La mutua limitación, signo de la democracia
El debate sobre la ley de ganancias desnudó una cuestión central para la organización de nuestra vida común: la democracia es un régimen de autolimitación, como ha sido llamada por Alain Rouquié.
Esta reforma impositiva tan relevante exhibe una zona de sombras y un horizonte de expectativas. La cultura política democrática es una cultura de la autolimitación de la propia fuerza de los diversos actores, tras el propósito de la coexistencia colectiva. A veces, los límites no están trazados de antemano, y son los grupos y los propios ciudadanos quienes deben limitarse a través de las leyes que adopten. La sociedad no puede sobrevivir sin institución, sin ley y sin un régimen de autolimitación.
La democracia es la expresión de la necesidad de una limitación mutua que se explica por las arbitrariedades que pueden proceder del Estado, por el poder temerario que pueden ejercer las corporaciones y los grupos, y por las posibles pretensiones abusivas de los individuos. Con el enfoque de la limitación mutua se puede hallar una solución a las discrepancias de los intereses sectoriales contrapuestos y en competencia. El Estado nacional -protagonista central de una sociedad pluralista- no está exento de esta regla.
Cuando se discute Ganancias, por ejemplo, se abre un conflicto de grandes proporciones entre la Nación y las provincias (porque es un impuesto coparticipable), entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, y entre el Gobierno y la CGT. Por tanto, cualquier modificación o alteración de lo establecido requiere de un sólido consenso entre múltiples actores, que sólo se puede lograr si se han armonizado los diferentes intereses en pugna, a través de un riguroso proceso de discusión.
El Estado moderno es un Estado fiscal. Su nacimiento se explica también a partir de las finanzas públicas. Estado e impuesto son nociones consustanciales. El impuesto a las ganancias, que genera tanta tensión, tiene un papel central en la estructura de la obligación tributaria, más allá de las especulaciones políticas.
La democracia es una construcción social. Es un régimen artificial que es el resultado de un acto convencional, de creación colectiva y un acuerdo global dentro del cual las diferencias se resuelven con votos -respetando la legitimidad constitucional- y no con violencia, lo que no significa negar que el conflicto sea inherente a la política. La democracia es conflicto sin violencia.
Las sociedades viven y permanecen en conflicto; están muy lejos de ser sociedades conciliadas. No hay duda de que el conflicto es uno de los elementos constitutivos de las relaciones sociales, por ello se transforma en un tema fundamental de la política democrática. El objetivo de ésta no es la eliminación de la división, sino la búsqueda de la unidad en un contexto de conflicto y diversidad.
Justamente la política democrática favorece los intercambios posibles entre los miembros de la sociedad. La política es la destreza de conducir y arbitrar los conflictos para que sigan siendo negociables. La Argentina no ha encontrado todavía su rumbo con el nuevo gobierno. El desafío de Cambiemos, con minoría en el Congreso, es hallar el lugar de una política estratégica, que pueda trascender escenarios electorales, para poder convertirse en una verdadera fuerza de cambio.
Politólogo e investigador en la Universidad Nacional de Rosario
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