Plantas que se encienden al atardecer y rincones que abrigan el deseo de mirar el cielo.
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Durante el invierno, la mayoría de los jardines se apaga temprano. Pero hay una minoría vegetal que recién empieza a lucirse cuando baja el sol.
Son especies discretas de día, que al anochecer revelan perfumes, reflejos plateados, formas que ganan intensidad bajo la luz tenue o, simplemente, una estructura tan especial que convierte al jardín en un escenario a cielo abierto.

Diseñar un jardín nocturno es una forma de habitar el invierno desde el optimismo, no desde la resignación.
Porque hace frío, pero también hay algo irresistible en tomarse un vino en un rincón abrigado mientras florece un Prunus mume, una Camellia o una Bergenia cordifolia.

Y no hace falta tener un gran parque: alcanza con un balcón, un patio chico o un cantero junto a la ventana.
Diseñar el abrigo
Para que un jardín nocturno de invierno se vuelva habitable, hay que pensar en capas: térmicas, lumínicas y emocionales.
Una manta tejida, una lámpara cálida de bajo voltaje, una maceta que actúe como pantalla del viento. Todo suma
Algunos tips:
- Usá iluminación baja y dirigida: faroles solares con luz ámbar, velas en frascos, guirnaldas de bajo consumo. Evitá los reflectores blancos, que arruinan la atmósfera.
- Incorporá elementos de calor pasivo: piedras que retengan el sol, paredes pintadas en colores oscuros que irradien o bancos de madera reciclada que aporten calidez.

- Apostá por el aroma: las plantas nocturnas suelen ser perfumadas. Ubicalas cerca de zonas de descanso o tránsito para que su fragancia acompañe sin esfuerzo.
Jardines que se miran desde adentro
No todos los jardines nocturnos son para sentarse afuera. Algunos funcionan como escenografías vivas para mirar desde una ventana.
En ese caso, conviene jugar con la silueta: ramas de Acer palmatum, pastos ornamentales como Miscanthus sinensis que se mueven con el viento, o estructuras como pérgolas desnudas que recortan el cielo.

No se trata de desafiar el invierno, sino de seducirlo. Un jardín nocturno bien diseñado no compite con el frío: lo acompaña. Y cuando eso pasa, hasta el helado aire de julio puede parecer poético.













