Dolor en la Cancillería por la muerte del embajador Uranga
"Juan José está dando vueltas por acá y por el palacio, viendo qué decimos y hacemos. Juan José no se fue." Con sus palabras, el embajador Eduardo Iglesias quiso transmitir a la familia de Juan José Uranga y a quienes ayer participaron de su sepelio, en el Parque Memorial, de Pilar, que a pesar de su desaparición física el recuerdo del subsecretario de Política Exterior de la Cancillería seguirá presente en el ministerio.
Tras una prolongada enfermedad, Uranga falleció anteayer, a los 68 años.
Anteanoche, apenas se enteró del fallecimiento de Uranga, Rafael Bielsa decidió adelantar su regreso desde Brasil, donde participaría de la XXIII reunión de cancilleres del Grupo de Río. En la inauguración del encuentro de ministros se hizo un minuto de silencio en memoria de Uranga y también del diplomático brasileño Sergio Vieira de Mello, enviado de las Naciones Unidas a Irak, quien murió hace un año víctima de un atentado, en Bagdad.
Bielsa despidió con palabras cálidas a Uranga, que había empezado su carrera diplomática en diciembre de 1965.
A lo largo de casi cuarenta años de trayectoria en el Palacio San Martín, el embajador Uranga supo cosechar, además de un reconocido prestigio profesional que lo ubicó como uno de los principales especialistas en política regional, una gran cantidad de amigos y discípulos.
Tal vez como un adelanto de lo que sería su visión latinoamericanista, dos años después de su ingreso en la Cancillería llegó el primer destino en el exterior: Brasil. Estuvo en ese país tres veces (entre 1968 y 1972; entre 1985 y 1987 como ministro consejero, y entre 2000 y 2003 como embajador).
Uranga, que se graduó como licenciado en Ciencias Políticas y Diplomáticas en la Universidad del Salvador, ascendió a embajador en 1988. Fue, entre otras cosas, jefe de la División Brasil del Departamento América Latina, repartición de la que luego fue subdirector; jefe de gabinete de la Subsecretaría de Asuntos Latinoamericanos; director del Departamento de América del Sur; director general de Política Latinoamericana; embajador en Bolivia y ante la Unión Europea, entre otros cargos.
Quienes más lo conocían lo definen como un negociador nato, muy paciente y sutil. Representó a la Argentina en varias oportunidades, como cuando fue miembro de las delegaciones negociadoras tripartitas (con Brasil y Paraguay) sobre Corpus e Itaipú, del Estatuto y del Tratado del Río Uruguay, o coordinador nacional en el mecanismo permanente de consulta y concertación política del Grupo de los Ocho, delegado para la firma del tratado constitutivo del Mercosur y representante en las negociaciones de paz por el conflicto entre Ecuador y Perú.
Uranga había nacido el 12 de diciembre de 1936 y estaba casado con Juana María Santamarina, con quien tenía tres hijos: Paola, Soledad y Juan José.
Tal como lo había pedido a su familia, no hubo velatorio y sus restos fueron cremados ayer por la mañana en un cementerio privado de Pilar, con honra de Granaderos.
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