El Presidente consiguió un número mágico en el Congreso; vuelta a las consignas de campaña: motosierra y anti-casta; inconsistencias del Presupuesto, la polarización con Cristina; Kicillof vs. Máximo; un raro duelo: Yacobucci vs Mahiques
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Hay una regla antigua general de la política: ya no existe diferencia entre el momento de la campaña y el momento de la administración. Los gobiernos siguen haciendo campaña para gobernar. Es una verdad que se aplica en todos los casos. Pero es aún más verdad en el gobierno de Javier Milei. Es un gobierno que, por la forma y el momento histórico en el que llegó, carece de bagaje institucional. Tiene bloques muy débiles en el Congreso, sea en Diputados o en el Senado. Carece de inserción territorial por falta de gobernadores e intendentes. Las vinculaciones con el sindicalismo son resbaladizas y sufre de un enfrentamiento generalizado con los movimientos sociales. ¿Qué tiene a su favor? Un colchón favorable y también fluctuante en la opinión pública. Ahí está su principal capital. Por eso Milei está más obligado que otros presidentes a manejarse todo el tiempo con consignas, movilizando a la opinión pública para sostener su política. Eso es lo que se vio el domingo por la noche, cuando presentó el presupuesto en el Congreso. Un acto técnico de campaña, donde el Presidente vuelve a las dos plataformas que le son más propicias: déficit cero, término que Milei puso de moda y del que hoy todos hablan, y el conflicto con la “casta”, con foco en el kirchnerismo como su blanco favorito.
Lo seguirá haciendo en una escala más global el próximo sábado en Nueva York, donde participará de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU). Es un escenario que a él le gusta mucho porque se interpreta a sí mismo como un líder global. Ante la asamblea aludirá a temas universales y hará también referencias regionales. La Argentina tiene un compromiso especial por lo que está pasando en Venezuela, lo que llevó a derivaciones que eran inesperadas. Hoy la embajada de Brasil celebró su día nacional de manera tardía. De esa celebración en el Teatro Colón participaron muchos funcionarios argentinos. Pero se destacó la presencia del jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Quiso estar allí porque Brasil representa los intereses de la Argentina en Venezuela y el gobierno de Brasil entró en conflicto con Nicolás Maduro por representar esos intereses. Es significativo que, a pesar de la tirantez, ahora encapsulada, entre Milei y Lula, Francos haya tenido especial interés en asistir a la celebración.
El Gobierno tuvo varios reveses políticos en el Congreso en los últimos días. Hay, evidentemente, una reacción dentro del mismo oficialismo. Se empiezan a cerrar filas y a constituir una especie de scrum dentro del Gabinete con una línea especial entre tres personas: Guillermo Francos; el Mago del Kremlin, asesor del Presidente y encargado de diseñar la política de comunicación de Milei, Santiago Caputo; y una figura a la que hay que prestar atención por la agenda que el Gobierno empieza a desplegar en relación a las provincias, que es Lisandro Catalán. Catalán es el subjefe de Gabinete y encargado del Ministerio del Interior. Estos tres funcionarios están tratando de proveer a Milei de algo que ellos creen que carecía, que es una mayor coordinación para los movimientos políticos, sobre todo en el Palacio Legislativo. En el Gobierno creen que hay una campaña mediática contra Santiago Caputo, dirigida a perforar la repercusión de la comunicación de la administración Milei. Suponen además que detrás de esa campaña hay una mano oculta: la de Mauricio Macri, quien mantiene un conflicto sordo con el Mago. Por eso también piensan que hubo durante el discurso de Milei un párrafo muy insistente en su mensaje, que es la defensa de la capacidad de gestión del Gobierno. El mandatario enfatizó que el oficialismo está constituido por un equipo competente y que, de no ser así, se habría caído en la hiperinflación. Es un dardo muy obvio al diagnóstico que suele formular Mauricio Macri respecto del Gobierno, sobre cuya capacidad gerencial plantea severas recriminaciones.
