Por octavo año consecutivo, Finlandia ocupa el primer puesto en el ranking de los países más felices de la tierra, según el Reporte Mundial de la Felicidad: cómo es el tour que invita a disfrutar de las virtudes de este país
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¿Cómo se determina la felicidad de una nación? Cada año, ese estado de dicha es evaluado por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la ONU en colaboración con la Universidad de Oxford y la empresa de investigación Gallup. Son muchos los países postulados y muchas las variables que se analizan para elegir al ganador.
Pero no hay mejor manera de interpretar ese bienestar que viajando a Helsinki, la capital de Suomi (nombre en finés de Finlandia). Unas 17 horas de avión conectan con Vantaa, el aeropuerto de esa ciudad. Lo recomendable es viajar en primavera o verano si se quiere evitar fríos extremos y, en lo posible, llegar por la mañana, con la esperanza de que el cielo esté diáfano y permita un primer avistaje de “la tierra de los mil lagos”.

Desde arriba se observan distintos tonos de verde. Son los célebres bosques finlandeses con su variedad de árboles: pinos, abetos rojos, abedules, robles y álamos. Están enmarcados por el mar Báltico, que abraza a una ciudad de construcciones bajas y cúpulas.
Las claves de la felicidad
El agua y los bosques, agentes que irradian serenidad, son dos factores decisivos en el estado de bienestar de los fineses. Los lagos cubren casi el 10 por ciento de la superficie del país, mientras que el 78% lo ocupan los bosques. Un estudio realizado por Liisa Tyrvainen, investigadora finlandesa, muy reconocida en el campo de la relación entre naturaleza, bosques y bienestar humano, demostró que el contacto con los bosques baja la presión arterial, disminuye los niveles de estrés y potencia el bienestar subjetivo.

Ya en la ciudad, las calles simétricas se entrecruzan y se abren en distintas direcciones. Se destaca un encantador barrio de edificios Art Nouveau de techos inclinados y fachadas amarillas, rosas, verdes suaves. Al sur se despliega la zona portuaria conectada con el mercado del puerto, muy fácil de identificar por estar junto a la orilla del agua y al pie de la Plaza del Senado. Más allá surge la icónica Catedral Blanca (Tuomiokirkko) con su cúpula principal en verde y oro rodeada por otras cúpulas menores.
El archipiélago de Helsinki cuenta con alrededor de 300 islas, muchas accesibles vía ferry. Durante el verano allí concurren los finlandeses para pescar, nadar, hacer un sauna, practicar senderismo o simplemente relajarse en esas playas de arena dorada.

Para los finlandeses, la naturaleza es un factor vinculado definitivamente con su felicidad; incluso hay una ley que regula el derecho a circular libremente en áreas boscosas de propiedad privada (aproximadamente uno de cada cinco finlandeses es dueño de terrenos forestales). La ley permite ingresar para recoger hongos en otoño, grosellas y fresas en verano, acampar y disfrutar del aire de los bosques de coníferas. Esa regulación se llama Derecho de Acceso Público a la Naturaleza.

Jean Sibelius, el gran compositor finlandés, amante de la selva boreal, creador de Tapiola, un poema sonoro que evoca la grandiosidad de los bosques finlandeses, es honrado como un prócer. El parque Sibelius, en el distrito de Toolo, uno de los principales sitios turísticos de la ciudad, representa un homenaje a su legado. En el centro del parque, se alza una particular escultura que evoca al músico: es un monumento abstracto compuesto por más de 600 tubos entrelazados. Cada verano, en el Parque de Lahti, se celebra el Festival Sibelius, donde se presentan interpretaciones de sus obras.
Son diversos los motivos que definen la felicidad finlandesa. No sólo se explica por su hábitat natural, otro aspecto determinante son las variadas ofertas culturales. La arquitectura misma convierte a Helsinki en una exposición artística permanente. Un ejemplo es la vanguardista biblioteca pública Oodi, donde es posible permanecer horas leyendo, escuchando música o disfrutando de su gran terraza con un café y un postre típico: panqueques rellenos de Cloudberry (mora ártica).

Hay edificios incomparables, como la iglesia (Temppeliaukion) esculpida en una roca de granito iridiscente con una cúpula de vidrio que permite el ingreso de la luz. Nada perturba la feliz convivencia de estilos arquitectónicos que van desde el neoclasicismo hasta el modernismo contemporáneo. Sería un pecado pasar por esta ciudad sin apreciar la estación Central de Helsinki con sus guardianes de piedra mitológicos, o el Finlandia Hall de Alvar Aalto, el padre del modernismo arquitectónico escandinavo.

En qué consiste el tour de la felicidad
Hay una organización finlandesa, la Helsinki Happiness Hacks que propone un itinerario turístico para experimentar la feliz vida de los finlandeses.
¿Qué actividades proponen?
En primer lugar, meterse a un sauna: es un lugar donde los finlandeses se relajan y desconectan para dedicarse un tiempo a sí mismos. Es una rutina tan arraigada que se la considera como parte de la identidad nacional. Se trata de una práctica muy antigua; en el Medioevo los finlandeses usaban el sauna no sólo para la higiene personal, sino como un espacio de lo más versátil: para comer, dar a luz y oxigenar el cuerpo y la mente.

En un país de 5 millones y medio de habitantes, hay más de 3 millones de saunas. Solo en Helsinki, existen al menos 60 saunas públicos, de modo que para volverse un auténtico finlandés por unos días, es imprescindible vivir el ritual de someterse a un calor intenso para luego dar la “zambullida salvaje” en el mar Báltico o alguno de los fríos lagos más próximos. Algunos lo hacen desnudos, pero es optativo. El Kotiharj, un sauna de madera, el más antiguo de Helsinki, es una excelente opción. Se encuentra en el distrito de Kallio, y es un lugar tradicional con estufa de leña. Construido con madera de abeto, su fragancia balsámica es un encanto extra.

