Proyectan una reducción de las fuerzas armadas
La Jefatura de Gabinete estudia "una reducción" drástica de estructuras y del número de efectivos de las Fuerzas Armadas y de seguridad, para un reaprovechamiento de los recursos económicos y para que sus cuadros obtengan un alto nivel de "adiestramiento profesional", como parte de la reforma militar, que integra la segunda del Estado. Las fuerzas de seguridad, que dependen del Ministerio del Interior, sufrirían un proceso de achicamiento que obligaría a prescindir de alrededor de 9000 agentes: 4000 de la Policía Federal (el 12% de su plantel) y aproximadamente 2500 de cada una de las restantes, Gendarmería (12%) y Prefectura (20%).
Sin embargo, funcionarios de la cartera política consultados por La Nación se mostraron esquivos a opinar sobre la viabilidad de esta proyección que está en manos de la Jefatura de Gabinete. Esta, mientras esta semana se renovarán las tres cuartas partes de la cúpula militar, aún analiza los eventuales porcentajes de reducción del personal de las FF. AA. De todos modos, se trataría de un recorte progresivo, que no incluiría despidos directos.
Otra de las propuestas que circula en la Casa Rosada es dotar de mayor preponderancia al cargo de jefe del Estado Mayor Conjunto de las FF. AA., en detrimento de los titulares de cada una de las armas, y buscar así una similitud con la organización militar de los Estados Unidos.
Prepara el Gobierno la reforma en las FF. AA.
Proyecto: la Jefatura de Gabinete no ve con buenos ojos que haya superposición de organismos en las tres fuerzas; reconocen que hay resistencias.
Buena parte de la reforma militar que se intentará realizar desde la Casa Rosada coincide con las expresiones del ministro de Defensa, Jorge Domínguez, quien dijo que prevé reducir en un 15 por ciento el número de agentes de la cartera, pero no sobre la base de despidos. Funcionarios de Balcarce 50 se preguntan qué razón tiene que existan escuela de guerra, escuelas de suboficiales, liceos, hospitales y otros entes en cada una de las fuerzas.
"Debe haber una sola escuela de guerra o de suboficiales", comentan en la Casa de Gobierno. "Lo que pretendemos es achicar y profesionalizar los cuadros", se sugiere en el primer piso de la sede gubernamental.
Y a la hora de justificar el proyecto de racionalización que prepara la Jefatura de Gabinete, razonan que cada una de las fuerzas tiene detrás de la Casa Rosada un edificio que está cubierto solamente en un 40 %.
Concretamente, se alude al Libertador, inmueble que ocupa el Estado Mayor del Ejército, sobre la avenida Paseo Colón, a menos de 100 metros de la sede del poder y en la vereda de enfrente del Ministerio de Defensa y sede del Estado Mayor Conjunto.
"Hay que poner a todos en un solo lugar, pero va a ser una tarea difícil. Hay oposición a resignar espacios", admitió un funcionario de primer nivel de la Jefatura de Gabinete.
Bisturí a fondo
Autoridades de esa área recordaron que durante las gestiones de Raúl Alfonsín y la primera de Carlos Menem hubo mayor resistencia por modificar las estructuras de las fuerzas de seguridad y armadas. Pero afirmaron que "no hay reforma del Estado si no hay reforma de las Fuerzas Armadas", con lo que demostraron que, en esta segunda etapa, el Gobierno está dispuesto a concretarlo.
En el primer tramo de la reforma del Estado se contabilizaron 800.000 agentes públicos, que con la privatización de empresas y otros procesos se redujeron a 300.000. Las fuentes señalaron que, de esta cifra, casi la mitad pertenece a las FF. AA. y de seguridad.
De acuerdo con las partidas presupuestarias de la cartera de Defensa, alrededor del 70 % se destina al pago de sueldos y retiros del personal.
La intención de la Jefatura de Gabinete es poder concretar en primer lugar la ley de reestructuración militar, iniciativa que viene atrasada desde la época en que Antonio Erman González era ministro de Defensa.
En segundo lugar, preservar los "mismos términos" de 1996 para el presupuesto del área para el próximo año, a pesar de que las Fuerzas Armadas solicitaron $ 1000 millones más para reforzar su equipamiento.
Esto hace recordar las controvertidas intervenciones públicas del almirante Enrique Molina Pico (a punto de dejar la conducción de la Armada), quien manifestó en un acto que "las Fuerzas Armadas se encontraban en estado de disolución", y habló de una hipótesis de conflicto con el vecino Chile frente a la diferencia de poder armamentista a uno y otro lado de la Cordillera.
