Ubicada sobre tres colinas que miran a un valle de olivos milenarios, aparece desde la carretera como un espejismo de luz y cal
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Bellísima e impactante, se alza sobre tierra de vinos y olivos. Con vistas salpicadas al Adriático, es una ciudad elegante de Apulia –o La Puglia, en italiano–. Y marca el final del Valle de Itria y el inicio del cálido Salento. Conocida como la “ciudad pesebre” por su forma redondeada que parece abrazar a sus habitantes, Ostuni se distingue a la distancia: blanca, luminosa, suspendida sobre un mar de olivares plateados.
De la prehistoria a la Edad Media
Con un poco más de 32 mil habitantes, los orígenes de esta localidad –en el extremo norte del tacón de Italia– se remontan a tiempos paleolíticos y neolíticos. Una prueba de ello salió a la luz en 1991, cuando en las cercanas Cuevas de Santa María de Agnano se descubrieron los restos de una mujer embarazada de hace 26.000 años, rodeada de ofrendas funerarias. Bautizada como “Delia”, se convirtió en un hallazgo arqueológico único: los restos de mujer gestante más antiguos encontrados hasta hoy. En la actualidad, el Parque Arqueológico de Santa María de Agnano, ubicado a 4 km del centro, ofrece un recorrido por esta rica historia.
Con el tiempo, la ciudad, como la mayoría de las de Italia, fue moldeada por bizantinos, griegos, romanos y normandos, entre muchas otras culturas. Estos últimos, durante la Edad Media, le dieron su trazado laberíntico característico en lo alto de las colinas de Murgia. Fue entonces cuando se encalaron sus casas, como una manera de evitar la peste y el calor, un hábito que aún perdura: cada año los muros se blanquean de nuevo, manteniendo vivo el apodo de La Città Bianca.
Entre el siglo XIV y XV, además, los angevinos y los aragoneses levantaron una muralla alrededor de todo el pueblo para protegerse de los piratas y los turcos. Esta muralla se mantuvo intacta hasta 1743, cuando la zona fue golpeada por un gran terremoto. Sin embargo, algunas partes aún se conservan envolviendo el casco histórico como una “ciudad pesebre”.

Un laberinto blanco y mediterráneo
Muchos dicen que Apulia es “Italia con padres griegos” y ningún sitio lo representa mejor que Ostuni. Sus fachadas blancas, los callejones sinuosos, las santa ritas de colores vibrantes trepando sobre arcos de piedra y las terrazas que miran al mar la convierten en un pequeño viaje a las islas del Egeo.
Para comenzar el recorrido, lo ideal es cruzar la antigua muralla por la Porta San Demetrio y perderse por el casco histórico. Ningún mapa puede capturar el encanto de toparse con un arco, un patio, una escalinata, un callejón sin salida o un rincón inesperado donde el Adriático asoma entre tejados. Este trazado histórico contiene, además, ocho de los quince torreones aragoneses originales.

En lo alto de la colina, imponente, se alza la Concatedral de Santa María de la Asunción (el Duomo de Ostuni), una joya gótica del siglo XV cuyo rosetón, el segundo más grande de Europa después del de Notre Dame, deslumbra con 24 columnillas que marcan las horas del día. Frente a ella, el Arco Scoppa conecta el Palacio Episcopal con el Seminario. Su diseño recuerda al Puente de los Suspiros veneciano y enmarca la catedral en una de las postales más clásicas de Ostuni.
Muy cerca, se encuentra la Porta Azzurra, una pequeña puerta pintada en vibrantes tonos de azul y rodeada de cactus y macetas blancas, que se ha convertido en uno de los rincones más fotografiados de la ciudad. Su entorno es una muestra perfecta de la atmósfera que domina en Ostuni: azul sobre blanco bajo el cielo límpido.
Plazas, gastronomía y atardeceres
Fuera del barrio medieval, se abre la triangular Piazza della Libertà, el corazón vibrante de la ciudad. Allí, se erige la Columna de San Oronzo, patrono local: un obelisco barroco de 20 metros de altura con la figura del santo que, con su mano alzada, parece bendecir a los transeúntes desde lo alto. En esta plaza también se destacan otros edificios de valor arquitectónico, como el Palacio Municipal de Ostuni y el neoclásico Palacio de San Francisco (antiguo convento franciscano). Rodeada de bares y restaurantes, esta plaza es perfecta para tomar un Aperol Spritz al atardecer y empaparse de la energía local.

