Daniele Tiberi es el talento detrás de uno de los únicos gelatos del país en la heladería Antiche Tentazioni.
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Con un español impecable e inconfundible acento italiano, Daniele Tiberi da la bienvenida en Antiche Tentazioni, una de las únicas heladerías argentinas que hacen auténtico gelato italiano. Lleva cuatro años como maestro heladero y encargado del área de producción de este emprendimiento que llegó a la Argentina como sucursal de la sede original, en Pádova, al norte de Italia. Pero su camino en el mundo del helado se remonta a varias décadas atrás, cuando en su Roma natal coqueteaba con la máquina heladera del restaurante de un tío, y sobre todo cuando atendía a famosos y hasta al expresidente Silvio Berlusconi en su propio local, Tiberio, ubicado en la zona más céntrica de la ciudad.
Una pasión dedicada
Estudió y se recibió de Historia del Arte y trabajó diez años en el mundo de las finanzas. Pero la curiosidad (y la vocación) no fue por ninguno de estos caminos, sino que lo remontó a la época en la que trabajaba en el restaurante de un tío en Roma, donde había una pequeña máquina para hacer helado. Tenía entonces 19 años y exploraba esa veta los días de cocina menos agitados. Luego de una década en el sector financiero, volvió a recordar ese antiguo amor.
Un amigo maestro heladero le recomendó algunos cursos y comenzó a capacitarlo, al tiempo que se anotó en una academia del gelato de Roma (cada ciudad suele tener su propia institución). “En Italia, incluso, tenemos la Universidad del Gelato en Bolonia, porque ahí está la sede de Carpigiani, la mayor empresa que fabrica máquinas para hacer helado”, relata Daniele.
Tras ayudar a su tío gastronómico con su siguiente emprendimiento, un hotel en Cartagena –donde aprendió gran parte del español que hoy domina–, se decidió a abrir la propia heladería. Lo hizo en Roma, en un local de 120 metros y a pasos de la Piazza Rondanini y el Panteón. “Se llamó Tiberio, en honor a mi apellido”, cuenta, orgulloso.
La locación céntrica hizo la magia inicial: el negocio estaba lleno casi todo el tiempo. Pero lo que la distinguió de otras heladerías fue la maestría de Daniele, con gustos propios y originales como la crema catalana con frutos rojos, la casatta con frambuesa o el “gelato cocktail” (helado con tragos). “También tenía infaltables italianos como el pistacchio, la avellana, el tiramisú o la stracciatella”, cuenta.
Entre los fanáticos del local se destacaba el expresidente italiano Silvio Berlusconi. Resultó que su jefe de seguridad solía visitar el lugar y, sin explicar mucho, una vez le pidió un delivery de tres kilos para el Palazzo Grazioli, la histórica residencia de Berlusconi. El pedido le gustó, y esa misma comanda se repitió durante muchos meses. Hasta que Daniele se animó a preguntar por qué no probaba otra cosa, porque había probado sólo tres de sus 42 gustos. El jefe de seguridad le contestó que Berlusconi siempre quería un postre tricolor al final de sus comidas: crema americana, frutilla y pistacapunta.
Directo a Palermo
Después de cinco años, el estrés de manejar a solas ese negocio romano lo agotó. Aunque siguió trabajando como maestro heladero y asesorando a otros negocios, empezó a pensar en la posibilidad de cambiar de destino. Tenía dos amigos italianos que vivían en Argentina que lo invitaron a probar suerte, dada la gran tradición heladera del país. Y no lo dudó.
De hecho, suerte fue lo que le sobró: llevaba apenas una semana aquí cuando coincidió con el director de la planta de producción de Chungo, que lo citó al día siguiente en la fábrica y lo contrató como asesor. A la vez, una empresa italiana de insumos de heladería y pastelería le ofreció trabajo como técnico asesor. “En 15 días gané más de lo que lograba en Italia con sueldo de empleado, así que me decidí”, sonríe.
Para febrero de 2018 ya tenía DNI y contrato oficial. Y gracias a esta empresa italiana de insumos comenzó a visitar una heladería que había abierto hacía apenas dos meses, Antiche Tentazioni, como una sucursal de la original en Pádova, creada por el maestro heladero Alberto Pasquini. “Esto fue hace 4 años, y la gente ya piensa que soy el dueño, ¡porque estoy todo el día acá!”, relata.
Con un laboratorio propio en el local, las máquinas despachan el legendario gelato durante 16 horas al día. Acerca de la diferencia entre este tipo de helado y el argentino, Daniele considera que el local es un poco más grasoso, dado el tenor graso de la crema con la que aquí se trabaja, y también más azucarado, por lo que debe ser conservado a menor temperatura.
“Al helado argentino lo trajeron los inmigrantes italianos, pero ya tiene su propia identidad. Gustos como la crema tramontana o el dulce de leche son sumamente locales”, apunta. Aquí, entonces, prima el auténtico gelato. Uno que se realiza con la crema de menor tenor graso que logran conseguir localmente, y que suma materia prima directo de Italia: pistachos, avellanas, almendras, amarena. Y también, claro, recetas propias, como el tiramisú, que ganó un campeonato en Pádova, o el chocolate real triple, con cacao de Brasil, Perú y Ecuador. “Al principio los sabores más pedidos eran los argentinos, como el granizado, pero de a poco nuestros clientes empezaron a fidelizarse y hoy el pistacchio se vende tanto o más que el dulce de leche”, cuenta Daniele. También crean gustos rotativos cada mes: el de marzo es el strudel de manzana, un postre típico del norte de Italia.
Berlusconi quedó lejos, pero en Palermo también lo visitan famosos; Carlos Portaluppi y Flavio Mendoza son clientes habituales. Y muchos de los restaurantes comandados por italianos sirven sus helados, como L’Adesso, Ike Milano o Totalmente Tano, aunque también versiones más criollas como Mailo o La Malbequería. Próximamente abrirán una nueva sucursal en Belgrano, siempre abastecida por el centro de producción de Palermo.
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