El triunfo de Sergio Massa
Detrás de la recuperación del candidato oficialista aparece el factor bonaerense y la dependencia de Cristina Kirchner; la presión como método; hoy, subasta clave: 5G; los desafíos por delante de Javier Milei
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Pocas encuestas daban como ganador a Sergio Massa. Muchas lo daban como uno de los protagonistas del ballottage. Sin embargo, hubo algunas que vieron el resultado mejor que otras. Uno de ellos fue su cuñado Sebastián Galmarini, que lo daba primero desde hacía dos semanas. La encuesta de Raúl Timerman y Shila Vilker, terminada el sábado, también observaba ese resultado. Federico Aurelio, a mediados de la tarde del sábado le mandó un mensaje a Massa que decía: “Estás primero en el ballotage”. También Cristian Buttié, de CB, acertó. Y la encuesta de la consultora Atlas que el propio Massa tiene contratada, entre los muchos equipos brasileños, fue otra de las que lo dio primero en el ballotage. Este fue un cisne blanco, o en todo caso gris, pero no algo totalmente imprevisto. Lo que sí es sorprendente es el nivel de recuperación que logró Massa: 3.200.000 votos, contra 700.000 votos que mejoró Javier Milei y otros 400.000 que perdió Patricia Bullrich respecto de las primarias del 13 de agosto.
Es fascinante mirar el movimiento de las piezas, los argumentos, las alianzas y estrategias de cada candidato. Pero mucho más importante, para entender lo que pasa y lo que va a pasar en la política argentina en los próximos tiempos, es advertir que esas piezas se mueven sobre un tablero que ha cambiado. Lo vimos en las elecciones del 2021, con muchísima claridad el 13 de agosto y quedó corroborado en las elecciones del domingo. Hay un movimiento de recuperación del peronismo sobre un mapa, sobre un campo de juego modificado.
Primero, hay que ver la recuperación y los métodos para recuperarse. Y después, cuál es el cambio estructural que está ocurriendo hoy en la política argentina. La consultora Cenital, de Facundo Cruz y Blas Lantos, hizo un trabajo que permite analizar los niveles de recuperación y de pérdida de cada uno de los protagonistas de la elección en los distintos distritos. Tiene datos muy relevantes. Entre ellos, si vemos el desempeño de Massa en Santa Cruz, hubo una recuperación del 60%. En Salta, una provincia muy ligada a Massa, obtuvo un 84% más de votos que en las elecciones del 13 de agosto. Tucumán es importante porque subió un 50% para el oficialismo y cayó un 26% para Juntos por el Cambio, al igual que en Tierra del Fuego (-24%) y La Rioja (-27%). Es evidente que hay distritos en donde JxC directamente se desactivó en beneficio de Massa y no de Milei. El candidato libertario, en Salta por ejemplo, no da un batacazo. Simplemente, mejora un 6%. Sin embargo, el dato electoral es el aumento de Massa en la provincia de Buenos Aires, donde trepó un 47,89%. Son muchísimos más votos que todos los demás porcentajes de recuperación.
Asimismo, los números de la provincia de Buenos Aires nos indican algo que está pasando en la Argentina desde el advenimiento de Duhalde al poder pero, sobre todo, desde que los Kirchner heredan a Duhalde. Y ahora todo este lento proceso político se ratifica en estas elecciones: la conurbanización del peronismo y de la política.
