Lorraine Green recorre la Patagonia para registrar especies únicas y transformarlas en obras de arte
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Era apenas una niña y la artista plástica Lorraine Green ya escuchaba atenta los relatos que su abuela Anne le contaba sobre las rosas y otras flores que cultivaba en el jardín de su casa en el sur argentino. También aprendió a observar las aves con su abuelo Peter, quien la incentivó en el afán por la lectura y todos los años le regalaba un libro de arte.

Recuerda, además, que, en ese tiempo, andaba por todos lados con un block de hojas y un puñado de lápices. Esa infancia en la Patagonia no hizo otra cosa que anticipar cómo sería el devenir de su recorrido personal y profesional, enfocado en contemplar, explorar y representar la naturaleza que la rodea.

Que las ideas, los procedimientos y los materiales le dan sentido a una obra de arte fue uno de los primeros aprendizajes que le quedó de la Escuela Prilidiano Pueyrredón en Buenos Aires, donde asistió para estudiar la carrera de Bellas Artes.

Y fue en un viaje a Santa Cruz cuando tuvo una primera revelación al encontrarse con una amplia variedad de flores que crecen en la estepa.
En cada parada de ese itineratio descubrió nuevas especies, incluso advirtió que algunas solo aparecen en lugares específicos y florecen por un periodo breve, ya sea en primavera o verano.
A su vez, en ese mismo viaje, procuró conocer los nombres que las identifican y también indagó en los usos medicinales y populares que se les da a las plantas. “Aprendí los significados de palabras griegas y latinas que son usadas para denominarlas”, reconoce.

Con el tiempo, esa observación en profundidad se volvió aún más expansiva y terminó siendo un libro guía con 250 tipos de flores representadas en más de 300 ilustraciones de la flora de la zona más árida de la Patagonia. Contó además con la investigación de la bióloga Marcela Ferreyra.

Después llegaron otros textos y más dibujos. Pocket Landscapes es una edición limitada de acuarelas hechas en base los registros que llevó a cabo en sus habituales caminatas por los cerros. Cada uno de los ejemplares fue encuadernado a mano, con la intención de respetar la escala y el espíritu de los primeros bocetos del borrador original.

“Tiene una sencillez que me atrae muchísimo”, menciona Lorraine sobre la técnica de la acuarela que, si bien no es la única que utiliza, es la más frecuente en su labor. Le resulta versátil y los elementos son fáciles de trasladar.

En acuarela está desarrollada otra de sus obras más reconocidas; el alfabeto ilustrado a mano, en el que cada uno de los dibujos de la flora y la fauna de la región corresponde a una letra, tanto mayúscula como minúscula, en imprenta y cursiva. Se aprecian Amancay, Calafate y Notro, además de Bandurria, Ñacurutú y Pato de las Torrentes, entre otras.
“Dibujar no es solo una cuestión estética: es una forma de mirar con atención”, expresa sobre su oficio. Y ese modo de hacer minucioso se lo transmite a sus alumnos en los cursos que dicta asiduamente. Los hace tanto presenciales, como virtuales, desde su casa en la zona del Lago Gutiérrez, a los pies del cerro Ventana en Bariloche. Es que su hogar también funciona como taller y le resulta placentero que así sea, que haya un ida y vuelta entre el trabajo y la vida cotidiana.

Los temas que aborda van desde los cielos tormentosos, pasando por la diversidad de hongos y el denominado Fuchsia en alusión a la Fuchsia magellanica, también conocida como chilco o aljaba, flor que se puede hallar en los bosques y en los jardines barilochenses.
Dice Lorraine estar atravesada por el paisaje patagónico, desde distintos puntos de vista. Por un lado, por el desafío que implica animarse a la exploración, tal como lo hicieron los viajeros de fines del siglo XIX. Y al mismo tiempo, por haber hecho el recorrido a paso lento descubriendo las flores que van surgiendo en el camino. “La observación pausada, como una contemplación, es otra manera de experimentar el paisaje”, indica.
Esa idea, la de ralentizar, a favor del entorno, está en línea con la convocatoria que tuvo de parte de la firma Patagonia. “Sentí una gran afinidad con sus valores”, subraya la artista, sobre la empresa de vestimenta outdoor caracterizada por promover el reuso y la reparación de la ropa, con la idea de evitar el daño al planeta.

¿La razón de esta invitación? Representar la variedad de flores y plantas que se pueden encontrar en el jardín de Casa Frey, la flamante tienda de la marca construida de cara al lago Nahuel Huapi. Un lugar emblemático que supo ser la morada de Emilio Frey, topógrafo, explorador y figura fundamental para la historia ambiental y cívica de Bariloche.
En ese sitio emprendió una exploración exhaustiva para clasificar la diversidad de especies poco conocidas, entre plantas nativas y otras cultivadas que, según explica la artista, reflejan el espíritu de la época de la fundación de la casa. Se las puede relacionar con las historias de los primeros pobladores y el propósito por crear cuidadosamente algo bello y trascendente.
¿Cómo lo hizo? Para poder identificarlas y luego plasmarlas en el papel contó con la mirada experta de Rafael Maino, también artista y experto en rosas antiguas. Contempló cómo las plantas brotaban, florecían y fructificaban. Y según Lorraine esas ilustraciones se vuelven más singulares si se tiene en cuenta que traen aparejada la tensión del tiempo. Esto quiere decir que si se pasa el momento exacto para la observación tiene que esperar un año entero para volver a verlas.

Algo más; en esta nueva aventura se encontró con el legado de Rosa Schumacher, esposa de Emilio Frey, a partir del cual, inmediatamente, surgió otra conexión con una obra que había hecho hace un tiempo sin saber que estaría conectada con los pioneros de la zona.
Se trata de un bordado confeccionado a partir de una foto de Rosa acompañando a su marido en una de sus expediciones. Lo cierto es que, con esa pieza no solo buscó rendirle homenaje a las mujeres audaces que viajaron con sus maridos a territorios inexplorados, sino que fue una manera de contar -esta vez mediante la tela y el hilo- sobre los modos de habitar el mundo. Tal cual, como ella misma lo hace y lo enseña en su tierra patagónica.
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