Cuadernos de las coimas, cuarta audiencia: se terminó el bloque de los arrepentidos y el exfuncionario Baratta cambió de abogados
Luego, se leyó la valoración de la prueba reunida contra la presunta maniobra de recaudación de coimas; el juicio se reanuda el jueves
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La antesala de la cuarta audiencia del juicio por los Cuadernos de las Coimas −en la que se terminó con la lectura de las declaraciones de los arrepentidos y se comenzó con la acusación fiscal− estuvo marcada por un cambio de abogados en uno de los principales acusados.
Alejandro Rúa, abogado cercano al kirchnerismo, dejó la defensa del exfuncionario Roberto Baratta, que pasará a ser representado por Elizabeth Gómez Alcorta, titular del extinto Ministerio de Mujeres durante el gobierno de Alberto Fernández, y su socio, Marcos Aldazabal, abogado de Cristina Kirchner en la causa que investigó el ataque que sufrió en 2022.
Baratta está acusado por la fiscalía de recaudar coimas en al menos 96 oportunidades entre 2003 y 2015, período en el que fue subsecretario de Coordinación en el Ministerio de Planificación y trabajó bajo las órdenes de Julio de Vido.
Oscar Centeno, autor de los cuadernos que dispararon la investigación de LA NACION y la causa, era su chofer.

Baratta, que niega los hechos, sostuvo en una de sus declaraciones ante la Justicia que las anotaciones de su chofer eran “fantasiosas” y “direccionadas”.
Durante la cuarta audiencia −la primera en realizarse un día martes, a razón de dos por semana− el Tribunal Oral Nº 7 terminó con la lectura de las declaraciones de los arrepentidos y dio paso a la valoración de las pruebas de la fiscal Fabiana León.
Una de ellas fue del financista Ernesto Clarens, que sí reconoció los hechos que se le imputan.
Describió ante la Justicia que fue convocado a formar parte de la maniobra a través del entonces director de la Cámara Argentina de la Construcción, Carlos Wagner, el único empresario acusado de ser organizador de la presunta asociación ilícita que lideraron Cristina y Néstor Kirchner, según la acusación.

Al convocarlo, Wagner le habría transmitido a Clarens que “el gobierno nacional había decidido obtener fondos de la obra pública, a través de una operatoria que demandaba mi intervención”, según reconstruyó.
Su tarea, dio a entender en su declaración, fue la de oficiar como intermediario con los hombres de las compañías, cambiar sus pesos a dólares −trámite por el que cobraba una comisión− y llevar el dinero al entonces secretario de los Kirchner, Daniel Muñoz (quien llegó a acumular decenas de propiedades en el país e inmuebles por unos US$70 millones en el exterior), según las indicaciones del entonces titular de la Obra Pública, José López.
Los empresarios o sus emisarios se presentaban en su oficina de la calle Maipú para realizar los pagos, que solían ser el 10% de lo que ya habían cobrado por una adjudicación. En ocasiones, era él quien se apersonaba en las sedes de las empresas o se acordaba realizar el pago en una habitación del Hotel Panamericano.
“Ciertas empresas, como CPC de Cristóbal López y Electroingeniería [Gerardo Ferreyra], tenían línea directa; la recaudación no me la traían a mí”, distinguió, y añadió más adelante: “El monto dependía de la recaudación: eran alrededor de 300.000 dólares por cada entrega y con frecuencia semanal”.
Relató que la “Camarita” –como aludían informalmente a la Cámara Argentina de Empresas Viales, donde los empresarios se repartían la obra pública– le entregaba mensualmente un listado donde figuraban las obras licitadas, el presupuesto oficial, la empresa ganadora, el monto ofertado y el sobreprecio, que llegaba al 20%.
Otros fragmentos de su declaración aludieron al dinero recaudado y su destino, muchos de ellos a través de anécdotas que le fueron relatadas por Muñoz, ya fallecido.
“Deseo agregar que Muñoz siempre me mencionó −dijo Clarens− que todo este efectivo estaba en archivos metálicos que se encontraban dentro de una bóveda en el subsuelo de la casa del matrimonio Kirchner en El Calafate, donde había un olor a tinta muy importante”.
“[Muñoz] me comentó que el dinero era transportado los días viernes −siguió Clarens− en aviones oficiales que salían de Aeroparque, del sector militar, y aterrizaban en el aeropuerto de Río Gallegos, o bien en El Calafate. El destino final del dinero siempre era El Calafate”.