Expectativas por el recambio militar
Balza: el titular del Ejército es el único alto mando de la vieja cúpula que sigue en funciones; perfiles de los nuevos jefes.
La nueva cúpula militar que asumirá esta semana significa una ráfaga de aire fresco para un ámbito cargado de sinsabores personales y frustraciones profesionales. Sin dudas, la renovación de tres de los cuatro máximos jefes castrenses es una profunda señal de madurez institucional. Hoy, los mandos castrenses ven como algo natural que en algún momento se les pida que dejen sus puestos a otros jefes.
El teniente general Mario Díaz, el almirante Enrique Molina Pico y el brigadier general Juan Paulik saben que han cumplido con el país también en ese aspecto. Nadie se equivoca si afirma que en la Argentina las instituciones militares están totalmente subordinadas al poder civil. No todos los países pueden exhibir iguales logros. En el reciente encuentro hemisférico de ministros de Defensa ésa fue una de las inquietudes. Allí, el licenciado Jorge Domínguez puso blanco sobre negro: "Cuanto más amplia y acabada sea la subordinacióndel poder militar a la conducción legítima del Estado, tanto más sólido será el sistema que tratamos de perfeccionar".
Con la renovación, el cargo de jefe del Estado Mayor Conjunto recayó en un almirante, Jorge Enrico. Carlos Marrón fue designado para la Armada.
Dos actuaron en la Guerra de Malvinas: el teniente general Martín Balza, como jefe artillero, y el brigadier Rubén Montenegro, comandante de un Boeing 707 de observación. Enrico, piloto naval, y Marrón, cumplían funciones fuera del país.
Que un superior haya conocido los rigores de un teatro de operaciones, es bien visto por sus subordinados. Dicen que sólo allí aflora el verdadero temple de un soldado.De los cuatro, sólo Balza fue tomado prisionero. En su escritorio todavía conserva una libra británica que le entregaban para pagar el jabón y el dentífico, según las leyes de la guerra.
Sin resquemores
En pocas semanas más, cuando llegue en visita oficial a Londres, seguramente se encontrará con algunos de sus ex enemigos. Pero él ya ha dicho que entre adversarios dignos no hay resquemores. También Balza es el único que logró sobrevivir al descabezamiento propuesto por el ministro Domínguez. Posiblemente, porque fue el que mejor comprendió que a la cabeza de las Fuerzas Armadas está el comadante en jefe Carlos Menem. Visto desde la Casa Rosada, el Ejército aparece así como el principal resguardo militar.
El apoyo presidencial le otorga rango especial, pero también tiene méritos propios, pues mantuvo cohesionada a su fuerza, es un trabajador infatigalbe y trata de arreglarse con un presupuesto casi agónico. Cuenta en su favor con que no es necesaria la muy costosa tecnología de punta para adiestrar su tropa en el terreno.
En el nuevo escenario, Balza comparte las mejores luces con el almirante Marrón. Como jefe de la Casa Militar éste viene de estar muy cerca de Menem. "Marrón tiene cíntura política. Molina Pico podía hablar todo el día con un científico, pero la política lo aburría", se dice.
Los que se mantuvieron más alejados de las alfombras rojas del palacio han sido el almirante Enrico y el brigadier Montenegro.
Lo de Enrico fue una sorpresa, ya que todos suponían que iba a ser arrastrado por la caída de Molina Pico de quien era su segundo. Si bien dejó su puesto en la Armada, pasa a comandar el Estado Mayor Conjunto.
Los seguidores de Montenegro gustan señalar que "nadie lo ha visto nunca golpeando a la puerta de un despacho oficial, como lo han hecho y lo hacen otros jefes aeronáuticos".
Carencia de incentivos
Más allá del problema político de otras épocas, el dilema militar en nuestro país pasa hoy por una carencia de incentivos. El Gobierno les reconoce el sacrificio que vienen realizando, pero no tiene todavía una respuesta para mejorar sus salarios o aumentar el presupuesto. Los militares aceptan que hay sectores sociales con necesidades más urgentes, pero se sienten menoscabados cuando comparan sus sueldos con otras áreas de Gobierno. "Al fin y al cabo todos somos empleados del Estado y el sacrificio debe ser parejo", argumentan.
Domínguez cuenta ya con un nuevo equipo de jefes militares para encarar, con los medios existentes, el desafío de un eficiente instrumento militar. De los aciertos que logre dependerá el mayor o menor desgaste de los recién llegados.
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