Luces y sombras de una leyenda viva del celuloide, cuyo nombre es sinónimo de sensualidad
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Símbolo máximo de la italianidad –tan conocida como la pizza y los spaghetti–, musa del neorrealismo y diva por excelencia del cine europeo, Sophia Loren cumple 90 años el viernes 20: la diosa de los ojos de gato y las curvas esculpidas planea celebrar semejante acontecimiento en la más estricta intimidad familiar, junto a sus dos hijos y sus cuatro nietos. Eternamente bella y sexy, su vida es puro cine: tras una infancia marcada por la miseria y la guerra, alcanzó la fama y el éxito que la posicionaron en la cúspide de la industria durante décadas, fue la primera intérprete de habla no inglesa en ganar un Oscar como Mejor Actriz y, cortejada por los más afamados galanes de Hollywood, eligió casarse con Carlo Ponti, un productor que le llevaba veintidós años y que se convirtió en el padre de sus hijos, Carlo y Edoardo (según la leyenda, durante sus primeros trabajos en Hollywood enamoró nada menos que a Cary Grant, a quien rechazó para volver a Italia y a los brazos de Ponti).
INFANCIA NAPOLITANA
Sofia Constanza Brigida Villani Scicolone (el Sophia con “h” y el Loren son posteriores) nació en Roma el 20 de septiembre de 1934, pero creció en Pozzuoli, cerca de Nápoles, en la casa de su abuela. Su padre, Riccardo Scicolone, apenas aceptó darle el apellido las abandonó a ella, a su madre, Romilda Villani, y a su hermana menor, Anna Maria, para hacer su vida con otra mujer. De hecho, hasta los 5 años, Sofia creyó que su abuelo materno era su padre. “Rezaba a Dios para que mi madre no viniese a buscarme al colegio: su belleza exagerada me hacía sentir vergüenza. Era demasiado rubia, demasiado alta y, sobre todo, no estaba casada. Yo, en cambio, era morena y delgadísima. Me llamaban ‘palillo’”, dijo Sofia recordando su infancia. Pero fue justamente su madre, que había visto frustrado su sueño de ser actriz al tener que salir a trabajar para sacar adelante a la familia, quien resultó decisiva en su carrera: Romilda Villani batalló para que sus hijas no perdieran el tren del espectáculo y las alentó a que se presentaran en toda clase de concursos. Así, a los 14 años, Sofia fue elegida Princesa del Mar, con 15 participó de Miss Italia (se consagró como Miss Elegancia, lo que le permitió empezar a trabajar como actriz de fotonovela) y a los 16 se plantó, acompañada por su mamá, en los famosos estudios de Cinecittà, con el objetivo de conseguir un pequeño papel en Quo Vadis. Aunque no hablaba una palabra de inglés, le dieron el rol, por el que cobró 50 mil liras (dinero con el que su familia comió durante dos semanas).
UN AMOR DE NOVELA
Sophia Lazzaro (su apellido artístico de entonces) y Carlo Ponti se conocieron una noche de septiembre de 1951 en el lujoso restaurante Colle Oppio, en el centro de Roma, donde se celebraba un concurso de belleza. Aunque ella estaba ahí como espectadora, acompañando a una amiga, no pasó inadvertida para Ponti, cuya cabeza funcionaba como un radar cazatalentos: apenas la vio le mandó una carta con el mozo, insistiéndole para que se presentara en el certamen. Sus amigos terminaron de convencerla, con el irrebatible argumento de que podía ser un empujón para su deseo de convertirse en actriz, y Sophia terminó en segundo lugar. Tras finalizar el evento, accedió a dar un paseo por los alrededores del lugar con el productor. Esa fue la primera conversación con quien sería el amor de su vida. Al día siguiente hubo un segundo encuentro, esta vez en la productora de Ponti (él ya estaba asociado con otro gran productor, Dino De Laurentiis), donde Sophia hizo fotos en traje de baño, se negó de plano a aceptar la idea de retocarse la nariz y firmó su primer contrato. Poco tiempo después, y por sugerencia de Goffredo Lombardo, se convirtió en Sophia Loren: Lombardo le dio un giro al apellido de la actriz sueca Märta Torén. Durante el rodaje de La mujer del río (1955) comprendieron que se habían enamorado: Sophia encontró en Ponti al padre que nunca tuvo y Carlo cayó rendido a los pies de su belleza explosiva y su voluptuosidad. “Tenía a mi lado a una persona que me entendía, que me escuchaba y me aconsejaba a la hora de elegir mis papeles, lo cual es fundamental para cualquier actor. Tenía mucho que enseñarme y yo quería aprender”, relató ella en su biografía, publicada en 2014. Pero el productor estaba casado con Giuliana Fiastri y en la Italia de ese momento no había ley de divorcio, por lo que la relación de Sophia Loren y Carlo Ponti fue un escándalo que acaparó los diarios y las tapas de revistas durante un buen tiempo. Ellos resistieron la avalancha de denuncias judiciales (fueron acusados de adúlteros, pecadores y traidores a la Iglesia), se casaron por poderes en Ciudad Juárez, México, en 1957, a través de dos abogados, y tuvieron que permanecer en el exilio para no terminar presos. Volvieron a Italia, pero, aunque siguieron juntos, no se mostraban en público y vivían en casas separadas. Finalmente, fue la propia Giuliana Fiastri quien les liberó el camino: los tres se nacionalizaron franceses y así, el 9 de abril de 1966, Loren y Ponti sellaron su amor casándose en Sèvres. Más tarde, y gracias a un médico suizo que les recomendó un tratamiento, llegaron los hijos: Carlo junior, en 1968, y Edoardo, en 1973. El matrimonio duró hasta 2007, cuando murió Carlo Ponti, a los 94 años.
LEYENDA DEL CINE
Considerada tan hermosa como la diosa Venus, la italiana más universal protagonizó un strip-tease que quedó grabado a fuego en la memoria de varias generaciones en el film Ayer, hoy, mañana, de Vittorio De Sica, escena que Robert Altman recreó treinta años después en Prêt-à-Porter. Su partenaire en esa película era Marcello Mastroianni, su amigo y compañero más entrañable, con quien hizo catorce películas y formó la pareja emblema del cine italiano de la segunda mitad del siglo XX. Además, ganó dos Oscar (el primero por Dos mujeres, en 1962, y el segundo en reconocimiento a su carrera, en 1991), escribió una autobiografía, filmó en total algo más de ochenta películas (la última, La vida ante sí, dirigida por su hijo Edoardo), compartió cartel con estrellas como Alberto Sordi, Frank Sinatra, Cary Grant, John Wayne, Anthony Quinn, Peter Sellers y un largísimo étcetera, fue y es musa de diseñadores internacionales (en 2016 Dolce & Gabbana lanzó un labial con su nombre), tiene su propia marca de anteojos, y se recicló en el papel de empresaria estrella: inaugura cruceros, publica libros de recetas (su relación con la cocina marcó su vida desde chica), le puso su nombre a una cadena de restaurantes, dice presente en desfiles y actos públicos… Y, aunque los sesenta son los años del estallido de su popularidad –en esa época Sophia Loren era tan famosa como John F. Kennedy o The Beatles–, sesenta años después, es la única leyenda viva de la historia del cine.
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