Milei volvió a las peleas que gana: contra el descalabro fiscal que está detrás de la inflación y contra la casta. Tuvo una repercusión aceptable en el mercado. Lo que ha pasado este lunes, más allá del contorno internacional que siempre tiene que ver con los movimientos financieros, mejoraron los bonos y acciones, y cayó la cotización de los dólares libres. Hay quienes asocian esto con la tardía incorporación al gabinete económico de José Luis Daza. Es un funcionario con gran trayectoria en el mercado financiero de los Estados Unidos. Un chileno nacido en la Argentina, de padre diplomático, y con una voz ortodoxa y clásica dentro de un Gobierno no tan clásico. Su presencia fue interpretada por los mercados como un aporte, algo que contribuirá a pensar mejor la economía.
Estos son detalles al lado de lo que el Presidente intenta establecer como ancla del oficialismo, como se vio en los últimos días. El núcleo de esta administración, el mensaje que el Gobierno quiere enfatizar delante de los inversores, está compuesto por dos piezas: la capacidad de comunicación de Milei y su capacidad de veto. Por eso es importante para el jefe de Estado haber constituido un tercio de capacidad de bloqueo en Diputados y en el Senado, para impedir que el Congreso pueda insistir frente a vetos del Presidente contra leyes que afecten el equilibrio fiscal. El Gobierno tiene que demostrarle a la sociedad y al mercado que sigue manejando la política fiscal y no que lo hace una coalición opositora. Es algo que pudo ejemplificarse con la constitución de ese tercio, que pudo construirse a través de la disidencia de un grupo de diputados de la Unión Cívica Radical (UCR) que fueron expulsados del radicalismo por orden de la Convención Nacional partidaria.
Este punto desató una polémica dentro de la UCR, que decidió sancionar a los diputados que colaboraron con el veto de Milei. Es un conflicto que hay que mirar con atención ya que reproduce dentro de este partido las mismas polémicas que existen en el peronismo. Es importante porque en el Pro también hay matices respecto de la relación con Milei, que se expresan en Patricia Bullrich y Mauricio Macri. Y por último, es relevante debido a que ofrece un panorama del estado de fragmentación en el que se encuentra la política.
Hubo dos dirigentes muy importantes, y conectados entre sí, que salieron a pronunciarse en relación a la decisión tomada por la Convención Nacional. Uno es Alfredo Cornejo, expresidente del partido, ex titular del bloque en el Senado y hoy gobernador de Mendoza, un hombre de muy buena relación con la Casa Rosada, que escribió en un tuit: “La política de mayorías populares no es para sectas, ni se hace con purgas. La UCR no es una agrupación universitaria, es un partido nacional. Esta decisión está mal. Le pido a las autoridades del partido que asuman su tarea de conducir, no que sean la voz de una facción”. Además de referirse a la resolución adoptada, probablemente apunta también contra Martín Lousteau y, detrás de Lousteau, contra Emiliano Yacobitti, muy ligado a la política universitaria.
Sobre este posteo de Cornejo se montó el presidente del bloque radical en Diputados, Rodrigo de Loredo. Este cordobés plantea algo más. Y es que no se trata de la primera vez que experimentan disidencias, donde diputados radicales votan con o en contra del Gobierno diferenciándose del partido. También se está refiriendo a legisladores vinculados a Lousteau, que han tenido su propia política dentro de la misma bancada que él preside. Asimismo, De Loredo deja en claro no querer que la Convención Nacional se entrometa en el bloque que dirige. Más tarde le contestó Gastón Manes, presidente de la Convención, esgrimiendo que esos legisladores no votaron en contra de su bloque: votaron en contra de sí mismos porque cambiaron el voto respecto de la primera aprobación. Y lo hicieron después de negociar con el Gobierno.
