Torunn y Matías, dos enamorados de Buenos Aires y su tejido urbano, habitan la tipología porteña más tradicional, un PH que transformaron en su hogar de 7x7x7.
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“Una locura”, así resume la arquitecta noruega Torunn Vaksvik Skarstad cómo lograron resolver el juego de encastres que fue la reforma de su PH en Parque Chacabuco (estar cerca de un espacio público abierto era condición para la compra). La locura era, como suele suceder, un sueño compartido, en este caso, con su esposo y socio, el arquitetecto argentino Matías Michatek. Todo comenzó con la ilusión de habitar la vivienda típica de Buenos Aires y, aunque en su momento no resultó totalmente obvio, este PH pequeño y viejito en el centro de manzana era perfecto.

El modo en que se transformó en una casa de dos pisos con espacios al aire libre, una cocina más que generosa, oficina, baño y toilette conforma la memorabilia de aquel sueño al que bautizaron “Casa Cubito” por sus prodigiosas proporciones. Ese nombre le dieron a la cuenta de Instagram donde registraron todo: los primeros bocetos, las maquetas a escala y la obra, cuya osadía fue, precisamente, alzarse desde esa acotada plataforma inicial oculta en el fondo de un estrecho pasillo. Una aventura monumental, pero mínima; literalmente, una locura.

"Lo más importante era asegurar mucha luz y ventilación; y también que los espacios interiores se conectaran con el exterior para obtener ampliaciones naturales."
Arqs. Torunn Vaksvik Skarstad y Matias Michatek, autores de la reforma y dueños de casa


Detrás del silón, el bajoescalera alberga en su estructura un baño completo, un toilette y espacio para el lavarropas.

Plano detallado

En ascenso

La escalera hace un recorrido en zigzag cuyo primer vértice es el entrepiso de la oficina; a continuación, el segundo tramo depara una gran sorpresa: la cocina-comedor que se amplía hacia la terraza en el corazón de la manzana.

La distribución vertical permite que todos los ambientes tengan expansiones hacia afuera, y muestra que es posible vivir felizmente en pocos metros, siempre que sea en relación directa con el aire libre.

El mayor desafío de esta reforma no está a la vista: fue la ejecución misma de la obra. Avanzar con este programa complejo dentro de un espacio realmente chico fue “un tetris constante”, en palabras de los arquitectos. En un orden de cosas para ellos más sencillos, nos hablaban de su apuesta material: “Pocos materiales y una paleta de colores sintética y natural nos parecen ideales en cualquier caso, y particularmente en un espacio tan chico, porque mantienen un look simple y limpio”.

“Ya que el clima de Buenos Aires permite hacer tantas actividades al aire libre, quisimos ampliar al máximo las situaciones exteriores-interiores en nuestra casa”.

El ventanal corredizo de la cocina lo hizo in situ un herrero, y sus grandes paños de vidrio fueron izados desde el patio usando un andamio.
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