Barajar y dar de nuevo. Con ese chip trabajan los desarrolladores tras un 2019 para el olvido y en el que el mercado ajustó por cantidad. Además de a poco se está dando el proceso anunciado desde hace meses: quien quiere vender, debe ajustar el valor de su propiedad. Está claro que el comprador con dólares en la mano tiene la última palabra.
Ahora bien, qué depara el 2020. Para arrancar nadie espera una inminente recuperación del sector en un contexto económico que deja poco excedente para ahorrar en ladrillos. En otras palabras, los inversores que tradicionalmente se "refugiaban" en propiedades no están líquidos y los pocos que hacen alguna diferencia, se sienten abrumados por varios factores: la presión impositiva, un posible aumento de los gastos que podría generar un inmueble en su esquema financiero sobretodo con un mercado de alquiler con demanda en baja (a lo que se suma una renta anual en dólares por debajo del 2 por ciento). Y como si fuera poco desorienta la incertidumbre que genera la posibilidad de que el nuevo Gobierno aliente la regulación. Todas variables que anticipan menos demanda sobre todo teniendo en cuenta que en la Argentina el mercado de compradores finales se reduce a quienes tienen la necesidad de mudarse y no pueden postergarla -por situaciones que pueden ir desde un casamiento hasta un divorcio-. Hoy el combo inflación, altas tasas y ausencia de créditos hipotecarios impide que la persona que necesita adquirir su primera vivienda, por ejemplo pueda hacerlo. Más allá de este análisis, lo cierto es que serán las iniciativas del nuevo ministerio de Hábitat las que determinarán el destino 2020. Por ahora se sabe que las primeras medidas estarían centradas en cambios al sistema de créditos UVA.