Milei realizó el acto del domingo pensando en la campaña. Es algo evidente no solo por las consignas sino también por la escenografía. ¿Quién salió a explicar las medidas del Gobierno? ¿El ministro de Economía? No. El que salió a explicar el presupuesto y los números finos fue José Luis Espert. Hay una justificación institucional. Espert es el presidente de la Comisión de Presupuesto y Hacienda. Pero hay otra razón no tan explícita. Hasta hoy, y por mucho tiempo más, es el candidato del Gobierno para encabezar la lista de diputados nacionales el año que viene en la gran batalla: la elección de la provincia de Buenos Aires. Hay entonces una estrategia sistemática de La Libertad Avanza (LLA) de exhibir a Espert como una figura central de este oficialismo.
Si miramos el panorama general, podemos identificar tres problemas en la presentación del presupuesto, todos vinculados a la consistencia interna de los números. Dos de estos conflictos pueden verse representados en gráficos elaborados por el economista Fernando Marull. Uno de ellos compara la hipótesis de inflación con la que se maneja el presupuesto y las expectativas del mercado. Para los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre del 2024, el Gobierno pronostica una inflación del 1,2% mientras que en enero y febrero del año próximo rondaría el 1,4%. En contraposición, los economistas miran para septiembre y octubre una inflación del 3,5%, 3,3% en noviembre, 3,6% en diciembre y 3,4% en enero y febrero. No hay que dejar de tener en cuenta la inflación real, que fue del 4,2% en agosto. ¿Hay posibilidades de que se produzca una caída de tres puntos porcentuales entre agosto y septiembre como augura el Gobierno, con una inflación que está supuesta en el presupuesto y de la que dependen todos los demás números? ¿Cómo está pensando el Gobierno este problema? ¿Está fantaseando? Gran signo de interrogación.
El segundo problema es la acumulación de reservas. En el siguiente gráfico, Marull nos muestra que las reservas, que hoy son 6696 millones de dólares, deberían ser, según los compromisos asumidos con el FMI, de 8700 millones de dólares. Es decir, el Gobierno tiene un problema para acumular las reservas que necesita por múltiples factores. Uno de ellos podría ser que la relativa reactivación que el Gobierno celebra en algunos sectores determina una mayor demanda de dólares, como ocurre en toda reactivación.
Hay otra razón, que es cuánto interviene el cepo cambiario en que haya una menor oferta de dólares. Pero hay un tercer tema, ligado al anterior, que fue materia de una aclaración del Ministerio de Economía. Hacienda calculó, en el presupuesto que envió al Congreso, que el año que viene habrá un aumento del 100% en los derechos de exportación, o sea, en las retenciones. Cuando se vio ese número, obviamente, todos los sectores ligados a la exportación -pero sobre todo el campo- pensaron que viene un impuestazo. Salvo que haya un boom en el precio de la soja, lo cual no es el caso. Para que haya un salto en la recaudación de retenciones del 100%, lo cual implicaría un aumento espectacular en las reservas, debe haber o ese aumento espectacular en los precios de las commodities o un gran impuestazo.
El Gobierno salió a aclarar que lo que ocurrió es que las retenciones de este año son especialmente bajas debido a las maniobras de Massa, principalmente con el dólar soja, lo que provocó un adelanto significativo de pago de retenciones en 2023. ¿Alcanza esa distorsión para justificar que el aumento de los derechos de exportación sea del 100% en 2025? Es muy dudoso.
Hubo otra noticia económica que el Gobierno celebra y que tiene que ver con el Fondo Monetario Internacional (FMI): finalmente, Rodrigo Valdés, quien es el director del FMI para el Departamento Occidental (es decir, América), fue desplazado de la negociación con la Argentina. Esto era un ultimátum que le había dado Javier Milei a Kristalina Georgieva. En el Fondo dicen que Valdés, quien es un economista muy clásico, se fue porque él mismo no quería estar sometido a las agresiones de Milei. Es una explicación que puede ser razonable y verdadera, pero es poco creíble desde el momento en que el Gobierno comunicó muchas veces que tenía un conflicto con Valdés. Incluso Milei lo calificó como “bolivariano” y “militante del Foro de San Pablo”, una serie de descalificaciones que no tienen relación con la trayectoria de Valdés, quien es más bien un economista de centro o centroderecha. Si no, habría que preguntarle a Federico Sturzenegger, quien es su amigo.
