Diferencias profundas que aún están lejos de resolverse
La política exterior brasileña se destaca por su constante búsqueda de tener una buena relación con la mayor cantidad de países, en la medida que sea posible. Empero, en el ámbito comercial, Brasil lleva una feroz guerra comercial con sus mayores socios comerciales.
En este ámbito, uno de los logros más recientes del gobierno brasileño fue obtener la autorización de la Organización Mundial de Comercio (OMC) para tomar represalias contra el gobierno estadounidense por los subsidios al algodón, En tanto, aún se analiza la denuncia brasileña en torno al jugo de naranja exportado a aquel país.
Lejos de constituir una excepción, esta "guerra" comercial también enfrenta a Brasil con China, su mayor socio político del grupo BRIC y que a principios de año se convirtió en su mayor socio comercial, con lo que desplazó el privilegiado lugar que ocupó Estados Unidos en las últimas décadas.
La respuesta china no tardó en llegar. En junio de este año, el Ministerio de Comercio chino criticó a Brasil por la cantidad de procesos por dumping en la OMC contra sus productos, mientras que señaló las trabas a las inversiones chinas provocadas por la "excesiva burocratización brasileña", toda una clara señal de su malestar con las autoridades brasileñas.
Divergencias con la Argentina. Sudamérica es un área prioritaria para un gobierno brasileño que busca afianzar su liderazgo regional. Además, Lula tiene un particular interés en colocarle paños fríos a cualquier disputa comercial que pueda llegar a generar tensiones o recelo. Por ello, a pesar de su cuestionada eficacia, ámbitos como el Mercosur o la Unasur continúan siendo los vehículos de interacción de Brasil para acercar sus posturas con sus socios sudamericanos en cuestiones político-económicas y evitar confrontaciones.
Dentro de esta óptica, las diferencias comerciales con la Argentina, que adquirieron una singular relevancia pública luego de conocerse la noticia de decenas de camiones argentinos varados en la frontera con Brasil, varios de ellos con productos perecederos, sólo se explica como una represalia brasileña por las licencias no automáticas que el gobierno argentino aplicó contra sus productos bajo el pretexto de proteger a su mercado interno ante la crisis financiera internacional.
Cabe recordar que quien pegó el grito en el cielo en aquella ocasión no fue el gobierno brasileño, sino que fue la poderosa e influyente Federación de Industrias del Estado de San Pablo, que agrupa la mitad del PBI brasileño y tiene poca tolerancia a este tipo de actitudes. Más aun cuando se trata de un socio comercial y político como lo es la Argentina.
Políticas conjuntas entre la Argentina y Brasil como el sistema de pagos en monedas locales (SML), que apuntan a un comercio bilateral en moneda local sin tener que acudir al dólar, son banderas que ambos gobiernos vienen utilizando para mostrar puntos de convergencia entre ambos países a pesar de sus diferencias comerciales.
No obstante, las notables diferencias en las estrategias que ambos países adoptaron frente a la crisis financiera internacional así como sus distintas posturas en la última Ronda de Doha, dejan en clara evidencia la falta de una estrategia comercial conjunta entre los mayores socios del Mercosur y muestran que las profundas divergencias comerciales entre ambos países aún están lejos de resolverse.
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