El mejor ejemplo es el trabajo que produjo el lunes el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), instituto de estudios y de formación de dirigentes del jesuita Rodrigo Zarazaga. A él le interesa mirar la cantidad de votos en el conurbano de las tres principales fuerzas políticas. Y descubre algo significativo. De compararse la elección del 13 de agosto con la del domingo, Massa suma 1.116.038 votos. Pasa de 2.100.000 a 3.200.000. Lo relevante es que no solo mejora en el conurbano. Este millón cien es la parte principal de la recuperación general de Massa. Massa sumó entre el 13 de agosto y los comicios pasados, a nivel nacional, aproximadamente 3.200.000. De este total, 1.116.000 vienen del conurbano. Por su parte, la pérdida de votos en el conurbano para Patricia Bullrich fue de 128.000, lo que puede considerarse una mala elección en la primera sección electoral, donde tendría que haber mejorado. Milei, a su vez, experimentó una leve recuperación o mejora, con 203.000 votos más, sufragios que proceden de una zona que, en una visión prejuiciosa o convencional, le tendría que haber sido adversa.
Hay una dependencia de Massa con el conurbano, que se traduce en una dependencia de Massa con Cristina Kirchner, que sigue siendo la figura principal de la representación de los sectores más vulnerables en esta geografía. Esto es importante porque hoy Cristina Kirchner es la que más colabora a una escena lógicamente montada que consiste en ocultar la negatividad que la rodea frente a sectores muy amplios de la sociedad, sobre todo en temas como la corrupción. Pero cuidado, Cristina Kirchner está agazapada en el número que cosechó Massa en el conurbano. Quiere decir que, cuando pase la campaña, nos vamos a encontrar con que Massa va a tener que definir cuál es su relación con Cristina, así como la tuvo que definir Alberto Fernández. Entonces, tenemos un peronismo conurbanizado, un Massa muy dependiente del conurbano y eso significa un vínculo especial con Cristina Kirchner.
El estudio del CIAS exhibe la relación entre el conurbano y el voto nacional de Unión por la Patria. A nivel nacional, pasó de 6.400.000 a 9.600.000, una diferencia de 3.100.000 de votos. En el conurbano, pasó de 2.176.000 a 3.290.000, una diferencia de 1.116.000. Por ende, de 3.185.000 votos, que es lo que Massa y el peronismo mejoran en términos absolutos en todo el país, 1.100.000 se lo deben al conurbano, que es el 35%. Esto nos muestra un mapa demográfico electoral de la política peronista. Dejan entrever las fortalezas y debilidades de Massa frente a Cristina Kirchner, La Cámpora y el kirchnerismo. Es importante ver estos trabajos para calibrar la consistencia y el nivel determinante que tiene esa alianza para cualquier proyecto de Massa.
Dentro de estos números se esconde otro dato: el triunfo de Axel Kicillof. Logró sacar el 48% de los votos. Pero hay que hacer una advertencia. Son números muy impresionantes hoy, pero si se los compara con sus marcas anteriores, de 2019, todo es un retroceso para el peronismo. Entre el 2019 y el 2023, gestión de Alberto Fernández, perdieron tres millones de votos. Lo mismo pasó con Kicillof, que no es el Kicillof de antes. Pero revalidó su título. ¿Por qué es importante esto? Porque los que quieren hilar muy fino, quieren ver mucho hacia delante y buscan problemas donde no los hay, observan: “Cuidado porque Kicillof no tiene reelección”. Entonces, en la cabeza del actual gobernador de la provincia de Buenos Aires puede anidar ya un proyecto presidencial. Y ahí se arma nuevamente un triángulo que viene funcionando en la política bonaerense y el peronismo desde hace cuatro años: Máximo Kirchner y La Cámpora aliados a Sergio Massa en contra de Kicillof. El domingo, en el acto de clausura electoral de Massa, hubo un detalle interesante que a ningún peronista de los que estaban allí se le escapó: cómo el “Cuervo” Larroque, cada vez más distanciado de Máximo Kirchner y cercano a Kicillof, copó el acto. Sus seguidores gritaban “la Patria es el otro”, el nombre de su agrupación. Se abre entonces otro drama en la política del peronismo bonaerense a partir de los resultados de este domingo.