La razón por la cual el Gobierno dice que pone en la mira a Valdés es que, en principio, filtraba información negativa a amigos economistas en el mercado, según funcionarios de la Casa Rosada. También mencionan que hubo alguna demora en un informe técnico del Fondo elaborado por Valdés, para que el directorio retrasara un desembolso y complicara la ecuación financiera del Gobierno. Además, afirman que Valdés jugó para Massa en la campaña electoral. Esto es una exageración, porque en realidad el Fondo jugó para Massa. El gobierno de Estados Unidos jugó para Massa, pero debido a un error de pronóstico. El gobierno estadounidense, bajo la gestión demócrata de Joe Biden, apostaba a que ganaría Massa, pero ganó Milei. Esta es una cuenta que evidentemente Milei guarda en algún rincón de su memoria contra el gobierno demócrata, y esto podría explicar su empeño, más allá de las simpatías personales, en participar de la campaña a favor de Trump y en decir que tanto el candidato republicano como él son las dos personas más importantes del planeta.
Del mismo modo, el conflicto con Lula tiene que ver con que el presidente de Brasil ofreció a Massa su equipo de campaña para que ganara las elecciones. Lula también apostó mal. Estos son conflictos que terminan siendo diplomáticos, pero parten de choques electorales.
Milei gana ciertas batallas y se recuesta sobre ellas: contra la casta, a favor del equilibrio fiscal. Otras no sabemos cómo van a resultar y puede perder. Pide a los gobernadores un ajuste de 60 mil millones de dólares. Es un tema complicado, porque ahora los gobernadores radicales y del PRO han dicho que eso no va a pasar, que no lo quieren. Se trata de un ajuste fiscal a las provincias, algo muy difícil de lograr. Hasta a Carlos Menem le costó, más allá del poder que tenía dentro del peronismo.
Un segundo ajuste muestra a un Milei que no hay que perder de vista: sabe meterse en el barro de la política. En Milei hay alguien astuto, que tiene capacidad para manejar el poder con independencia de sus ideas. Observa a los intendentes, sobre todo a los del conurbano, y decide inducir una medida: la factura del ABL (alumbrado, barrido y limpieza) ya no se podrá pagar con la factura de la luz. Esto significa que la recaudación de los intendentes, ya no vendrá enganchada a la de los servicios que la gente paga. Desde ahora, los intendentes tendrán que seducir a los vecinos para poder cobrar sus ingresos, ya que no tendrán la facilidad de que los servicios, que habitualmente tienen alta cobrabilidad, traigan esas tasas municipales atadas. Es un Milei que está mirando las elecciones del año que viene.
Milei observa la fragmentación de su propio espacio, de sus propios aliados y establece una estrategia: pelear contra la casta y contra Cristina Kirchner. La expresidenta acepta esa pelea. Hay una especie de acuerdo tácito entre ambos: una pelea de dos personas que se eligen como adversarios. Y cuando un político elige a otro como adversario, en cierta medida lo está premiando. Cristina Kirchner también tiene un problema, no de fragmentación, pero sí de desafío interno. Es obvio que la exvicepresidenta, después del mal recorrido electoral de su partido, que ella condujo y en el cual se mantuvo como líder durante muchísimo tiempo, teme un desafío interno que podría materializarse en un movimiento de renovación. Ese temor podría estar encarnado en la figura de Axel Kicillof.
Por eso comienza a haber un desafío de Cristina hacia Kicillof y la búsqueda de un eje de contradicción entre ella y el Gobierno, no entre Kicillof y el oficialismo, que es lo que busca el gobernador bonaerense. Esto está disimulado dentro del kirchnerismo. No es una pelea abierta de Kicillof contra Cristina. El gobernador, al igual que Alberto Fernández, afirma que nunca se va a pelear con la exmandataria. Es una promesa que se hace a sí mismo, aunque la política y el poder luego disponen. Pero sí existe una disputa entre Kicillof y La Cámpora. Es un tema muy interesante porque plantea hasta dónde está Cristina encerrada en los límites de La Cámpora.