Pero esta posibilidad también se extiende a otros barrios. Ostuni es una ciudad sofisticada y entre intrincados callejones como, por ejemplo, Via Gaetano Tanzarella Vitale, se esconden trattorias íntimas y cafés con terrazas que ofrecen vistas de ensueño. Allí, se puede disfrutar de su rica gastronomía, que combina los sabores del mar y del campo con el uso generoso del aceite de oliva local. Dentro de sus platos típicos, podemos mencionar el fave e cicoria (puré de habas con achicoria) y el riso, patate e cozze (un plato de arroz, papas y mejillones), acompañados por los vinos de la región, especialmente el Primitivo y el Negroamaro. A la hora del dulce, no debemos irnos sin probar el cartellate: rosetas de pasta fritas bañadas en vino blanco dulce. Al caer la tarde, las paredes blancas se tiñen de rosa y dorado. Desde la Piazzetta Martiri delle Foibe, sobre el Corso Vittorio Emanuele II, se obtienen panorámicas únicas de la ciudad en su conjunto, mientras que desde la cima se vislumbran los campos plateados de olivos y el azul del Adriático.
Ostuni no es sólo un lugar de bellos e intrincados callejones. Si después de tanta piedra se busca el mar, basta recorrer 10 km para llegar a la Marina de Ostuni. Este centro marítimo reúne una quincena de playas diversas: desde las amplias de arena fina como Lido Morelli o Rosa Marina, hasta calas rocosas escondidas como Quarto di Monte. También sorprende Torre Pozzelle, una playa junto a una torre del siglo XVI, todas bañadas por las aguas cristalinas del Adriático. Al sur de la marina se encuentra la Reserva Natural de Torre Guaceto, un área protegida con una pequeña playa y un centro de recuperación de tortugas que vale la pena conocer.

Datos útiles
Cuándo ir. La primavera (abril a junio) y el otoño europeo (septiembre y octubre) ofrecen las temperaturas más agradables para recorrer el casco histórico. El invierno (diciembre a febrero) brinda la posibilidad de conocer la ciudad sin multitudes y disfrutar de las luces navideñas que iluminan sus calles de noche, aunque algunos sitios pueden estar cerrados y el clima puede variar. El verano (julio y agosto) coincide con el auge del turismo, las playas y las fiestas patronales de San Oronzo. Eso sí, hay más gente y los precios suben. En esta época, todos los años, del 25 al 27 de agosto, se celebra la Cabalgata de San Oronzo, que es la fiesta más esperada e importante de Ostuni, en honor a su santo protector. El origen de la celebración se remonta a 1657, cuando una epidemia de peste asoló la región, pero perdonó a Ostuni. Desde entonces, la comunidad agradece al santo con un desfile de caballos y jinetes, engalanados con trajes y mantos con centenares de lentejuelas. Al finalizar, en la Plaza de la Libertad, se interpreta un repertorio de piezas operísticas y sinfónicas, bajo un marco de luminarias. La intensa jornada concluye con fuegos artificiales que iluminan el cielo estival.
Cómo llegar. Ostuni está a 35 minutos en auto desde Brindisi y a 90 desde Bari. La entrada por la SS16/SP19 regala vistas impactantes de la ciudad. El viaje en tren desde Bari dura una hora y la estación está a 3 km del centro histórico.
Dónde comer. Borgo Antico Bistrot: tablas y aperitivos con vistas, en Via Fina 8; Bianc’Ostuni: frente a la Porta Azzurra, en V. Alessandro Petrarolo 2.; Gipas 111: con sus característicos puff y proyecciones en los muros, en Largo Giuseppe Spennati 7; Trattoria Sapere e Sapori: recetas tradicionales, en Vico Cantore Incalzi 10.
Dónde dormir. Palazzo Rodio, Largo Bianchieri, 43; y Hotel La Terra, Via Gaspare Petrarolo, 16.













