Durante décadas fue el enemigo número uno de los árboles urbanos y frutales. Hoy, su drástica desaparición preocupa a los expertos en biodiversidad
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El bicho canasto pasó de ser considerado una plaga devastadora a convertirse en una especie protegida. ¿Qué cambió? Una combinación de acciones humanas y avances en conservación que hoy resultan fundamentales para su destino.
Se encuentra en América, desde Argentina hasta México, y aunque antes era considerado una amenaza por el daño que causaba a árboles frutales y forestales, ahora está en peligro de extinción debido al uso de plaguicidas agroecológicos y la pérdida de su hábitat.

Cómo es
El bicho canasto es la oruga Oiketicus kirbyi, de la familia Psychidae. Sus larvas construyen canastas de seda y fragmentos de plantas, que llevan a cuestas como protección.
Miden entre 8 y 55 mm y varían en forma y color durante su desarrollo. Se alimentan de hojas, provocando defoliaciones; cada larva puede consumir unos 304,5 cm² de follaje, lo que genera daños económicos si la población se descontrola.

El comienzo
Aunque conocido desde hace años, su explosión poblacional se debió a la acción humana. Entre 1962 y 1964, la aplicación del insecticida dieldrin en el AMBA para controlar pulgones y cochinillas eliminó a sus enemigos naturales, permitiendo que el bicho canasto infestara el arbolado urbano de casi todas las ciudades argentinas, tanto rurales como urbanas.

Un caso similar ocurrió en Centroamérica en 1990, en cultivos de palma aceitera. La ausencia de enemigos naturales permitió que la plaga avanzara sin control hasta Costa Rica en 1992. Gracias a aplicaciones de Bacillus thuringiensis (Dipel), las poblaciones disminuyeron y quedaron reguladas por sus enemigos naturales.
En Argentina, un pequeño brote en 1998 no prosperó. Desde entonces, estrategias agroecológicas y la acción de enemigos naturales han mantenido la plaga controlada, hasta prácticamente desaparecer del medio urbano.
Las larvas del bicho canasto construyen cestas de seda, hojas y ramitas en las que permanecen escondidas y protegidas de los depredadores
El final
Hoy, el bicho canasto está en peligro de extinción en Buenos Aires y otras regiones. Su drástica reducción no se debe a prácticas agroecológicas, sino al uso repetido de insecticidas que, al no atravesar la pared de su canasta, requieren múltiples aplicaciones que diezman la población. Además, la escasez de árboles, su principal alimento, agrava la situación.

El caso centroamericano muestra que es posible controlar la plaga sin afectar el ecosistema: mediante recolección manual de canastas, manejo de enemigos naturales como avispas parasitoides, y el uso de bioinsecticidas.
En conclusión, el bicho canasto fue una plaga importante en el siglo XX, pero con manejo adecuado basado en su biología y enemigos naturales, se puede mantener bajo control y minimizar su impacto en los cultivos.
Hoy, su estatus de especie en peligro de extinción, según la Lista Roja de la UICN, plantea preguntas: ¿volveremos a verlo dañando árboles urbanos? ¿Existe un equilibrio que permita controlarlo sin extinguirlo? Solo el tiempo y la ciencia lo dirán.