¿A qué se debe esta recuperación? A mil cosas. Una de ellas, una campaña súper profesional de Massa, que estuvo apoyado por varios aparatos de consultoría. La segunda, algo que Massa sabe ejercer como nadie, es la capacidad extraordinaria para presionar y trabajar sobre la debilidad del otro. Hubo presiones de todo tipo. Entre varios casos, hay uno que vale la pena destacar, y que se encuentra dentro de la ley. Hay una carta que la dirigen desde la Dirección de Migraciones a una persona de origen paraguayo que tiene residencia transitoria, está habilitada para votar en las elecciones municipales y provinciales, y le recuerdan: “En esta oportunidad, lo contactamos desde la Dirección Nacional de Migraciones, dependiente del Ministerio del Interior de la Nación, debido a que nos ha informado la Junta Nacional Electoral sobre su inasistencia a las PASO del 13 de agosto. Le recordamos que, según la ley vigente, tiene que votar este 22 de octubre”. Esta carta la han recibido muchísimos inmigrantes que tienen la posibilidad de votar en los municipios y en las provincias. No dejaron ningún resquicio sin pensar, más allá de las presiones a empresas que pueden seguir apareciendo. De hecho, el lunes llegó a la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados una separata del presupuesto para discutir un tema ultra sensible: exenciones impositivas. Todos aquellos sectores de la economía que tienen un beneficio fiscal van a estar ahora en la parrilla del oficialismo. Seguramente alguien les hará notar que hay que alinearse políticamente para que no caiga la guillotina.
Hablando de la relación entre poder y negocios, hoy martes se realiza una subasta estratégica que toca en el centro a los medios de comunicación y las telecomunicaciones en general: la subasta del nuevo sistema 5G, que reemplaza al sistema de comunicaciones actual que es el 4G. Hay tres oferentes, por 100 MHz dos de ellos y por 50 el otro. Son Telecom, que es el Grupo Clarín, Claro, de Carlos Slim, y Telefónica, que compra solo la mitad del espectro radioeléctrico que está en oferta. Van a pagar 350 millones de dólares cada uno, dólares que pueden traer de afuera a través del contado con liquidación, liquidarlos acá, comprar los pesos y pagar esos 350 millones de dólares con dólares oficiales. Es un gran beneficio que hace pensar que la cifra parece muy alta pero no lo es. Massa fue llevando este proceso -él lidera el sector de telecomunicaciones en el Estado porque es el jefe político de quien preside el Enacom- hasta un momento crucial de la campaña electoral. Hay una maquinaria pensada por alguien como Massa que conoce como nadie la estructura del poder y del Estado.
Todas estas intervenciones de la política, que van desde los inmigrantes hasta las empresas, son nada al lado del cambio estructural en el que el peronismo tiene alguna intervención, pero que se produce por sí solo: la división opositora. El espacio del voto no peronista se ha fracturado. Está ocurriendo en el no peronismo lo que ocurrió en el peronismo entre el año 2013 y 2017 cuando se dividió gracias a la irrupción de Massa. En alguna medida, toda comparación es imperfecta, Milei juega hoy el papel que jugaba Massa para el oficialismo de Cristina en el período que va desde 2013 hasta 2015.
Es una división opositora que hay que mirar en los números. Massa sacó 37% de los votos. Es lo que tiene de propio. Es importante ver esto, importante para todos los regímenes de ballotage. Las decisiones antipáticas, los ajustes para dominar o encarrilar la economía, van a tener un máximo de 37%, si es que llega a la presidencia. El resto es todo voto prestado el que pueda obtener de un ballotage, lo mismo vale para Milei, que sacó 30%. Eso es lo que tiene de propio. Más allá de que tiene una situación muy frágil en el Congreso. A Massa le faltan nueve votos, si llegara a la presidencia, para tener quórum propio en la Cámara de Diputados. A Milei le faltarían 91.
