"Ven a jugar con Pipo"
La voz es inequívocamente española, pero los chicos nuestros no se asombran demasiado. La televisión los ha acostumbrado a aceptar las modalidades lingüísticas de casi todas las regiones hispaparlantes.
En el monitor de la computadora los niños encuentran imágenes y la voz los orienta para usar el mouse. Aparecen en pantalla imágenes de la escuela, del parque, del dormitorio, sitios donde pueden darse distintas situaciones de aprendizaje. Basta con un click para que ellas se muestren con un notable nivel de interactividad, en distintos campos: lectura, escritura, conocimiento de las partes del cuerpo, números, sumas.
La apropiada combinación de tecnologías diferentes no es lo único para destacar en los nuevos soft que hoy están disponibles. Lo más importante es que esas posibilidades están siendo utilizadas para un genuino trabajo didáctico, cuya capacidad es tan poderosa como para permitir el autoaprendizaje.
Es una suerte grande que hablemos castellano, porque las producciones que nos llegan de España son perfectamente utilizables por nuestros alumnos. "Ven a jugar con Pipo", producido por Cibel Multimedia y presentado en formato CD ROM, es un producto destinado a la ejercitación infantil, para lograr os objetivos lúdicos y didácticos.
Disponer de este CD no es suficiente, desde el punto de vista escolar. Las empresas que ofrecen servicios a las escuelas se encargan, además, de brindarles el asesoramiento didáctico necesario para que estos recursos puedan ser puestos en funcionamiento.
Estas empresas cuentan, por lo común, con coordinadores que van a los establecimientos y trabajan en relación estrecha con los docentes. Los maestros más jóvenes, más acostumbrados al empleo de la tecnología moderna, son los que menos inconvenientes y resistencias muestran en el momento de poner en acción estos recursos.
Para los chicos que nacieron sabiendo, como hoy se suele decir, el aprendizaje auténtico tiene que ver con lectura, escritura o cálculo, pero no con el manejo de la computadora, que por algún extraño milagro parece haberse constituido en parte del patrimonio genético de las últimas generaciones.
Jorge Rey Valzacchi es un hombre que puede dominar perfectamente los distintos lenguajes que se requieren para comprender el problema, todavía en evolución, de la informática educativa.
El niño, operando el teclado o moviendo el ratoncito, no se confunde. Sabe que está haciendo algo parecido a lo que realiza cuando opera un videojuego, pero que eso es solamente la apariencia. No ignora que está aprendiendo, pero sin sufrimientos, con la misma comodidad con que se defiende, en un juego, de los atacantes que lo acechan.
El cambio educativo más grande, el más difícil, no reside en el empleo de una tecnología maravillosa sino en su exacta aplicación a objetivos educativos. Y eso es lo que se está logrando, poco a poco.
Las escuelas oficiales suelen disponer de computadoras, pero pocas tienen programas de este tipo y personal para orientar a los docentes. El poder público está en deuda, a pesar de que no es mucho lo que se necesita.
La Internet, a la vista
Rey Valzacchi está escribiendo un libro sobre los usos didácticos de la Internet. Muchos la ven como un enorme depósito de información a la cual un chico no puede acceder sin entrar en un estado de confusión total. Pero la solución existe y es muy simple, porque en las escuelas hay intermediarios válidos, que son los maestros. Ellos pueden poner a sus alumnos en contacto con el mayor canal de comunicación e información del mundo y ayudarlos a comprender y a crecer con su ayuda, además de ofrecerles provechosas relaciones con otros niños y adolescentes.
La informática educativa no nació en los ministerios educativos. Es esto, probablemente, lo que le ha dado la plasticidad necesaria para acomodarse a los cambios tecnológicos. Hace una década, los pioneros enseñaban a los chicos a programar en Basic, pero sospechaban que algo mejor estaba en puerta y esperaban su llegada. La programación es hoy asunto de especialistas y no de escolares.
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