Cayastá: un pueblo que pasó de la euforia a la decepción
Muchos vecinos temen una venganza de los hermanos Lanatta y Schillaci; enfrentan los delincuentes varias causas por la huída
CAYASTÁ.- El hombre rubio, alto, bastante fornido mira desorientado por un instante ante la pregunta. "¿Qué pasó en Cayastá después de la captura de los tres prófugos Martín y Cristian Lanatta y Víctor Schillaci?" El silencio incómodo se rompió con una ristra de quejas. El hombre (que ruega que no se publique su nombre) amontona las palabras para afirmar que esa historia, que hace un año acaparó la atención de todo una país que la vivió por los medios como si fuera una serie de Netflix, arruinó la vida tranquila y apacible de ese lugar, 65 km al norte de Santa Fe. Un pueblo con calles de arena, rodeado de ríos y bañados, en el que las noticias policiales pertenecen a otro mundo que se ve por los canales de TV.
"¿Y si vuelven o mandan a otros para vengarse?" Esa mirada cargada de miedo y paranoia se impuso en Cayastá después de la euforia de la que gozaron los pobladores al vivir, por primera vez y en carne propia, semejante historia.
En Cayastá quedaron rezagos de las primeras ínfulas que se apropiaron de los lugareños que pintaron un cartel que decía "por acá pasaron los prófugos" o las remeras con esa leyenda, que aún se venden en la estación de servicio.
Martín Franco, empleado del molino Spaletti, donde fueron capturados el 11 de enero pasado Cristian Lanatta y Víctor Schillaci, estuvo tres meses con una custodia de la Policía Federal. Fue una pieza clave. Ese lunes a la mañana fue a trabajar a la empresa ubicada en las afueras de Cayastá sobre la ruta Nº 1.
Había avisado a la policía que allí podrían estar escondidos los prófugos. Cuando entró fue tomado de rehén por Lanatta y Schillaci. Ambos eran buscados intensamente luego de que, dos días antes, se entregara Martín Lanatta, vencido por el cansancio y las heridas que sufrió tras el vuelco de la camioneta en la que pretendían huir a Paraguay.
Franco se mostró en un principio orgulloso de haber sido uno de los que ayudaron a capturar a los fugados. Pero con el paso del tiempo su vida simple y rutinaria de trabajador en el molino se alteró con la custodia que le suministró el Ministerio de Seguridad de la Nación.
Además, él aspiraba a cobrar la recompensa de $ 2.000.000 que había ofrecido hace un año el gobierno bonaerense. Incluso, fue a hablar con el gobernador de Santa Fe, Miguel Lifschitz, por este tema. "Yo le envié una carta al gobernador por el tema de la recompensa porque trascendió que me habían dado un dinero y eso no ocurrió", dijo en ese momento. El empleado admitió que él había prometido donar a instituciones de esa localidad el dinero de la recompensa, y como nunca se produjo el desembolso, las ONG le fueron a golpear la puerta para interiorizarse sobre cuál había sido el destino de esos fondos.
Después, Franco se llamó a silencio. Incluso, cuando fue contactado por LA NACION advirtió que se encontraba fuera de Cayastá, de vacaciones, algo que en la propia empresa que trabaja confirmaron que no era cierto. "Le pidieron que no hable más", confesó un policía de la comisaría de Campo del Medio. El paso del tiempo despabiló la desconfianza y ansias por cerrar la historia y sepultarla en el pasado.
Héctor Mario Ferreira es otro de los protagonistas del raid de los Lanatta y Schillaci por el norte de Santa Fe. En Cayastá todos lo conocen por el sobrenombre de "Bayo". Es un hombre de 60 años, con el pelo y la piel rojiza, curtida por el sol implacable de esa zona del norte de Santa Fe. Vive en una casa que está alejada dos kilómetros de la ruta provincial N° 1, a la que se llega por un camino de arena.
Ferreira cría vacas desde que nació -confiesa- en esa zona complicada del norte de Santa Fe donde las crecidas del río imponen un desafío permanente para sobrevivir, con temperaturas que superan los 40 grados en enero y mosquitos que le hacen frente al repelente.
"Bayo" pidió a los policías de Campo del Medio que pasen a visitarlo todos los días. Si él no pasa por la comisaría, los efectivos deben ir a su morada. Ése es el pacto.
Desde ese sábado 9 de enero a la madrugada la vida de este productor cambió. El calor era insoportable aquella noche, recuerda. Dormía con su esposa cuando escuchó los golpes en la puerta. "No tenía ni idea de quién podía ser. Pero por cómo golpeaban no era nada bueno. Tomé la escopeta y apunté a la cabeza, pero después empezaron a golpear por atrás. Si disparaba me iban a matar. Nos ataron y me pusieron el ventilador para que no escuchara que se iban con mi camioneta", cuenta "Bayo", mientras mastica bronca cuando mira hacia el alero donde estaba el vehículo que se llevaron los hermanos Lanatta y Schillaci. "La hicieron pedazos. Y nunca nadie vino para darme una mano para arreglarla", apunta este hombre que podría haber sido retratado por el escritor y periodista Luis Gudiño Kramer, que buceó con sus crónicas en esa gente simple y rústica que vive en esta zona. Salvo por sus camionetas Toyota Hilux, su forma de vida parece inalterable al paso del tiempo, que en esta zona del Litoral profundo le hace muecas a la modernidad.
Juicio en Santa Fe
"Bayo" dice que no tiene miedo, pero que lo que pasó esa noche fue "fuerte". "A veces me pregunto si estos tipos no volverán alguna vez", dice. Va a ser uno de los testigos que tendrán que declarar en el juicio que se comenzará en marzo en Santa Fe, donde los tres fugados que hoy están detenidos en el penal de Ezeiza enfrentan cargos de privación ilegítima de la libertad y robo.
El fiscal Estanislao Giavedoni, al frente de la causa, anticipó a LA NACION que pedirá al juez una pena de 15 años de prisión efectiva para los tres imputados por los delitos que cometieron en Santa Fe.
También enfrentan otras causas. Una que sigue adelante el fiscal Cristian Citterio en la provincia de Buenos Aires por la fuga del penal de General Alvear el 27 de diciembre del año pasado. Y son investigados por el ataque en Ranchos donde fueron gravemente heridos el oficial Fernando Pengsawath y la sargento Lucrecia Yudati.
Hay otro expediente que se tramita en los tribunales federales porteños de Comodoro Py, donde el juez federal Sergio Torres investiga si para fugarse de la cárcel de General Alvear los hermanos Lanatta y Schillaci contaron con el apoyo de una banda de narcotraficantes.
La ruta de los fugitivos, un eslogan
El mate y la remeracon la leyenda "Un pueblo que te atrapa" son recuerdos de la euforia que causó en Cayastá haber sido testigos de la captura de los prófugos. Los habitantes buscaron promover el turismo, con iniciativas vinculadas a la historia de la fuga de los hermanos Lanatta y Víctor Schilacci. Incluso, propusieron a los turistas una visita guiada por "la ruta de los fugitivos". Un año después, ese ímpetu se ve apagado y varios protagonistas del episodio reclaman por la falta de ayuda económica.
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