Una relación que se fue lesionando
No es fácil una gestión ministerial con independencia en el kirchnerismo.
En el caso de la política exterior, las gestiones presidenciales del matrimonio Kirchner mostraron poco apego por las formas diplomáticas.
Aunque haya pasado desapercibido por el efecto popular que tuvo la conmemoración del Bicentenario, durante el festejo se cometieron desatenciones de importancia tanto con los presidentes extranjeros como con los embajadores.
La comida prevista para la noche del 25 de mayo, con la presencia de los siete presidentes sudamericanos que asistieron a los actos, se demoró tres horas. Como era inevitable, seis decidieron no concurrir aunque estaba previsto que estuvieran y sólo uno lo hizo: Hugo Chávez. Quizás fue más por razones de militancia política que por necesidades diplomáticas.
Esa tarde, los embajadores acreditados ante el gobierno argentino se vieron depositados en la calle frente al palco presidencial, tras descender de los ómnibus oficiales que los habían trasladado, sin tener ubicación prevista. Al pasar los minutos y como no aparecía ningún funcionario oficial que los ubicara optaron por retirarse caminando.
El cuerpo diplomático argentino es uno de los sectores más calificados del servicio público y estos hechos no se producen por su inadvertencia, sino por la falta de atención que se le presta desde el poder.
Pero más allá de las formas diplomáticas, en algunos temas de la política exterior se han registrado diferencias entre el canciller y la Presidencia.
Más de una vez, los puntos de vista del Ministerio de Relaciones Exteriores no fueron tenidos en cuenta y la reiteración de ello fue lesionando la relación.
En algunas oportunidades, la diplomacia pagó costos que no le correspondían.
Como cuando cuando visitó el país el presidente de Guinea Ecuatorial, el tercer exportador de petróleo de Africa y el único país de ese continente de habla castellana y que formara parte del Virreinato del Río de la Plata.
El Ejecutivo se molestó porque dicho gobierno es considerado autoritario en el ámbito internacional y erróneamente se responsabilizó a la Cancillería por no haberlo advertido.
La demora en cubrir embajadas importantes, como ha sucedido con las de Londres y Roma, es otro hecho que muestra desatención por parte del Ejecutivo hacia necesidades operativas de la diplomacia.
Taiana no era un diplomático de carrera, pero tenía trayectoria en la diplomacia. Embajador en los años noventa, vicecanciller en los comienzos de la presidencia de Néstor Kirchner y luego canciller.
El arribo de Timerman. Llega ahora al Ministerio de Relaciones Exteriores un hombre de confianza de la Presidenta, quien ocupaba la embajada argentina en Washington.
Héctor Timerman tiene la proximidad política con la Casa Rosada que le puede permitir corregir este tipo de falencias y articular la capacidad profesional de la Cancillería, con un estilo de ejercer el poder que no siempre es cuidadoso de las formas.
En cuanto a la política exterior propiamente dicha, el relevo que acaba de producirse no implica cambios en sus objetivos, que seguirán siendo los mismos.
El autor es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría
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