Es importante entender la transformación que hay en el terreno, que habla de una política más fragmentada en el campo no peronista, donde juntos, tanto Milei como Patricia Bullrich sacaron 14 millones de votos contra los 9 millones 600 de votos de Massa. Milei 30%, 24% Bulrich, 54% ambos. Son votos no peronistas, son votos que le dijeron que no al Gobierno y que le dijeron que no a Massa. Pero están divididos. En parte porque esa división también fue alimentada por Massa con mucha astucia desde el comienzo de este gobierno. Fortaleció a Milei de distintas maneras: económicamente, a través de medios de comunicación que le son afines, le puso gente en las listas. Es interesante saber cómo va a funcionar todo el massismo que está dentro de la estructura de Milei de aquí al ballotage. Vamos a ir viendo qué niveles de lealtad le guardan a Milei o qué niveles de lealtad le guardan a Massa.
¿Cuáles son las razones de esta división? Se pueden encontrar muchísimas pero es evidente una: la crisis que se abre en Juntos por el Cambio a partir de que Mauricio Macri deja el poder. Es una crisis no saldada, que nunca se analizó en lugar de una discusión abierta, lo cual impide reconciliar a parte del electorado con esa fuerza política. Mucha gente piensa: “La sacamos a Cristina para ponerlo a Macri y después tuvimos que sacarlo a Macri; para resolver los problemas que Macri no resolvió, lo trajimos a Alberto Fernández con Cristina; los problemas siguen estando: la inflación, los desbarajustes cambiarios, los problemas de deuda siguen estando, ninguna política económica logra sacar a la Argentina del estancamiento. ¿Los responsables no serán todos?”. Sobre esta percepción germina el discurso de Milei contra la casta. Ahí hay un problema central que es el gran factor de división del campo opositor. Este es el principal dato que alimenta el triunfo de Massa. Es un triunfo basado en la división del otro más que en la propia potencialidad. porque el peronismo entre 2019 y anoche perdió casi cuatro millones de votos.
¿Cuál es la estrategia de Massa de ahora en adelante? Ya está fragmentada la oposición. Entonces, fragmentarla más. Trabajar sobre la interna y las tensiones de JxC, que no inventa Massa. Una vez que el kirchnerismo empieza a atravesar un proceso recesivo y se convierte en un factor que no genera los miedos que generaba antes, el motivo más importante de unidad de Juntos por el Cambio, que es resistir la posibilidad de que en la Argentina se instale una especie de dictadura bolivariana, ya no está más. Desaparecido ese miedo, que es el que constituyó a JxC frente al kirchnerismo, la coalición empieza a resquebrajarse. Reaparece un conflicto entre los radicales y el Pro, que representan dos tradiciones distintas: una tradición más conservadora y una tradición más socialdemócrata dentro de una misma coalición. Eso no lo inventó Massa, eso está ahí. Massa lo que empezó a hacer desde anoche es estimular esa fisura. Anoche le dedicó una parte del discurso expresamente a los radicales hablando de valores que para los radicales son importantes y para el resto de JxC, sobre todo para el macrismo, no son tan importantes y hacen que el macrismo sea más afín a Milei. Por ejemplo, la educación pública gratuita.
La estrategia en la que se constituye el proyecto de Massa de acá al 19 de noviembre es seguir yendo hacia el centro con la garantía de que la espalda la tiene cubierta porque tiene escriturados los votos del peronismo. Tampoco le cuesta tanto ir hacia el centro. Porque más allá de las idas y vueltas que puede haber dado en los últimos años de su biografía política, nunca negó, por ejemplo, que Venezuela es una dictadura, nunca propuso estatizaciones, nunca tuvo -más allá de unas conductas larvadas en el Congreso- una posición de enfrentamiento radical contra la Corte. Preservó algo de la identidad anterior a su reconciliación con Cristina, que ahora lo vuelve especialmente hábil como para ir a buscar un voto que no es el voto kirchnerista. Apunta, obviamente al voto radical, a un voto de Pro más tipo Larreta, que no es un voto tan recalcitrante liberal. Y apunta también al voto de alguien que ayer realizó en su escala un milagro, Juan Schiareti, quien duplicó el caudal que había sacado el 13 de agosto. Pasó de 900 mil a 1.800.000 votos. Ahora, Massa lo llama “Juan” y exagera su amistad con Schiaretti. Y en cualquier momento va a convocar la memoria de José Manuel De la Sota, con quien Massa estuvo aliado en el año 2015.
