
Patricio: el príncipe azul que terminó siendo sapo
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¿Hartas de desencuentros y fracasos?. Ok, va una buena mía, para que vean que no todo es "pum para abajo" en el corazón de quien suscribe.
Para hablar de amor concreto, hay que ponerse en vintage, blanco y negro, la década menemista. Desde ahí hasta hoy, no he pasado por estos procesos de las mariposas en la panza.
Jovencita yo, esperanzada. Esperando al príncipe azul desteñido que me había prometido Cris Morena. Y sí, apareció.
"El amor aparece, mientras tanto hay que meter training". Con esa consigna, desde los 15 hasta los 17 fui la virgen más put* de todo el colegio. Regalaba besos como caramelos, me ponía de noviecita con la facilidad de la tabla del 2, y los amores me duraban el espacio entre una fiesta de 15 y otra.
Hasta que (siempre hay un hasta que) Patricio me empezó a llamar. No sé cómo consiguió mi Movicom, pero se puso denso y me llamaba diariamente. A mí no me gustaba.
Igual, lo atendía. Obvio.
Le daba parla para que me siga llamando y levante mi ego, pero ni de casualidad le aceptaba una salida. Me servía para decir delante de mis amigas "qué pesado, atendelo vos" y me daba esa hermosa sensación de alguien que moría por mí sin haberle remado ni un poco el vínculo.
Un día, después de varios meses, dejó de llamar. Chocoloca como Ricky Fort me desesperé por volver a cruzarlo. Salí de noche a los lugares que él iba, me hice amiga de sus amigos. Nada.
Una noche lo encontré, tenía novia. Me había cambiado a mí, que solamente lo había histeriqueado durante meses, por una chiruza mediocre y sin talento, 4 años menor que yo.
En esa época, me le animaba a la escenita de histérica porque me tenía toda la fe. Y me acerqué, a él y a su novia y le dije: "Qué lástima que estás con alguien, sino hoy me iría con vos del bar".
Nos fuimos juntos.
Instantáneamente, con la impulsividad emocional que me caracteriza, empecé a salir con Patricio. Unos meses, varios engaños, mil peleas, y un montón menos de amor después; como todas las otras veces, la "relación" terminó.
Dicen que el que se quema con leche, no sé que cosa de la vaca (nota: nunca vi una vaca que de leche caliente). Y es así, después de probar querer a alguien y que no funcione, se te pone más complejo, cada vez que aparecen otros. Esa pseudo relación, llenó de racionalidad mis días y mis años, y coartó de lleno y para siempre, los sueños de amor eterno.