Aquí surge una pregunta más profunda: ¿Hasta dónde puede Cristina concebir la sucesión de su propio liderazgo fuera de su entorno familiar? Podemos indagar en esa cuestión: ¿qué habrá observado Cristina en Cuba, mientras vivía allí cuidando a su hija? Porque mientras estaba en Cuba, se daba allí un proceso de sucesión no familiar, de los Castro a Miguel Díaz-Canel. Ahí está Kicillof, esperando que ocurra un proceso similar. Mientras tanto, Cristina privilegia la relación con su hijo, la misma que la llevó a que fuera Florencia Kirchner quien le entregara el bastón de mando tras la muerte de Néstor.
Sobre este telón de fondo de la eventual y resistida sucesión del liderazgo de Cristina -porque hasta ahora no hay nadie que pueda ganarle- aparecen conflictos muy interesantes. Jorge Ferraresi, el intendente de Avellaneda, organizó un acto en contra de Mayra Mendoza en Quilmes. Hizo lo mismo con Julián Álvarez en Lanús, ambos de La Cámpora. Ahora, le respondieron: los dos intendentes le iniciaron una causa judicial por la relación de Avellaneda con el Puerto de Dock Sud, que es la principal fuente de ingresos del municipio, ya que la recaudación en el puerto es la más importante para los servicios municipales. A Ferraresi, y a Kicillof por elevación, le pidieron algo delirante: que Avellaneda pague por el daño ambiental que generan los camiones que transitan entre Quilmes y Lanús. Es decir, ¿se está empezando a considerar un impuesto por el daño ambiental que causan los camiones en circulación? ¿Tendrá que pagar Jorge Macri por los camiones que transitan hacia Aeroparque o hacia el puerto?
No importa si la idea es razonable o no, lo importante es que se ha desatado una pelea entre kirchneristas como Ferraresi, que representa al Instituto Patria, y La Cámpora. Y Ferraresi, además de ser del Instituto Patria, es cercano a Kicillof. Hay también una especie de paranoia por parte del gobierno bonaerense, donde dicen que cada vez que organizan un acto, el día anterior aparece Cristina. “Organizamos un acto en San Vicente para celebrar la Quinta de San Vicente, donde están los restos de Perón, y el día anterior Cristina da una entrevista a Pedro Rosemblat en Gelatina para hablar de Perón”, explicó un funcionario cercanísimo a Kicillof. “Teníamos pensado hacer un acto en la costa, en Santa Clara del Mar, y Cristina organiza uno el mismo día para recibir un doctorado honoris causa en la Universidad de Merlo”.
Se dice que, para ocupar el centro de la escena y evitar competencia, Cristina le pidió a su cuñada Alicia Kirchner que postergara el doctorado honoris causa que también le iban a otorgar, tras meses de gestión de su equipo de publicidad, en la Universidad de Lanús. Entonces, en el gobierno provincial especulan: ¿hay una tarea sistemática de Cristina para minar su campaña? ¿Qué rol juega en esto Nacho Saavedra, socio eterno de Wado de Pedro, en una empresa de organización de actos? No es Saavedra, que ya está viviendo en Miami con lo que recaudó durante el gobierno anterior, sino Santiago Alfís el que organiza los actos de Cristina y Kicillof. Hay quienes se preguntan si es él quien le pasa la información a Cristina para que luego los boicotee. ¿Doble agente? Los chicos de La Cámpora son astutos. ¡Cuánto que aprender!