Todo esto está rodeado de una estética que se vio este domingo en el acto: la bandera argentina y poca simbología peronista. Massa se encargó de que, mientras estaban las cámaras de televisión mirando el momento más importante del acto, se repartieran camisetas de la selección y banderas argentinas. Curiosamente no hubo banderas de La Cámpora. Se ve que los muchachos se las olvidaron. Pero, es evidente que hay una maquinaria de campaña que funciona muy aceitadamente buscando el voto de centro.
Toda esta estrategia y argumentación se sostiene en una consigna que la vamos a ir viendo cada vez más explícitamente. Esa consigna no tiene nada que ver con definiciones de los peronistas o de Unión por la Patria respecto de sí mismo sino con la caracterización de Milei. Vamos a ir viendo cada vez más cómo el aparato de comunicación massista u oficialista va mostrando a Milei cada vez más como un fascista en una oposición “democracia o fascismo”. Este es un tipo de argumento que se está repitiendo en América Latina, en distintos países, en general, con el asesoramiento del mismo grupo de expertos en marketing electoral, que es gente que rodea a Lula Da Silva. En el caso de Massa hay dos consultoras brasileñas. La más importante fue puesta a disposición de Massa por Edinho Silva, que fue el jefe de campaña de Lula y tiene varios asesores interesantes. El más relevante es Otavio Antunes, el cerebro que está detrás de la campaña de Massa, sobre todo en esta caracterización que interpela al radicalismo, a la Coalición Cívica y a sectores del Pro, con la pretensión de decirles: “¿Ustedes van a estar al lado de un fascista, si comparten con nosotros determinados valores?”. Ese fue el discurso del domingo de Sergio Massa.
Esto forma parte de una política regional e internacional. No en vano Lula le dijo a Joe Biden, cuando estuvo con él, que en la Argentina la democracia corre peligro por Milei. Apareció el Papa. Él, personalmente, dándole una entrevista no a cualquier medio sino a la agencia del Estado, Télam. Lo hizo, con toda la astucia que tiene Jorge Bergoglio, antes de la primera vuelta, para decir, sin nombrarlo - pero el que quiere entender entiende- que apareció “un falso mesías”, Milei. ¿Por qué lo hizo antes? Porque si lo hiciera ahora, ese mensaje sería de apoyo expreso a Massa, que el Papa no quiere dar, entre otras cosas, porque sigue en conflicto con Massa por viejos enfrentamientos de la época de Kirchner. Intervino la Iglesia de manera muy fuerte, tan fuerte que la peregrinación a pie a Luján de este año estuvo decorada con carteles contra Milei que contraponían Milei contra la justicia social, Milei contra el Sagrado Corazón de Jesús, Milei contra el Papa. Todo esto es un aporte enorme que le hizo la Iglesia a la oposición, a Milei y, sobre todo, a la campaña de Massa. Inclusive, más allá de lo que le puede interesar al Papa fortalecer a Sergio Massa.
A esto se agrega China, que sin duda hace una jugada geopolítica diciéndole esta semana a Alberto: “Si tenés problemas con el dólar, te habilitamos un segundo tramo del swap”. Y Massa lo agradece en una entrevista con enviados extranjeros a cubrir la elección de este domingo. Porque Milei, abiertamente, tiene expresiones anti-China y porque también Patricia Bullrich, si bien no habló en contra de China, habló en contra de la entrada de la Argentina a un club que ya es un club chino, que es el club de los BRICS.