Otra posibilidad es ir a Löyly, uno de los saunas públicos más icónicos por su estilo modernista. Construido con listones de madera, tiene una estructura escalable con vista al mar. Löyly cuenta con tres saunas de leña, una piscina exterior y un cálido restaurante que sirve clásicos finlandeses como mini albóndigas y una cremosa sopa de salmón.

Otro de los programas de la organización Happiness Hack (“Vivir como un finlandés por un día”) es sumirse en la tranquilidad de un bosque y recolectar hongos en otoño o grosellas en verano mientras se respira el encantador perfume del Lirio del Valle, la flor nacional. A solo 25 km de Helsinki se llega al Parque Nacional Nuuksio, un oasis verde con lagos, bosques y colinas rocosas. En sus senderos es posible detectar algún zorro, liebre o pájaro carpintero.

Por último, proponen visitar alguna villa como el pequeño pueblo de Fiskars, a 90 minutos de Helsinki. Fundado en 1659 como un sitio industrial de fundición de hierro , hoy es conocido como el “hogar de la creatividad”. Alrededor de sus calles empedradas destacan encantadoras casitas de madera pintadas en rojo y ocre, y múltiples talleres de cerámica y vidrio organizadas a la vera de las aguas del río Fiskars.
Se recomienda visitar el Fiskars Museum para conocer la historia de esta aldea de no más de 1.000 habitantes. Hay senderos que siguen el recorrido del río, ideales para hacer senderismo entre exuberantes bosques de coníferas. Otras opciones: hacer ciclismo de montaña en el Trail Center, o kayak en las suaves corrientes del Fiskars. Para comer vale la pena ir al Fiskars Wardshus, la posada más antigua de Finlandia donde cocinan lo más tradicional de la gastronomía suomi.

Confianza absoluta, una de las claves
Aparte del hábitat natural, la belleza de sus bosques, la cultura, la arquitectura del diseño y pueblitos encantadores, la amabilidad de la gente es otro tesoro de este país. Uno los ve desplazarse por las calles de Helsinki sin apuro, pacientes, dispuestos a orientar a los turistas, ceder el paso. En una nota de la revista This is Finland, varios inmigrantes que viven en Finlandia hace un tiempo, declaran que “lo mejor que tiene esta nación es el nivel de confianza entre la gente”; “uno siente que no te ven como potenciales enemigos”.

La confianza en los otros se percibe en la vida cotidiana. Por ejemplo, es normal que hombres y mujeres compartan un sauna con sólo una toallita encima. Nada más fácil que entablar una simple conversación con desconocidos inmersos en una temperatura máxima golpeando suavemente la piel con ramitas de abedul (es un viejo ritual) para relajarse. Confían, ese es el secreto.
¿Cómo se mide la confianza? La encuesta mundial de la felicidad, diseñada por la empresa Gallup, incluye en su cuestionario una pregunta clave: “Si usted pierde su cartera con dinero y alguien, un vecino o un policía, la encuentra, ¿cree que le será devuelta?” El puntaje de confianza obtenido por Finlandia en este ítem supera ampliamente a otros países. Conclusión: Finlandia es el mejor lugar del mundo para perder con tranquilidad las pertenencias.

Pero la confianza no es sólo una manifestación personal, también es institucional y social, tal como explica la jefa adjunta de la Misión de la Embajada de Finlandia en la Argentina, Sanna Pulkkinen: “Finlandia tiene instituciones sólidas en las que la gente confía. La policía, por ejemplo, es una de las instituciones que genera mayor confianza. En Helsinki, cualquiera puede andar tranquilo a altas horas de la noche, sin preocuparse porque sabe que la policía garantiza la seguridad”.
Además, los servicios esenciales, como la salud y la educación son básicamente gratuitos, lo que influye en la calidad de vida. La confianza no es sólo subjetiva; los finlandeses creen en quienes gobiernan, lo que explica la atmósfera de armonía y consenso que se percibe.
“Después de nuestra independencia, en 1917, tuvimos una guerra civil donde murieron miles de personas, tal vez esa dura experiencia hizo que los acuerdos entre partidos de diferentes líneas políticas sea lo normal. En Finlandia, aunque los gobiernos cambien, tenemos una continuidad a largo plazo. El modelo de aceptación de las diferencias se traslada a la sociedad, a los colegios, a las familias…Ese espíritu, sin duda, hace a la felicidad de una nación”, concluye la consejera.
Fiestas populares
Antes de concluir este viaje, es imprescindible participar en alguna de las fiestas populares para rozar el corazón de los finlandeses. Hay muchas, pero una de las más animadas es la del solsticio del verano (el 19 y 20 de junio). En esa época, los finlandeses se vuelven más expansivos que nunca, la alegría los domina por el anhelado retorno de la luz, después de meses de largas tinieblas (en los veranos prácticamente no hay noches).

¿Qué hacen? Viajan a sus cabañas, organizan saunas colectivos, prenden hogueras al borde de los lagos, cocinan salchichas al aire libre, cantan antiguas canciones, desempolvan sus vestidos tradicionales y bailan tomados de las manos con coronas de flores en la cabeza alrededor de un maypole (un poste decorado con flores, hojas y cintas multicolores: símbolo de la fertilidad). Después toman aquavit, un licor fuerte aromatizado con eneldo, o sima, una especie de hidromiel casera con una cuota mínima de alcohol. Los festejos del Juhannus, o Midsummar, duran hasta tarde, es un momento de comunión que se espera todo el año. El regreso del esquivo sol eterno los inspira.
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