Esta fue la semana más "kirchnerista" de Alberto Fernández. Estuvo tres días en México, en un viaje en el que quedó casi obligado a buscar ir a un país gobernado por la centroizquierda. Quedan pocos de esos en Sudamérica. Alberto Fernández basó su camapaña electoral hablando bastante de Néstor Kirchner y recordando aquellos días "felices", la primera década de este siglo, la década de la centroizquierda en la Argentina.
Pero en esta década han predominado gobiernos de centroderecha en la región. Existe un grupo, el Grupo Lima, formado por los Estados Unidos con los principales países de la región, para presionar a Venezuela. ¿Se irá la Argentina de este grupo con el gobierno de Fernández? No, el presidente electo ya se lo comprometió a Estados Unidos, pero fijará una posición distinta, menos confrontativa, con el régimen de Maduro.
Esta semana, Fernández habló para una clientela propia en el escenario internacional. Esa clientela es el kirchnerismo. Hizo varias declaraciones que lo acercan, casi lo igualan, a las posiciones confrontativas de la expresidenta Cristina Kirchner que en su momento tanto inquietaron a la opinión pública.
Primero, dio un mensaje directo al Poder Judicial de la Argentina, que tiene muy comprometida a su compañera de fórmula, en su discurso en la Universidad Autónoma de México. También fue un mensaje a la propia Cristina: le está cumpliendo al tratar de resolverle los problemas judiciales que tiene. Cuando Fernández habla de la corrupción en la Argentina, siempre menciona la inocencia de Cristina y de su familia. Ahí parece cerrar el círculo de la inocencia del kirchnerismo. No defiende explícitamente a otros "presos políticos" (como los llama el kirchnerismo), tales como Julio De Vido.
También fue este un mensaje al peronismo, al que atribuyó el poder para haber evitado que Cristina fuera presa. Si uno da vuelta esa misma moneda, encuentra que el peronismo podría, en algún momento, tener el poder para ponerla presa a la vicepresidenta electa. Fernández habló en referencia a que el peronismo, en el Senado, tomó la decisión de no quitarle los fueros a Cristina, un criterio que no tuvieron en Diputados, donde le terminaron quitando los fueros al entonces diputado De Vido.
Esta posible lectura inmediatamente inversa sobre el rol del peronismo es importante porque uno de los enigmas que no se ha resuelto es quién mandará en la Argentina dentro de la coalición que encabeza Alberto Fernández.
Hubo otra declaración polémica de Fernández sobre la prensa en una entrevista, donde dijo que los medios se convierten en un "sistema de lobby de grupos empresarios". Hay dos detalles significativos en estas declaraciones. Primero, que la entrevista fue en Rusia Television (RT) el canal estatal de Vladimir Putin, no precisamente un defensor de las libertades públicas, incluida la de prensa. Y las declaraciones se las hace a un hombre (Rafael Correa), prófugo de la Justicia de su país, que, cuando fue presidente, se dedicó a cerrar medios y estableció una ley que impedía críticas directas a su gobierno.
Fernández también se pronunció sobre el pago de la deuda con el FMI, nuevamente retrotrayendo el discurso de Néstor Kirchner, cuando decía que quería pagar la deuda, pero en base al crecimiento: primero crecer y luego cumplir con los compromisos. Poner en duda el pago de la deuda es un discurso relativizado por la propia realidad.
Desde ayer, y hoy también, Guillermo Nielsen, un economista muy cercano a Fernández, está en Miami y habló con Alejandro Werner, el director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI. Una negociación decisiva, aunque no sea una reunión formal. Establece la idea de que el gobierno de Fernández necesita un acuerdo con el Fondo. Esto sumado a que Fernández habló con el presidente Trump, quien le dijo que le pidió al Fondo que lo ayude porque confía en que Fernández cumplirá con el acuerdo.
Vale recordar a Néstor Kirchner, como hace Fernández, cuando le dijo al presidente Bush: "Usted mire lo que yo hago, y no lo que yo digo". ¿Será que Alberto Fernández también lo imita en eso?
La semana bolivariana de Alberto se cerró con un tono muy peronista en la CGT, donde presenció la reunificación sindical y la proclamó parte de su gobierno, tal como hace dos semanas hizo con los gobernadores peronistas en Tucumán. La CGT y los gobernadores son dos núcleos con los que claramente puede contar como aliados frente al kirchnerismo concentrado en la provincia de Buenos Aires y liderado por la propia Cristina. Por ahora, su gran socia y constructora de su presidencia.
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