Juan Domingo Perón y Ricardo Balbín, enfrentados históricamente, tuvieron varios encuentros entre 1972 y 1973; se intentó negociar una fórmula presidencial conjunta, pero se frustró por la violencia política y las internas en el peronismo
Si el 17 de noviembre quedó consagrado para el peronismo como el Día de la Militancia, por el regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina tras 18 años de exilio, en 1972, el calendario puede marcar en rojo otra fecha: dos días después se produjo el abrazo histórico entre el mismo Perón y el líder radical Ricardo Balbín, su principal adversario político, a quien recibió en la casa de la calle Gaspar Campos, en Vicente López, como un gesto de acercamiento, con miras a futuros entendimientos.
Habría que hablar, sin embargo, en plural, dado que fueron varios los encuentros entre el viejo líder peronista y Balbín en esos años de tensión, marcados por una violencia política creciente en la década del 70.
El primer abrazo de la calle Gaspar Campos 1065 se dio tras la llegada de Perón al país, en un abierto desafío al presidente de facto, el teniente general Alejandro Agustín Lanusse, quien en julio de 1972, al anunciar el cronograma de una salida electoral tras seis años de gobierno militar, había advertido que, en su fuero íntimo, a Perón “no le daba el cuero para venir”. Concretada finalmente su llegada al país, Perón no hizo ningún esfuerzo por acordar una entrevista con Lanusse, ni el militar mostró interés en recibirlo en la Casa de Gobierno.
A los pocos días hubo una nueva reunión entre Perón y Balbín, luego de que el líder justicialista se reuniera con dirigentes de distintos partidos políticos en el restaurante Nino, de Vicente López. El diálogo entre ambos se retomó el domingo 24 de junio de 1973, cuatro días después del retorno definitivo, manchado de sangre por la masacre de Ezeiza. Esta vez con Balbín como anfitrión, en el despacho del Congreso que ocupaba el jefe de la bancada radical de la Cámara de Diputados, Antonio Tróccoli, hombre de confianza del legendario líder de la Unión Cívica Radical. El entendimiento para el encuentro se logró, también, por gestiones del presidente de la Cámara baja, Raúl Lastiri, yerno de López Rega. Menos de un mes después, tras las renuncias del presidente, Héctor J. Cámpora, y del vicepresidente, Vicente Solano Lima, Lastiri se convertiría en presidente provisional.
En noviembre de ese mismo año, nueve meses antes de la muerte de Perón, se produjo otro encuentro en la misma casa de la calle Gaspar Campos. En medio de la violencia política, ambos habían encaminado en los encuentros previos un diálogo que estuvo a punto de cristalizarse en una fórmula presidencial conjunta, frustrada por las disputas de poder dentro del peronismo, en un escenario político y social convulsionado.
La sintonía entre el fundador del peronismo y su tradicional adversario radical, que 23 años antes –cuando presidía el bloque de los 44 diputados opositores en la primera experiencia del gobierno peronista- había sufrido el desafuero en el Congreso y terminado preso en la cárcel de Olmos, se daba en un escenario que conservaba signos de desconfianza en sectores extremos, que boicoteaban cualquier intento que apuntara a la reconciliación nacional.
“Madurez y sabiduría”
“El abrazo entre Perón y Balbín es un hecho histórico y expresa la madurez y la sabiduría política de ambos”, recuerda hoy Julio Bárbaro, por entonces secretario general del peronismo de la Capital y elegido diputado nacional en 1973.
En diálogo con LA NACION, Bárbaro equiparó el significado de ese acercamiento con los Pactos de la Moncloa firmados en 1977 en Madrid, durante la transición española, que unieron, por ejemplo, visiones tan contrapuestas como las de Santiago Carrillo y Manuel Fraga Iribarne. “Ese acuerdo significó también un triunfo de la sabiduría sobre la pequeñez. Pero en la Argentina de hace 50 años, al margen de Perón y Balbín, estaban presentes la demencia de la guerrilla y la demencia de la represión”, graficó el exdiputado nacional y luego secretario de Cultura de la Nación.
“Yo fui testigo de los intentos de una fórmula presidencial entre Perón y Balbín, pero terminaron pesando los intereses de otros personajes, como José López Rega y Lorenzo Miguel, entre otros”, recordó el histórico dirigente peronista.
“Perón regresó a la Argentina creyendo que dándole cargos a los violentos los sacaría de la violencia, pero éstos no entendieron. El abrazo, uno de los grandes momentos políticos de nuestra sociedad, fue así olvidado por las posiciones extremas”, lamentó Julio Bárbaro.
Según narra el historiador norteamericano Joseph Page en su biografía Perón, cuando el líder justicialista retornó a la Argentina se mantenía a distancia de la izquierda de su partido. Incluso, narra que Rodolfo Galimberti -conductor de una de las columnas de los Montoneros- recibió una “reprimenda por sus palabras y actos provocativos y audaces”.
El momento del abrazo
El 19 de noviembre de 1972 –fecha que este año coincide con el balotaje presidencial entre Sergio Massa y Javier Milei- Perón acordó un encuentro con dirigentes políticos multipartidarios, entre ellos Balbín, que prosiguió esa misma semana en el restaurante Nino. Las multitudes se agolpaban en los alrededores de la calle Gaspar Campos, en Vicente López, lo que demoró la llegada de Balbín, el más esperado.
En ese tiempo convulsionado, la esperanza estaba depositada en los avances para un entendimiento entre los dos líderes de los partidos que habían dominado la escena política durante décadas, en medio de las interrupciones militares. Jugaron en contra los señalamientos como representantes de una “gerontocracia” y las fuertes disputas internas de poder en la familia peronista, coinciden distintas fuentes históricas.
Agravada por los enfrentamientos a tiros de las corrientes extremas del peronismo en Ezeiza, que el 20 de junio de 1973 pugnaban por asegurarse la posición más cercana al palco levantado en el cruce de la Autopista Riccheri y la ruta 205 para esperar el regreso definitivo de Perón –lo que provocó muertos y heridos nunca contabilizados-, la situación política desterró la posibilidad de cualquier acuerdo multipartidario. “No se equivoque, general. Esos tiros eran también para usted”, le dijo cuatro días después Balbín a Perón, en referencia a los disparos que obligaron al líder justicialista a cambiar sus planes y aterrizar en Morón. Esa emergencia frustró el acto en Ezeiza, donde Perón esperaba hablar ante la multitud, según recuerda el periodista Juan Bautista Yofre en uno de sus libros.
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