Esa polarización que Milei elige en contra de Cristina y que ella elige en contra del Presidente tiene otra manifestación, que afecta al Gobierno: la composición de la Justicia. Juliana Di Tullio ya dijo que no votarían a los candidatos a jueces propuestos por Milei, porque están en la vereda opuesta. Hablaba de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla. Di Tullio es importante porque es la encargada de este tema en el Senado, encomendada por Cristina. Ahora se suma José Mayans, presidente del bloque de Unión por la Patria y formoseño. Es relevante que sea formoseño, porque Lijo tiene derecho a pedir el voto de los peronistas de esa provincia: en su momento le salvó la vida al gobernador Gildo Insfrán, que estaba enredado en maniobras irregulares con The Old Fund, la caja negra de Amado Boudou. Lijo envió esa causa a la justicia formoseña. Mayans ahora dice que nadie habló con su bloque, que no hubo negociación en temas judiciales, los cuales no solo implican a la Corte, sino también al procurador general de la Nación. Mayans está hablando de la falta de negociaciones oficiales. Entonces, ¿qué eran las conversaciones entre Wado de Pedro y Santiago Caputo, mediadas por Guillermo Garat, el hombre de Caputo en YPF? ¿Las desautoriza Mayans? ¿A quién representaba De Pedro? ¿Es parte de un pacto entre La Cámpora y Santiago Caputo? Algunos sugieren que esto último podría ser cierto, ya que resulta llamativo que en una sesión especial del Congreso para revertir el veto de Milei contra la fórmula de actualización de las jubilaciones, ni Fernanda Raverta, ex-Anses, ni Luana Volnovich, ex-PAMI, que además es diputada, mencionaron el tema. No hablaron sobre los jubilados, siendo voces destacadas de La Cámpora en este asunto. ¿Hay un acuerdo? No lo sabemos, pero en el peronismo muchos creen que sí.
Mayans dice algo más: que es necesario hablar sobre el procurador general de la Nación, el jefe de los fiscales, quien tendrá un poder enorme. Aquí surge una figura importante: Juan Bautista Mahiques, encargado de la fiscalía de la ciudad de Buenos Aires y candidato de un sector del macrismo. Sin embargo, tiene un inconveniente: su propio padre, el “boxindanga” Carlos Mahiques, miembro del tribunal de la Cámara de Casación que falló a favor de que Ángelo Calcaterra no había pagado sobornos, como indicaba la causa “Cuadernos”, sino que sólo había aportado a la campaña del gobierno de Cristina. Este fallo lo saca de la causa y probablemente desmorone toda la investigación, ya que otros empresarios ahora dicen que quieren ser como Calcaterra, argumentando que tampoco pagaron sobornos. Carlos Mahiques carga con este problema, que complica la carrera de su hijo para ser procurador general.
No obstante, estos enredos familiares se intensifican aún más, ya que la Unidad de Información Financiera (UIF) pidió la nulidad de ese fallo firmado por Carlos Mahiques, Diego Barroetaveña y Daniel Petrone. La UIF está dirigida por Ignacio Yacobucci, hijo de Guillermo Yacobucci, juez de Casación y rival de Carlos Mahiques desde su época de estudiantes en la UCA. ¿Los tres jueces que firmaron ese fallo aprovecharán el pedido de nulidad para revisar la situación de Calcaterra, quien terminará siendo alguien que sí pagó sobornos? ¿Es este un gesto de Carlos Mahiques hacia el kirchnerismo para que su hijo pueda prosperar en su carrera hacia el cargo de procurador general de la Nación? Cristina Kirchner no los quiere a los Mahiques. Wado de Pedro sí, ya que es amigo de ellos en Mercedes.
Todo este enredo tiene que ver con el poder que se discute en una Justicia contaminada e impugnada. Y si no, basta con mirar al CIADI, el Tribunal de Controversias del Banco Mundial, donde la firma Abertis ahora reclama más de 200 millones de dólares, reprochando, entre otras cosas, las disposiciones arbitrarias del entonces juez Rodolfo Canicoba Corral, por una renegociación de tarifas de autopistas que fue correcta. Canicoba Corral buscaba vengarse del macrismo y de sus funcionarios porque no le habían firmado una prórroga en su cargo de juez, lo que lo llevó a la jubilación. Ahora, el Estado argentino podría tener que pagar 246 millones de dólares por el comportamiento de ese exjuez. Lo institucional, lo judicial y lo económico, están entrelazados. Aunque a Milei le cueste entenderlo cuando postula al juez Lijo.
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