La tensión entre los bloques de Cristina Kirchner y Alberto Fernández se traslada al campo inflamable de la energía
La pandemia disimula el choque de placas que tiene lugar en la estructura de la coalición gobernante, ese conglomerado nacido con el propósito de desalojar al macrismo del poder que expresa ahora sus contradicciones internas. El epicentro de las fricciones se había ubicado antes en la Anses; pero finalmente la designación de Fernanda Raverta resolvió la tensión en favor de Cristina Kirchner y su hijo, Máximo Kirchner. Ahora las colisiones se libran en el territorio inflamable de la política energética.
El lunes pasado, el cristinista Federico Bernal, titular del Enargas y autor del libro "Néstor y Cristina, Planificación y federalismo en acción", convocó a las principales empresas del sector a una "mesa de trabajo de productoras de gas". No hubo en la reunión funcionarios de Desarrollo Productivo, a cargo de Matías Kulfas, aunque el ministerio tiene en teoría bajo su órbita la política energética. Estuvieron en cambio el secretario de Energía, Sergio Lanziani y el CEO de YPF, Sergio Affronti.
Los participantes de la reunión, que se concretó a través de la virtualidad de la aplicación Zoom, reconstruyen un encuentro sin resoluciones significativas. Sin embargo, Bernal emitió luego un comunicado cargado de definiciones políticas, donde determinó que "el pueblo argentino precisa hoy más que nunca de un esfuerzo de todos los sectores para lograr tarifas justas, razonables y asequibles", y establece que el precio de la energía debe servir para promover "la reindustrialización de la pequeña y mediana empresa, de la diversificación económica y productiva, de la expansión del mercado interno". El mensaje excedía las funciones de un ente regulador, como así también la convocatoria a los productores. Y las alusiones a Kulfas y el Ministerio de Desarrollo Productivo brillaban por su ausencia en el texto. Enseguida se sintió el sismo.
En la imperdible audiencia por Zoom había representantes de los principales jugadores del sector, como Pan American Energy (PAE), Total, Pluspetrol, Tecpetrol, Pampa Energía, Vista Oil, entre otras firmas. Con el comunicado en el mano, el mercado interpretó que Bernal, en quien se referencia Cristina Kirchner, había plantado bandera en la puja política por el futuro de la política energética. La Cámpora lo entendió igual. El problema es que con Kulfas no hay ambigüedades. El ministro ocupa un lugar en el gobierno reservado para las piezas que logró colocar Alberto Fernández, es un lote propio en el reparto primigenio de escrituras del Frente de Todos. No hay paternidad discutida, como podía ocurrir con el desplazado Alejandro Vanoli del Anses. La afronta a Kulfas termina en el Presidente.
La presión del sector encabezado por Cristina Kirchner se expresa en una táctica de ocupación territorial. El ministro debería inquietarse. La pretensión de Bernal de incidir en la tarifa tiene limitaciones, ya que el Energas carece de facultades para determinar los precios del gas en boca de pozo. Necesita inevitablemente un acuerdo con Kulfas para sus pretensiones. Pero entre ambos se abren las diferencias. La inesperada reunión del lunes pasado no fue la primera divergencia ni será la última.
Bernal proviene de la gestión de Julio de Vido en el Ministerio de Planificación y adscribe al Observatorio de la Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo (OETEC), un grupo de académicos que en su presentación sostienen que "la energía incandescente del pueblo argentino y latinoamericano, pacífico, inteligente, patriota y revolucionario, brillará como nunca con su reivindicación". No parece la misma "energía incandescente" que emana el ministro. Kulfas transmitió al mercado que nada de lo surgido de aquella reunión tendrá incidencia en la política energética.
Bajo el estruendo del fuego amigo, y ante la enseñanza de quienes resultaron ganadores del conflicto en la Anses, el secretario Lanziani busca ahora el calor del cristinismo, en especial después del sugestivo allanamiento de la Policía de Misiones en un domicilio en la ciudad de Oberá donde lo sobresaltaron junto a su pareja. Las explicaciones políticas del aquel operativo policial encuentran los motivos en el enfrentamiento subterráneo por la designación del titular de Yacyretá, una plaza codiciada. Lanziani no pudo ocupar con un candidato propio el lugar vacante. Tampoco el poder misionero, que tiene sus propios intereses y se referencia en el exgobernador Carlos Rovira. El lugar le corresponde al bloque de Cristina Kirchner, al menos de acuerdo a las escrituras del loteo primigenio. La expresidenta debe definir al candidato. De ahí la perdurabilidad de la vacante.
En materia petrolera, el Gobierno repuso ahora el denominado "barril criollo" en 45 dólares para incentivar la producción local mientras los precios internacionales del crudo se ubican entre 32 y 35 dólares. El objetivo fue transmitir previsibilidad en un mercado derrumbado. Pero con excedentes en los stocks de petróleo por la caída de la demanda, el "barril criollo" tiene una incidencia política: garantizarle a los gobernadores un piso para sus regalías petroleras. Nada despreciable. Podrán cobrar el equivalente a 10 dólares más por barril. Al fin y al cabo, las elecciones legislativas siguen en el horizonte del año próximo.
Como en energía, el ruido de los continentes en choque resulta cada vez más estridente. Máximo Kirchner cuestionó en la sesión de la Cámara de Diputados un acuerdo empresario avalado por el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, otro referente del disimulado albertismo. El procurador Carlos Zannini se presenta en la Justicia con el objetivo de derribar causas, como la denuncia del fiscal Alberto Nisman por el pacto con Irán, que para el cristinismo debería clausurar la intervención política del gobierno. Juan Grabois, luego de reunirse con Máximo, acicatea al ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo. "No roban pero no hace", define el dirigente cristinista. Y el Gobierno intenta diluir con el anuncio de la reforma judicial la presión kirchnerista por revertir por decreto los traslados de jueces que se autorizaron durante el macrismo. Nadie se atreve a predecir la síntesis que emergerá de la crisis. Pero los esfuerzos por disimularla comienzan a volverse vanos.
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