Del otro lado, para que esta escena de internacionalización de la campaña se complete, llega Eduardo Bolsonaro, el hijo del expresidente, con un grupo de líderes americanos y europeos de ultraderecha a celebrar la campaña de Milei, antes de que se realice la elección, en un almuerzo en el Hotel Alvear, con Victoria Villarruel, la candidata a vicepresidenta de LLA. Esta internacionalización del discurso, esta adopción de consignas que se están dando en toda América Latina en relación con populismos de derecha, se completa con una operación que es evidente por parte de Unión por la Patria: ocultar a Cristina y a Alberto Fernández. Ocultar a Cristina no es tan fácil porque suceden cosas como que le concede una entrevista a Rafael Correa al sitio RT (Russia Today) para hablar de lawfare.
Es interesante la aparición de Cristina Kirchner, aunque no sabemos si muy conveniente para Sergio Massa porque contrasta con todo el enorme esfuerzo de moderación que está haciendo en relación con la justicia, con los medios de comunicación, con los sectores de la sociedad que aprecian estos valores de independencia judicial, de independencia y capacidad crítica de los medios. No es la mejor irrupción para la campaña de Massa, pero obviamente no es casual, es una irrupción al día siguiente del triunfo de Massa, que le da una pincelada de radicalización kirchnerista a la fiesta. El mismo día que un falló de Casación -no sabemos si esto es lawfare- termina absolviendo a Cristóbal López y a Fabián de Souza; condena, en cambio a Ricardo Echegaray, por aquello de que la empresa de López se financiaba con impuestos que tenía, que transferir a la AFIP.
Tiene algo típico de esta caracterización que hace Cristina Kirchner de lo que ella llama lawfare: la intervención de medios de comunicación hostigando y persiguiendo, que es lo que está haciendo todo el aparato mediático de Cristóbal López que está siempre puesto al servicio de Cristina, con Hugo Alconada Mon, un periodista consagrado de La Nación, castigado por el solo hecho de haber investigado. ¿Lawfare contra Alconada Mon? Probablemente.
La contracara de esta escena oficialista donde irrumpe Cristina Kirchner de esta manera, arruinando un poco la estrategia de Massa, es el debate que se abre en JxC. Hay un sector liderado por Macri que dice “las ideas de Milei son nuestras ideas”. Mucha gente de ese sector dice: “Está pasando todo esto porque en su momento, cuando lo propusimos, no permitieron que incorporáramos a Milei a JxC. Bueno, ahora pagamos el costo”.
Bullrich, el domingo a la noche, se plegó a esta idea sumándose al discurso de Milei de “esto es kirchnerismo o antikirchnerismo”. Hubo una discusión, era obvio que la iba a haber porque se están llevando pésimo desde hace mucho tiempo, entre Macri y Carrió, porque ella puso como condición del discurso de Bullrich que ella quería sentirse representada en ese discurso si Bullrich no adhería a la candidatura de Milei. Carrió propuso libertad de acción para los simpatizantes de la Coalición Cívica frente a la opción Massa o Milei. Es como llamar a votar en blanco. Algo parecido a lo que probablemente termine haciendo la UCR cuando reúna a las autoridades de su convención y a todo el elenco federal que conduce al partido en el Comité Nacional. Allí está Gerardo Morales, muy ligado a Massa, muy presionado por Massa por la mala situación que atraviesa el oficialismo jujeño, sobre todo después de los resultados de este domingo.
Apareció Horacio Rodríguez Larreta este lunes, diciendo “yo no puedo ni pensar en aproximarme a Milei, -entre otras cosas por las cosas que dijo de él-; no creo en alguien que usa el agravio para hacer política. Tampoco le voy a dar la mano a Massa porque es kirchnerista”. En ese supuesto equilibrio de “no estoy con Milei ni estoy con Massa”, el mensaje central es “no estoy con Milei”. Porque nadie iba a pensar que JxC iba a estar con Massa. No hace falta aclarar que JxC no es kirchnerista ni es peronista, la duda es si van a apoyar o no a Milei, con el que sí sectores de JxC tienen una aproximación ideológica. El no a Milei es un tácito sí a Massa que nunca van a pronunciar.
