Un campo con alto handicap

Están los dos mundos. Uno es el de los trofeos levantados en alto bajo un chorro de champagne, el de los viajes de elite, el de las cámaras. El otro está aquí, a 70 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, el búnker donde los hermanos Novillo Astrada entrenan, sí, pero también se relajan, toman mate con los petiseros y disfrutan de un entorno que pocos lugares en el mundo les ha sabido regalar.

Hablamos de las 400 hectáreas de la Aguada Polo Club, la quinta familiar que se levanta en la localidad de Open Door, conocida también como capital del polo. Haciendo honor al título, el terreno luce cinco canchas de polo y dos de taqueo, además de las caballerizas y sus 250 caballos en training, rankeados entre los mejores del mundo.

Desde hace poco más de una década, en La Aguada Polo Club también funciona La Aguada Polo Clinic & Resort, un lodge dividido en dos casas principales y una más simple ("la casita del polo"), donde se pueden tomar clínicas para el aprendizaje y perfeccionamiento del deporte.

Y aunque el polo es el espíritu del resort, cualquiera que lo desee puede alojarse en alguna de las tres casas, con capacidad total para 18 personas.La Casa Rosada, la Casa Amarilla y La Casadel Polo están salpicadas en medio del campo quebrado, un poco más allá de la galería de robles y sauces. Es más: si hasta hace pocos meses el resort funcionaba principalmente con huéspedes extranjeros (la gran mayoría, ingleses y ligados al polo), en el último año comenzó a enfocarse también en el turismo interno, además del turismo corporativo.

Razones que justifican un prolongado fin de semana a todo campo hay de sobra. Por empezar, el polo. Y no hay que ser diestro del taqueo para animarse al tema: cualquiera sea la edad o el nivel –incluso están aquellos que jamás se subieron a un caballo–, el polo manager Thomas Hume se ocupa de introducirlos en el arte del swing, el equilibrio y el rodar de la bocha.

Si así y todo están quienes prefieren decir no, gracias al programa, entonces hay para elegir. Desde las sesiones de masajes o las clases de yoga hasta golf (a un km de La Aguada está Las Praderas Golf Club), city tour por Luján, clases de arco y flecha, clases de natación para chicos e incluso vuelos en globo o helicóptero, las actividades extra polo tendrán ocupado hasta al más ocioso.

Si de ocio se trata, siempre está la opción de la pileta con vista al verde infinito, o de despatarrarse en los sillones del living, entre revistas de polo y una estantería cargada de copas. Porque el resort –en sus tres versiones–, justamente, cuenta con los ambientes y calidez de una verdadera casa, desde living y cocina hasta guardarropas en las habitaciones en suite (no hay que olvidar que algunos huéspedes se quedan durante toda la temporada del polo). Aunque la diferencia es que aquí hay amenities, todo está impecablemente decorado, uno no tiene que ocuparse de nada y seguramente se come mucho mejor que en la casa propia.

De hecho, la gastronomía se fue adapatando al turismo con platos más abundantes, más gourmet y de tres pasos (el polista suele saltear el postre y el primer plato, porque necesita comer liviano), aunque nunca descuidó su esencia casera. Canelones de conejo, ternera braseada, ensalada tibia de camambert, salmón, albóndigas de cordero o risotto de hongos y hierbas, por ejemplo, son algunos de los muchísimos platos que suelen despachar Raquel y su ayudante de cocina, priorizando siempre el uso de productos locales y de estación.

"Hay veces en que los huéspedes coinciden con los polistas anfitriones en la mesa. También organizamos siempre algún asado o té para que puedan conocerlos e intercamabiar experiencias", comenta Delfina Van Thienen, Lodge Manager de La Aguada.

"Por otro lado, están las sorpresas espontáneas –continúa–. Por ejemplo, hace poco vino una pareja de americanos que tenía muy poca cultura de campo. Cuando los llevamos a conocer las caballerizas, sin haberlo planeado, pudieron ver en vivo el herraje de un caballo. También la ecografía de una yegua y la extracción del embrión, para implantarlo en una yegua receptiva (así la primera puede seguir jugando)".

Experiencias como éstas, sumadas al programa de campo, a la atención personalisadísima y a un servicio full board, hacen que, según Delfina, haya huéspedes que ya vienen hace seis años consecutivos.

"Nos apropiamos del lema de Unicenter", ríe. "Porque realmente, lo importante no es que vengan , sino que vuelvan".

La historia del clan

Julio Novillo Astrada creó La Aguada Polo Club en 1959, en un campo cordobés, y su hijo Taio continuó con la tradición familiar en Open Door. Media década más tarde, los hijos de Taio y nietos de Don Julio – Eduardo (h), Miguel, Javier, Ignacio y Alejandro– integran uno de los mejores equipos del mundo. En 2003, el equipo marcó un hito histórico al convertirse en el primer equipo de hermanos en ganar una triple corona. El año pasado, los Novillo Astrada también fueron noticia, esta vez por un hecho tristísimo: a los 38 años, y tras una larga lucha contra un tumor cerebral, murió Javier, el tercero de los hermanos.

Recientemente, para hacer partícipe al quinto hermano, Alejandro, La Aguada se dividió en dos equipos de alto handicap: La Aguada y La Aguada Las Monjitas.

Por otro lado, La Aguada apostó a una nueva unidad de negocios con un programa de cría integral, el Centro de Transferencia Embrionaria La Aguada- El Dok, que se suma al Remate Selección La Aguada, el remate anual de caballos.

Datos Útiles

Cómo llegar

Ruta Provincial 192 km 2,500

Tarifas

El resort brinda un servicio full board, con todas las comidas del día incluidas,

El día de campo: $1980 (incluye almuerzo, cabalgata, uso de instalaciones y un high tea de despedida)

Clínica de Polo: $1980 para una persona. Si son para más personas el valor es menor. Es adicional al día de campo.

Paquete de escapada romántica (estadía completa Full Board): $7100

Los precios son sin IVA, en base doble por persona, por día. Son válidos para los meses de mayo a agosto.

Más info en www.laaguadaresort.com

info@laaguadaresort.com

Tel.: (+54011) 5168 8817

Por Teresa Bausili

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