a la conducción de los destinos de una nación, estamos ante el llamado poder político.
Como primera medida, es fundamental que el gobernante entienda que no es el dueño de ese poder político, porque en una democracia su titular es el pueblo, que se lo transfiere en préstamo y temporariamente para que conduzca los destinos de la República. Decía Mariano Moreno en 1810: "El poder que os conferimos dimana de nosotros, os lo damos en depósito y no en propiedad ni a título de herencia".
La dosis adecuada
Sólo si nuestros representantes comprenden este concepto, estaremos seguros de que ejercerán el poder con la convicción que en algún momento deberán "devolverlo" a sus verdaderos dueños, y de que, por lo tanto, abandonarán cualquier tentación hegemónica y mesiánica.
Una vez que el gobernante ha entendido que no es el titular del poder, debe ser lo suficientemente hábil para ejercerlo en su justa medida. Y ésta no es una cuestión menor. Es muy común que los gobernantes no encuentren la dosis adecuada en el ejercicio del poder: algunos se exceden, otros no lo hacen con la suficiente energía, y cualquiera de los extemos es harto perjudicial para la marcha de una correcta administración de la cosa pública.
Sin embargo, la cuestión no debería ser tan complicada porque es la Constitución Nacional misma la que determina el marco jurídico dentro del cual los gobernantes deben ejercer el poder. En ese cuerpo normativo está la clave: allí se determinan los límites de la acción de un gobernante, allí se señalan sus atribuciones y obligaciones.
Dentro de los límites impuestos por la Carta Magna, es fundamental que los gobernantes ejerzan el poder de la manera más firme y enérgica posible, señalando claramente los rumbos y tomando todas las decisiones necesarias para satisfacer el interés general de la sociedad.
Mientras el ejercicio del poder esté enmarcado en las disposiciones contenidas en la Constitución Nacional, los gobernantes no deben dudar en ejercerlo con la máxima decisión, como tampoco los gobernados debemos asustarnos cuando aquellos a los que hemos elegido para conducir lo hagan con un claro y definido estilo.
El marco normativo
El ejercicio del poder nunca puede considerarse excesivo si se lo hace dentro de los límites que señala la Carta Magna. Al contrario, sólo así puede hablarse de una verdadera autoridad. Fuera de ese marco jurídico, sólo está el autoritarismo.
Pero para que el ejercicio del poder político sea firme y esté contenido en el marco que brinda la Constitución Nacional, es indispensable que el gobernante la conozca en profundidad. Si un gobernante no conoce el marco normativo dentro del cual debe mandar, en realidad no conocerá sus propias obligaciones ni, lo que es peor, los derechos y libertades de aquellos a los que representa.
Durante la pasada campaña electoral para la elección de presidente y vicepresidente de la República, se habló mucho de "gobernabilidad", acaso porque se dudaba si el actual primer mandatario tendría las aptitudes necesarias para controlar al Congreso y a las corporaciones. Sin embargo, los ciudadanos deberíamos preocuparnos por saber si los candidatos a ocupar cargos públicos entienden cuál es el origen del poder político que recibirán, si conocen cuáles son los límites que deben observar a la hora de ejercerlo, y si están dispuestos a hacerlo, dentro de esos límites, con la máxima energía y determinación.
El inicio de una nueva gestión de gobierno es una buena oportunidad para que los ciudadanos comencemos a prestar atención a ello. © LA NACION
Félix V. Lonigro es profesor de derecho constitucional en la Universidad de Buenos Aires.




