
Lisboa se conoce después de subir y bajar por sus desniveles
La capital de Portugal tiene un trazado irregular, pero vale la pena cansarse
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LISBOA.- En Portugal se dice que al llegar en barco a Lisboa, el viajero siente ganas de quedarse allí para siempre. En especial, si arriba durante un atardecer despejado, que destaca aún más los colores de las tejas, las cúpulas y el antiguo castillo ubicado en lo más alto. A esas horas, el agua toma un tinte tan bello como oscuro, mientras las embarcaciones que entran y salen del puerto completan el marco de una ciudad que luce perfecta.
"Sobre sus siete colinas, la irregular y multicolorida masa de viviendas constituye la esencia de la capital portuguesa", escribía Fernando Pessoa, poeta nacido en tierra de poetas, un lugar que en 1974 comenzó a gozar nuevamente de su libertad. Aquel 25 de abril, la dictadura de Oliveira Salazar fue desplazada, y los 50 años de censura viraban hacia una cultura que renacía.
Desde entonces, mientras las principales ciudades europeas exhiben torres, monumentos y coliseos imponentes, Lisboa antepone su sencillez y armonía a la historia de otros siglos.
Guiarse por los mapas turísticos puede no ser la mejor alternativa; Lisboa es una de esas ciudades que uno descubre al perderse por sus callejuelas.
El Boulevard de Libertade y la zona baja (Baixa) del enorme ascensor de Santa Justa son lugares recomendados y atractivos, pero no fundamentales. Sólo al caminar por el Barrio Alto se comienza a conocer la identidad de un lugar muchas veces postergado por quienes recorren Europa.
También al viajar en sus tradicionales tranvías, que circulan desde 1899. Uno de estos transportes (la línea 18) alcanza el encumbrado casco antiguo, que con sus caminos de piedra, angostos y tortuosos, conforma la zona más pintoresca de la ciudad.
Sobre esta misma ladera aparece el castillo de San Jorge, una de las visitas obligadas debido a la inigualable vista panorámica que ofrece.
Al bajar, atravesando el barrio La Alfama, el silencio acompaña el recorrido. Casi no hay autos a esa altura; sólo se cruza alguna bicicleta, chicos jugando a la pelota o la mirada, a través de las largas hileras de ropa colgada, de ancianas que se asoman a observar a los extraños.
La ciudad cuenta con importantes museos, en especial modernos y contemporáneos. También con centros culturales que organizan ferias y eventos para residentes y visitantes, desde espectáculos de todas las artes hasta festivales de cine y concursos populares de fotografía. El Teatro Nacional Doña María II, en la plaza céntrica do Rossio, es uno de los símbolos del movimiento cultural portugués. En los alrededores, los artistas callejeros presentan sus números, de calidad variada, los fines de semana.
Durante la primavera y el verano, la playa de Caparica (a cuarenta minutos del centro) se convierte en una gran alternativa, ya que la temperatura en el día alcanza fácilmente los 40 grados.
Para llegar a este lugar de la costa atlántica se atraviesa el río Tajo en un pequeño ferry o por el puente 25 de Abril, de más de 3000 metros (es uno de los más largos de Europa).
Por la noche, en la zona alta del Chiado comienza un trayecto de bares y terrazas que intercalan decoraciones modernas con construcciones de estilo gótico. Allí también hay acogedores restaurantes donde predominan la luz de velas, los ventanales art nouveau, la música en vivo y los típicos platillos a base de bacalao.
Lisboa no fue afectada por las guerras mundiales y, a pesar de terremotos y un incendio que, en 1988, destruyó gran parte de su zona comercial, conserva las bases y el encanto de lo que fue la capital del imperio colonial de los siglos XV y XVI.
En los alrededores de la ciudad hay dos símbolos de aquella época: el Monasterio de los Jerónimos y la Torre de Belén, construidos durante el mandato del rey Don Manuel y representantes del estilo gótico renacentista. Ambas edificaciones pueden verse al ingresar en Lisboa desde el río Tajo. Las dos contribuyen a que cuando el viajero llega en barco a Lisboa se encuentre con una ciudad iluminada.
Datos útiles
Cómo llegar: el pasaje aéreo, ida y vuelta, desde Buenos Aires hasta Lisboa cuesta cerca de 1100 dólares, con tasas e impuestos incluidos.
Alojamiento: una habitación doble en un hotel tres estrellas vale 50 dólares; en uno de cuatro, 90, y en uno de cinco, desde 150. Una opción más económica son las posadas o hostels, que ofrecen habitaciones a compartir por 10 dólares por persona.
Más información: Embajada de Portugal, Maipú 942, piso 17; 4312-3524.
Atención al público de lunes a viernes, de 9 a 13.
En Internet:
- http://www.alt-turismolisboa.pt
- http://www.kpnqwest.pt/Lisboa/
- http://www.cm-lisboa.pt
- http://www.portugal.com




