Una propuesta de cambios para profundizar el Mercosur
En los últimos meses, el Mercosur, y en especial la relación con Brasil, ha sido motivo de comentarios encontrados. En particular, la integración al mundo por medio del Mercosur ha sido puesta en duda por motivos diferentes. De un lado, están los que opinan que una unión aduanera y en el futuro un mercado común regional es una forma ineficiente de insertarse en el mundo por los desvíos de comercio que la misma genera. Del otro, están los que argumentan que la existencia de asimetrías con nuestro principal socio comercial torna inmanejable el Mercosur.
En el primer caso, existe una visión estática de las ventajas comparativas que sólo ve las ineficiencias producidas por una "deficiente" integración al mundo. Desde esa óptica, poco y nada es lo que podemos ganar en eficiencia especializándonos en el nivel regional, aprendiendo a exportar, creando empresas regionales, etc. Son quienes proponen una rápida integración al Nafta y la Unión Europea como un mecanismo de acercarnos más rápidamente al libre comercio. En el segundo caso, existe una idea del proceso de integración por la cual no se entiende que la apertura y la especialización generan ganadores y perdedores y que construir un mercado común requiere de los negociadores argentinos posiciones que, al mismo tiempo que defiendan el trabajo y la producción nacional, sean suficientemente flexibles como para seguir la integración regional.
La experiencia internacional es que el mundo sigue avanzando en la conformación de bloques regionales. La experiencia propia es que el Mercosur ha generado un espectacular crecimiento del comercio, que en el caso argentino ha aumentado más de seis veces entre 1990 y 1997, y, tanto o más importante que ello, ha producido una estrecha relación y en muchos casos negocios conjuntos entre empresas de ambos países. Es decir, el proceso ha ido más allá de la voluntad política de los gobiernos.
La importancia del Mercosur y en particular de Brasil para la Argentina se observa en los gráficos. Brasil concentra el 30% de nuestras exportaciones (la Argentina representa el 12% de las exportaciones brasileñas), valor que alcanza al 36% cuando se considera la totalidad del Mercosur. Esta importancia es mucho mayor si tomamos en cuenta que el contenido tecnológico de los productos exportados al Mercosur es mucho mayor que el de los vendidos al resto del mundo, o cuando consideramos aquellos productos que son más difícilmente exportables a otros mercados. Una aproximación a estos últimos -aunque obviamente no exacta por la existencia de "commodities" industriales y por la ausencia de algunos productos de origen agropecuario- viene dada por las exportaciones manufactureras de origen industrial (MOI). En este caso, Brasil representa el 54% de nuestras exportaciones de origen industrial, porcentaje que se eleva al 65 para todo el Mercosur y al 72 si incluimos a Chile. Más allá de que la creciente importancia de la región es no sólo el reflejo del crecimiento de nuestras exportaciones sino también el resultado de la disminución en términos absolutos de las exportaciones industriales a otros destinos, lo que ya ha sido objeto de anteriores comentarios en esta columna, vale la pena destacar una vez más la relevancia del Mercosur para la Argentina.
Los comentarios previos muestran que el Mercosur es la plataforma desde la cual debemos continuar el proceso de inserción en el mundo -en especial, en el caso de los productos industriales y agroindustriales-, al tiempo que es el mecanismo adecuado para negociar esa integración. Es por ello que nuestra inserción en el sistema mundial de comercio, ya sea mediante una Zona de Libre Comercio Hemisférica (ALCA) o por medio de las negociaciones con la UE, debería darse vía el Mercosur y no individualmente. El acuerdo con Chile y las negociaciones con otros países de la Aladi son el camino correcto.
Preservar y profundizar el Mercosur es lo que la Argentina debe continuar haciendo en los próximos años. Ello requiere avanzar, entre otros temas, en la eliminación de asimetrías, en el acuerdo sobre las regiones del Mercosur que se han de promover y los instrumentos para ello, en políticas en el campo tecnológico, en los mecanismos institucionales para la solución de controversias que vayan reduciendo el poder discrecional de los gobiernos nacionales y en mecanismos de compensación para el caso de que alguno de los países tenga cambios macroeconómicos importantes.
Con relación a este último tema, y tal como fuera señalado por E. Baldinelli y F. Peña en artículos periodísticos, el Tratado de Asunción, a diferencia del Tratado de Roma, no contempla la posibilidad de tomar medidas compensatorias en caso de que hubiera "alteraciones macroeconómicas relevantes en algunos de los países socios". Más allá de que esta manera de hacer política económica ("cerrar la puerta con llave y tirar la llave al fondo del mar") no es adecuada, es necesario hacer las correcciones necesarias de manera tal de contemplar situaciones límite. Ello no significa que estemos previendo cambios macroeconómicos de importancia en nuestro principal socio comercial, sino que es necesario que un acuerdo de este tipo tenga previsto qué hacer en caso de alteraciones, y ello se aplica tanto a Brasil como a la Argentina. En todo caso, estamos convencidos de que estas previsiones servirían no sólo para proteger a la producción nacional de cambios bruscos en las reglas del juego, sino también para eliminar el riesgo de reacciones ante situaciones límite cuyos efectos pueden ser irreparables para la integración regional.
Además, debe tenerse en cuenta que en el caso argentino el Tratado de Asunción tiene rango constitucional -a diferencia de los otros países de la región-. Por lo tanto, la Argentina no puede tomar ninguna medida compensatoria, ya que las mismas no están contempladas en el tratado y por lo tanto serían inconstitucionales. Es por lo tanto de suma importancia negociar un protocolo adicional al Tratado de Asunción que contemple la posibilidad de medidas compensatorias en caso de trastornos graves en algún país del Mercosur como consecuencia de su importancia relativa; es claro que estamos hablando de Brasil y la Argentina.
Al mismo tiempo que se progresa en la negociación de este acuerdo, debe quedar claro que el mismo no puede ser piedra libre para hacer cualquier cosa en caso de alteraciones macroeconómicas en algún país de la región; o sea que debería negociarse simultáneamente cuáles son los mecanismos de compensación que tendrían que establecerse con carácter temporario. Estos seguramente serán de tipo comercial, relativos tanto a las importaciones como a las exportaciones. Es importante que tengan un período de vigencia limitado. Su finalidad no sería permitir la adaptación a las nuevas reglas del juego. De otra manera, no serían compatibles con la integración. Esta propuesta de modificación del Tratado de Asunción, al evitar eventuales distorsiones, facilitará la tarea que tenemos por delante, que no es otra que profundizar el Mercosur.
El autor es economista, consultor y ex presidente del Banco Central.