De pedicura a política exitosa
Rubini forjó su carrera con la ayuda de su esposo gremialista Una historia de poder, dinero y muchos mitos Su militancia en el peronismo comenzó en 1983 Desde 1985 la mujer ocupó de modo ininterrumpido una banca
JUNIN (De un enviado especial).- De la mano de su marido, referente del gremio de empleados municipales, Carlos Alberto Alberti (de 62 años), la pedicura Mirta Rubini (cuya edad es un secreto celosamente guardado) aprendió a lidiar en la política y en el peronismo.
Ambos forjaron juntos una carrera que, poco a poco, les fue dando poder y dinero.
Alberti, un tradicional caudillo sindical, hoy retirado, conoció y practicó un estilo de conducción gremial forjado en el convulsionado panorama del peronismo de los 70.
Más cercano a resolver los problemas poniendo de por medio la fuerza de los trabajadores que el diálogo sereno, sobre Alberti se repiten mil anécdotas, entre las que no faltan las que lo pintan con un arma a la cintura caminando por los pasillos del municipio. También se lo asocia con la caída, en 1974, del intendente Luis Oscar Venini (PJ).
Más allá de mitos y versiones, que abundan sobre la pareja, lo cierto es que Rubini pisó la arena política sólo en 1983 y dos años más tarde ingresó en la Legislatura bonaerense como diputada, mientras Alberti sumaba poder a través del sindicato.
Una banca asegurada
Cuando alcanzó el primer escaño, la mujer abandonó definitivamente el arreglo de manos y pies y nunca dejó de contar con una banca donde sentarse. Además de diputada provincial, fue dos veces senadora bonaerense y también dos veces fue elegida diputada nacional. Casi 17 años como parlamentaria.
En 1991, la dirigente acompañó, como candidata a vicegobernadora, a Carlos Brown, que enfrentó en la interna partidaria al binomio Eduardo Duhalde-Rafael Romá, que terminó imponiéndose. Pese al traspié, un acuerdo territorial puso a Brown al frente del Ministerio de la Producción bonaerense y a Rubini nuevamente dentro de una lista peronista.
Tampoco pareció sufrir demasiado su derrota como candidata a intendenta de Junín, en 1995, a manos del actual jefe comunal, Abel Miguel.
Así, poco a poco, Alberti y Rubini construyeron su fortuna: propiedades, autos, viajes y hasta una fallida cirugía estética que alteró ostensiblemente las facciones de la mujer, que en esa época tuvo que salir a la calle con careta, según reconoció en una oportunidad frente a las cámaras de televisión.
La furia desatada por la manifestación que arrasó con una de las tres viviendas conocidas de la diputada no consiguió borrar ese carácter fuerte y altanero que le adjudican quienes la conocen de cerca. Sólo a ello puede atribuirse su frase: "Yo no tengo la culpa del nivel de los sueldos de los legisladores", al ser consultada por su holgado modo de vida.
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