Hay una disputa entre dos ejes discursivos. Es dictadura o fascismo o kirchnerismo y antikirchnerismo. En el fondo, es una discusión frente a dos tipos de populismo. ¿Se puede dividir Juntos por el Cambio en esta película? Tiene sus propias motivaciones para dividirse, no necesitan de Massa. Pero también tienen sus propios motivos de cohesión. Uno de ellos, muchas veces invisible, es que los gobernadores de JxC necesitan que los bloques de sus legislaturas estén unificados.
Esta trama de JxC sobre la que opera Massa, tratando de que no haya un apoyo a Milei, tiene una instancia crítica en la Capital Federal. Jorge Macri quedó a las puertas de ganar sin necesidad de ir al ballotage. Le faltan monedas, un pequeño porcentaje: 0,4. Leandro Santoro, el candidato del peronismo, dice “yo no me quiero bajar. Tengo la aspiración a ir a esa pelea y a traerme el voto de los radicales de Lousteau, que se parecen mucho más a mi que a Macri”. Ahí es donde aparece, en el fondo, la voz de Massa que dice: “Macri, ¿no querés que te lo baje a Santoro? A mí me convendría porque no te quiero movilizado buscando votos, que serían votos que irían a Milei el 19 de noviembre. Eso sí, si lo bajo a Santoro, quiero que vos también te pronuncies contra Milei”. Para la fantasía de Massa, valdría el doble. Sería un Macri contra otro Macri. Y Jorge Macri tiene una ecuación compleja en la Legislatura. Depende de votos radicales y de votos de Carrió, que son anti-Milei. Así se abre un juego interesante en la Capital Federal, que Mauricio Macri debe estar mirando muy de cerca, tratando de influir para que su primo no se deje tentar por los cantos de sirena de Massa. Jorge Macri conoce a Massa desde hace muchísimo tiempo, por la política bonaerense que ambos compartían. Más aún: en 2013, cuando el Pro fue detrás de la candidatura a diputado de Massa, el acuerdo se negoció con Jorge Macri.
El principal objetivo de Milei, es apelar a una oposición peronismo/anti-peronismo. Pero tiene que neutralizar otras campañas, aquellas que lo presentan como un personaje fascistoide, intolerante e insultante. Alguien insensible frente a las necesidades de los vulnerables. El domingo él algo pescó de eso, al decir “vengo a eliminar privilegios, no a quitar derechos”. Hay un argumento económico importante en la campaña de Massa que es el de la microeconomía: “te van a dejar sin salud pública, sin escuela pública, sin los remedios del PAMI”. Lo tiene que contrarrestar Milei en una campaña que va a tener que recrear. Mientras tanto, en la Argentina en la que gana Massa, subieron dos acciones en la Bolsa: Mirgor, curiosamente del viejo socio de Macri, Nicolás Caputo, y Banco Macro, que tuvo un gran vínculo con la carrera del candidato de UP, sobre todo en vida de Jorge Brito.
Massa ganó con el 37% de los votos. La endiablada agenda económica que tiene que enfrentar, la tiene que enfrentar con el 37% de los votos. Todo lo que consiga es prestado. Milei salió segundo con el 30% de los votos. Todo lo que consiga desde esa cifra hasta más del 50%, que es lo que le permitiría ganar, también es prestado. La democracia argentina, que parecía amenazada en la década anterior por una gran concentración del poder, ahora parece más amenazada por la fragmentación. Por lo tanto, el desencanto, el desapego y la bronca están desafiados por este problema. Vemos una agenda muy complicada y vemos el instrumental político para resolverla. Y en vez de aliviarnos en nuestras preocupaciones, dormimos menos.
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