Marc-Antoine Calonne llegó a la Argentina por primera vez hace casi 30 años con intenciones de cubrir al paso el trayecto de Ushuaia a Alaska, pero quedó prendado con la Patagonia. Hoy recibe junto a su mujer Isabelle. Ambos son apasionados de las cabalgatas.
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La estancia está a la vera de la RN 40, entre Gobernador Gregores y Las Horquetas. Se la reconoce por un gran camión que tiene pintado “Estancia Santa Thelma” en la caja. Es una publicidad pintoresca y efectiva, como casi todo en estos dominios que el francés Marc-Antoine Calonne conoce como pocos.

En realidad, cuando llegó por primera vez hacia 1997, su intención original no era convertirse en anfitrión sino emprender una aventura: cubrir a caballo los 22.000 km desde Ushuaia hasta Alaska. En Santa Cruz se puso a buscar buenos caballos, a explorar, y tanto le gustó que lo agarró el invierno antes de que hubiese podido salir de la provincia.
Volvió al año siguiente –y al próximo– y así pasaron los seis primeros años. En 2004 se dio cuenta de que, casi sin quererlo, el proyecto había cambiado. Dejaba cada año sus caballos en la estancia Menelik (en la zona del PN Perito Moreno), y volvía a buscarlos y seguir explorando.

Compró una estancia –La Numentina– en 2009, y una señora llamada Thelma lo impulsó a adquirir el campo actual, al que por eso le puso su nombre.
Nacido en Francia, y educado en Costa de Marfil, Calonne arrancó a trabajar con cabalgatas y turismo en 2008, y poco a poco se hizo su fama, sobre todo entre los europeos, que es buena parte de su público.

Con el valioso “background” que adquirió en sus largas temporadas por la cordillera de Santa Cruz, es casi natural que Santa Thelma haya terminado siendo una especie de cuartel de aventureros: todo aquel que quiere lanzarse a cruzar de un punto a otro –sobre todo a caballo, pero puede ser en bicicleta– termina aquí desplegando mapas y garabateando hojas de ruta. También es el sitio ideal para quien quiere lanzarse a conocer la estepa con un experto.

Rústico, pero muy cálido, el living de Santa Thelma parece un pequeño centro cultural. Se escuchan todos los idiomas y se comparten experiencias: quien viene de sur a norte apunta comentarios y sugerencias para quien hace el camino inverso.
Mientras alimenta con leños el hogar, Marc-Antoine llena con vino las copas de sus pasajeros, y su mujer Isabelle De Marcellus –emponchada hasta la coronilla, pero sin deshacerse de la cara de frío– termina de preparar las guarniciones que acompañarán al cordero asado que se sirve en el galpón de esquila, y que constituyen el plato principal de los vegetarianos (felices de encontrar esta variedad en una región donde, con suerte, hay una ensalada de lechuga, tomate y zanahoria).Ambientado con cueros de oveja e iluminado por algunos faroles y velas, el clima es de lo más cinematográfico.

Marc-Antoine e Isabelle protagonizan espléndidos su rol de anfitriones, él contando su historia, ella con su largo pelo rubio que asoma bajo el gorro de lana y sus botas. Monta a caballo con garbo, sonríe al explicar que no habla español. Fue actriz –y se nota– y ahora es profesora de yoga y asesora de arte.
Acompaña a Marc-Antoine unas pocas semanas durante la temporada, antes de regresar a París donde están sus hijos y quehaceres profesionales.Él, en cambio, habla muy bien nuestro idioma, y está encantado con haber dejado atrás su vida de abogado especializado en impuestos para cultivar este perfil de gaucho patagónico. Así lo presentan varias notas y sitios online, y así se lo ve en Patagonia: Visions d’un caballero, el libro que editó y vendió más de 10.000 copias en francés y tuvo dos ediciones (en 1999 y en 2004).
“Me cansé de asesorar a personas que no me caían bien para que hicieran maniobras fiscales para ser más ricos de lo que ya eran, dije basta”, asevera satisfecho.Cuando vuelve a Francia, en el invierno argentino, tiene otro emprendimiento a gran escala.

En 2020 compró el molino más grande que hubo en su país, llamado Moulin de Ruffin. Una construcción de 9000 m2 que quedó abandonada después de un incendio en 1919. “Dejó de producir harina hace más de cien años”, cuenta Calonne, que lo recicla por etapas, buscando darle nueva vida: comenzó ofreciéndolo como guardamuebles, luego habilitó un pequeño bar y área de exhibiciones y lo está adaptando también para bodas y eventos.

Acostumbrado a los desafíos, este gaucho guapo ya aquerenciado, calla mientras escucha a sus huéspedes hablar con entusiasmo de los preparativos para sus grandes hazañas. No había internet ni celulares cuando él arrancó sus peripecias, y sabe bien que los pingos se ven en la cancha. “Queremos llegar a Colombia”, le dicen unos ingleses. Y él, por lo bajo, musita con acento francés “lo importante no es lo lejos que ponés la meta, si no hasta dónde llegás de verdad”.

Santa Thelma Ruta 40 Km 217. T: +33 6 11 99 66 72 Buen alto en la RN 40. Abre de noviembre a finales de marzo. Tiene 4 habitaciones con baño privado en el hotel, dos con baño compartido, 4 tippis y un camión tipo tiny house. Desde u$s 270 la doble con media pensión en las habitaciones con baño privado, u$s 230 en las estándar y u$s 170 en las tippis (con cama). Las cabalgatas de tres horas u$s 65 por persona.
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