A su vez, reveló que Lázaro Báez lo consultó sobre qué hacer con ese dinero y que, luego de sugerirle que comprara activos, supo que el empresario había adquirido restaurantes, estaciones de servicio, una agencia de turismo y campos, operaciones que no se registraban en la contabilidad y que, entendía, no se realizaban con dinero propio sino con fondos del matrimonio Kirchner.
Declaró también que un día, mientras veían un partido en la Bombonera, Muñoz le dijo que Néstor Kirchner era una “mala persona” y que le pegaba, pero que “la esposa era peor, que era una araña”.
“En una oportunidad, estando en el despacho presidencial, Muñoz cerró la puerta y [Néstor] lo llamó para ordenarle que la volviera a cerrar, pero con suavidad. Lo volvió a hacer y, aparentemente, no fue lo suficientemente suave, por lo cual lo llamó a su presencia y le dio una trompada”, relató.
Versiones contrapuestas
Al igual que algunos funcionarios, el financista Clarens fue blanco de críticas por parte de un grupo de empresarios que lo sindicaron en sus declaraciones como la punta de lanza de un sistema de presiones, hecho que él negó en su testimonio.
“Justificar los sobornos en una actitud coactiva de mi parte es absolutamente inconsecuente con la cartelización previa, con la conformación misma de la Camarita que tanto [Gabriel Pedro] Losi como [Juan] Chediack integraban y de la que obtenían beneficios en forma voluntaria y entusiasta”.
El financista afirmó también que entre 2014 y 2015 existió un reclamo millonario por parte de Hebe de Bonafini en el marco de Sueños Compartidos, el plan de viviendas sociales.
“[Hebe] necesitaba 70 millones de pesos para entregárselos a un estudio de abogados de la provincia de Mendoza, cuyo nombre no recuerdo”, según le comentó en su momento López.
El otro secretario
La lectura siguió con la declaración como arrepentido de Fabián Gutiérrez, el otro secretario del matrimonio Kirchner, brutalmente asesinado en 2020 en El Calafate, se sospecha que por tres jóvenes que habrían estado buscando dinero.
Tras su muerte, la Justicia decomisó una veintena de casas y terrenos en Santa Cruz y Tierra del Fuego a nombre de sus familiares y allegados. También hoteles, hosterías, barcos turísticos y una mansión en San Isidro. Gutiérrez era, además, dueño de una mansión de 800 metros cuadrados.
En su declaración como arrepentido, Gutiérrez ofreció detalles sobre la maniobra de recaudación y algunos pormenores de los vínculos entre sus protagonistas. Explicó que, tras la muerte de Néstor, los “personajes” cambiaron, ya que Muñoz se retiró y los secretarios habituales desaparecieron.
“El nuevo entorno de la Presidenta fue sustancialmente el grupo de La Cámpora. Máximo Kirchner con el Cuervo Larroque, [Juan] Cabandié y Wado de Pedro", definió.
Gutiérrez comenzó a trabajar con los Kirchner en el sur, en 1995. Cuando Néstor asume la presidencia, en 2003, le comentó que pasaría a trabajar con la “primera dama”, Cristina.
“No recibí muy gustoso esa tarea, dado el carácter fuerte que tenía Cristina”, dijo en su declaración, leída hoy durante la audiencia. “Nadie quería trabajar con ella. Entre los secretarios la apodábamos ‘la loca’, ‘la yegua’ y otro término que no quiero mencionar por razones de género”, sostuvo. Dijo que tenía solo un franco mensual y que trabajó durante cuatro meses seguidos sin descanso.
“Néstor era más humano. Era diferente. A veces Néstor pegaba, en broma, aunque hacía sangrar”.
Gutiérrez reveló también que el exministro Julio De Vido “odiaba a Cristina” porque en una oportunidad Néstor Kirchner lo quiso postular a él como gobernador de Santa Cruz. Ella, dijo, lo bajó en favor de Sergio Acevedo.
La audiencia siguió luego con la valoración de la prueba de la fiscal León y parte de sus acusaciones contra los 87 imputados en la causa, con la que se continuará este jueves.
Para la fiscal existen dos grupos distintos de funcionarios y personas que oficiaron de puente entre los empresarios que pagaron las coimas y el matrimonio presidencial.
“Los pagos recolectados eran entregados, casi en su totalidad a Muñoz, en dos inmuebles que en aquél entonces utilizaban Néstor Kirchner y Cristina Elisabet Fernández. El primero, en calle Uruguay N° 1306 ubicado en esta ciudad; el segundo, la Quinta Presidencial de Olivos, en la provincia de Buenos Aires", dice la fiscal.
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