Por Cristina L. de Bugatti Para LA NACION
En un programa sobre historia transmitido por TV, un especialista expresó que Sarmiento habría considerado poco estimulante la presencia de los ombúes que crecían en nuestra campiña, ya que invitaban a los paisanos a sentarse a descansar sobre sus grandes raíces sobresalientes, fomentando la haraganería, y en cambio aconsejaba plantar eucaliptos, que no les ofrecían ningún apoyo. Al margen de estos comentarios, sé que no había tantos ombúes en nuestros campos, que dejar gauchos de pie no sería la solución de aquellos problemas y que es posible que la pasión que ponía en sus discursos lo impulsara a esas expresiones. Sin embargo, Sarmiento, siendo senador por el estado de Buenos Aires, hizo algo mucho más útil, meditado y trascendente: en 1857 introdujo el eucalipto en nuestro país. Se trataba de semillas de Eucaliptos globulus , que hoy conocemos como "medicinal", que fueron sembradas en campos de Pereyra Iraola, cerca de La Plata. Quedan aún restos de aquellos ejemplares en la barranca de San Fernando. Esta especie es reconocible por su gran porte, su tronco retorcido del que pueden desprenderse flecos de corteza, por sus frutos, parecidos a pequeños conos, por sus hojas juveniles azuladas, pruinosas, es decir, como cubiertas de una cera, y, naturalmente, muy aromáticas. El género eucalyptus comprende alrededor de 700 especies, todas originarias de Australia. Hacia 1874, el doctor Ernest Aberg, destacado médico sueco radicado en Buenos Aires, propuso la plantación de eucaliptos en los bañados de Flores. En nuestro país, estas plantaciones acompañaron el desarrollo de los grandes establecimientos agrícolas y ganaderos. Recuerdo con nostalgia: mi padre, en Lincoln, tenía vivero, se especializaba en eucaliptos que poblaron campos de aquel Oeste. Se lo comenzó a plantar en la llanura pampeana como eficiente reparo de los vientos, ubicados perpendicularmente a las corrientes frías del Sur y el Oeste, como montes de reparo para el ganado, pero también como ornamental en los grandes parques, tanto rurales como urbanos.
A mediados del siglo XX, la Administración de Bosques fomentó la introducción de especies a través de una red de estaciones forestales en todo el país. El eucalipto se usaba, sobre todo, para postes de alambrado, de luz o teléfono ante la escasez de palmeras, "creosotados" para asegurar su durabilidad. También las plantaciones de citrus comenzaron a usar cajones de madera de eucalipto para envases y en Concordia se concentró la actividad, además de diferentes e intensas investigaciones. A partir de entonces, en la Mesopotamia se intensificaron las plantaciones de eucaliptos, con las consecuencias no deseadas de los conflictos por la papeleras. Sus aceites esenciales son, tal vez, los más conocidos y populares, y es común inhalar el vapor de la cocción de su hojas ante cualquier molestia respiratoria; están comprobadas sus propiedades antisépticas, febrífugas, antiespasmódicas y hasta reductoras del nivel de azúcar en la sangre, además de tener agradable aroma. También las propiedades melíferas de sus flores constituyen un capital adicional, ya que permite la abundante obtención de una miel diferenciada, de excelente calidad, y estimula la presencia de pequeños productores.
La región de Salto Grande concentra la mayor actividad. Pero algunas de sus características muestran sus debilidades.
Una es la gran cantidad de agua que absorben sus raíces, lo que si bien es una cualidad en zonas bajas o inundables, lo convierte en un vecino peligroso. También el efecto tóxico de las hojas de algunas de sus especies ( E. astringent )-no permite que a su alrededor crezca ni la hierba.
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