Esperadísimo libro: registro fotográfico que recorre el paisaje citadino de Buenos Aires, los árboles y flores que lo habitan.
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“La juzgo tan eterna como el agua o el aire”, dice el poeta en la su mítica fundación de Buenos Aires. Difícil creer que aquél Borges no pensaba solo en los edificios palermitanos sino, también, en aquellos árboles y plantas que con sus flores celebran la belleza natural de cada vereda, cada calle y avenida de la ciudad. La Lic. en artes y fotógrafa Karina Azaretzky y el arquitecto y paisajista Jorge Bayá Casal editaron un libro que parece, en efecto, tan necesario como ese agua y ese aire.

No quedarán dudas, al correr de las páginas, de cómo el paisaje arbóreo y el urbano se entrelazan, dando vida a una identidad arraigada, a la vez que a una historia compartida. Pero vayamos al grano: “Buenos Aires en flor” es el título del libro publicado en 2024 por India Ediciones, y es un viaje. Imágenes con textos que comenzaron a gestarse como parte de un ejercicio cotidiano durante la pandemia, y que al tiempo pidieron pasar al papel.
En el prólogo del libro, la historiadora Sonia Berjman se pregunta: “¿Y si combinamos nuestra mirada hacia la arquitectura y hacia la naturaleza a la vez?”. Así, en cada estación del año, entre las fachadas y los árboles en flor, se gesta un recorrido: un registro para aprender y para recordar, cuando las flores se ausentan junto a su perfume. Como postales, que nos recuerdan ciertas veredas de la ciudad que casi no pueden ser pensadas sin sus árboles esculturales, sin el color y el perfume de sus flores.

Arquitectura y paisaje
Buenos Aires es una ciudad con fuerte impronta vegetal. Muchas veces, los porteños, acostumbrados a vivir bajo la sombra de sus árboles, no se percatan de ello y son los turistas quienes quedan admirados por las continuas bóvedas de tipas, jacarandás, ibirá pitás y palos borrachos que estructuran sus calles.

En las fachadas, la arquitectura ecléctica de la ciudad ostenta molduras, decoraciones, cornisas, mansardas, cúpulas y herrería se disputan las miradas del peatón. La mirada del libro nos invita a pensar el paisaje como dinámico en lugar de estático, y nos devela el modo en que el tiempo y el pasos de las estaciones transforman el paisaje, sus detalles, aromas y colores.

La paleta estacional
En cada estación, los árboles nativos de Argentina den las calles de Buenos Aires lucen su floración, regalando una amplia gama cromática. En esta sucesión floral, que la artista plástica Cristina Coroleu bautizó como “la paleta estacional de Buenos Aires”, se suceden los colores, según el período de floración de cada especie.

Todo arranca en invierno con los prunus (Prunus sp.) y su estallido rosado y blanco en los bosques de Palermo y en el Jardín Japonés. Más tarde, los lapachos (Handroanthus impetiginosus) anuncian la llegada de la primavera, con su floración fucsia. Entre ellos, el famoso lapacho de Ezcurra, en la esquina de avenida Figueroa Alcorta y Ramón Castilla en Palermo Chico, hoy un hito ineludible de la primavera porteña.
Entrado el mes de octubre, se despiertan las flores del ceibo (Erythrina crista-galli y Erythrina falcata) que tiñen tantas calles, plazas y avenidas de Buenos Aires con su color sanguíneo. Siguen en noviembre las tipas (Tipuana tipu), que dejan caer la nieve dorada de sus pequeñas flores tubulares, que tapizan cordones y veredas con su luz.
No puede faltar el espectáculo lila o violáceo de las flores del jacarandá (Jacaranda mimosifolia), que convierten a la ciudad en un lugar único. En enero, las altísimas copas de los ibirá pitás (Peltophorum dubium) exhiben panojas de color amarillo oro entremezclado con el verde intenso de sus hojas. Ya en febrero y hasta mayo, la sinfonía floral se completa con los rosados, blancos y amarillentos colores de los palos borrachos (Ceiba speciosa y Ceiba insignis), que se visten de esos tonos desde el verano hasta entrado el otoño.

Otros árboles dan su contrapunto estacional a su tiempo, como las blancas y rosadas patas de vaca (Bauhinia variegata, Bauhinia forficata), los más difíciles lapachos blancos (Tabebuia roseo-alba) y las conocidas lagerstroemias (Lagerstroemia indica), que ofrecen la gama del violeta al rojo y del rosado al blanco durante el cálido verano porteño. A estos se suma el guarán guarán (Tecoma stans), que junto a su altura mediana agrega el fuerte impacto de su floración amarilla.

Pero, ¿qué sería de esta belleza floral sin la arquitectura que la destaca y acentúa? El revoque de piedra París de los antiguos edificios es la pantalla esencial donde se proyectan los colores florales. Las molduras, guirnaldas y decoraciones de la arquitectura porteña potencian su virtud eterna entre flores de naturaleza efímera, transformando la belleza, una y otra vez.
Buenos Aires en flor. Arquitectura y paisaje en la ciudad, de Karina Azaretzky y Jorge Bayá Casal, India Ediciones, Buenos Aires, 2024.