Carli: el consejero que me terminó dando un beso
1 minuto de lectura'
Chicas,
Les cuento que con Pedro la cosa sigue igual: más mensajes, invitaciones a su casa, a su bar. Por ahora me estoy haciendo la linda, pero no sé... más allá de que su léxico no sea el adecuado un poco me gusta. En persona es más civilizado. Mi amiga Lucía me dice que le de más chances. Mientras pienso qué hacer con eso, va otra historia, ésta es del 2009 y en este caso, la que huyó fui yo.
Cuando terminé la facultad, a eso de los veintipico, encontrar trabajo no era cosa fácil... Así que cualquier oferta por malísima que fuera era lo mejor que me podía pasar. Terminé en una consultora que hace clipping para empresas un poco controversiales (papeleras, mineras, y esas industrias contaminantes) pero acepté porque no había otra opción.
Cuando arranqué estaba emocionada: era mi primer trabajo. No éramos muchos, creo que no más de ocho en total. Redactores sólo Carli y yo. Nos hicimos automáticamente amigos, había mucha complicidad y eso hacía más ameno el laburo. Él era de Salta y tenía su novia allá... pero yo sabía que tenía -en el fondo- un alma un poco pirata.
Salíamos los fines de semanas con sus amigos y mis amigas. Le quise presentar a una de las chicas, era un pibe muy inteligente y que no estaba mal, pero no hubo caso. Además, tenía novia. Carli tenía un don: hacía los mejores masajes del mundo y yo vivo contracturada. Así que conformábamos una dupla imbatible.
Él fue el primero en renunciar, al mes lo seguí yo. En esa misma oficina pasó mi histeriqueo con Salvador, el hijo del jefe. Para mí Carli era un amigo, nada más.
Me fui a vivir a Europa, después de dejar esa oficina y con Carli seguimos hablando pero cada tanto las cosas se ponían un poco espesas, medio melosas. Él me había aconsejado qué hacer con el motoquero, me había consolado cuando las cosas no habían funcionado con Iván. Yo le tenía mucho cariño.
Cuando volví, él se había vuelto a Salta y seguía de novio. Cada tanto nos mandábamos mails, pero seguían teniendo un tono extraño. Una noche nos juntamos en San Telmo a tomar una birra, vinieron unos más de la oficina. Recordamos viejas épocas, criticamos gente y después sólo quedamos él y yo.
La noche se hizo larga, cambiamos de bar, seguimos tomando. Sí, soy borracha. Ahí, en ese momento empezó el galanteo... me miraba fijo, me hacía caricias. ¡Yo quería escapar! Pero seguía tomando y trataba de hacerle entender que lo nuestro era pura amistad. Me pedí un tekila -cuando volví de Europa sólo me dedicaba a tomar alcohol, me costó mucho reinsertarme- y él otro.
Volvió a insistir, me decía: "no te voy a dejar de mirar". Me resigné y lo dejé besarme… fue un beso tierno pero sin ganas. Él me observaba y me decía: "qué dulce que fue ese beso". Yo saqué la tarjeta de crédito de mi viejo (cada tanto abuso de ella) y pedí la cuenta. Le dije "te invito Carli". Salimos, él seguía medio embobado, vi un taxi enfrente, corrí , me subí y le grité desde adentro.
-Chau, ¡hablamos!
Me escapé como una rata. Él se quedó estático mirando la escena, parecía una postal. Esa noche me levanté en medio de la noche, había tenido un sueño horrible: la imagen era la misma pero Carli no era Carli, ¡era mi hermano Martín! Puro incesto.
¿Alguna vez les pasó algo parecido con un amigo?




