
Mora Furtado, íntima: cómo se sobrepuso a la tragedia y por qué sigue apostando al amor
Modelo destacada de los 70 y 80, cuenta su estrategia para reconstruirse
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Dice que de chica no era linda, más bien un patito feo. Que sí era flaca y larga con cierta gracia y un flequillo perfecto que mantenía intacto aun cuando se trepaba a los árboles. Más salvaje que muñequita con sueños de pasarela, Mora Furtado cuenta que eso era imposible pensarlo, ni siquiera imaginarlo. “Esas cosas no pasaban por la cabeza de nadie. Primero porque en esos tiempos la idea de ser modelo era algo estrafalario, bastante raro. Y segundo porque la situación en casa no era un lecho de rosas. Mis padres se separaron y de golpe mamá tuvo que encargarse de sus cuatro hijos, con todo lo que eso conlleva. La clásica historia de una madre con súper poderes más una abuela inolvidable, llamada Abeba”.
–¿Qué recuerdos tenés de esos años?
–El tener que acomodarnos a una nueva vida y situación familiar. Hablo de roles, economía, costumbres y demás. Eso te frena sueños e ilusiones. Por eso considero tan mágico el tema de mi carrera, que no fue planeada.
–¿A tu padre no lo viste más?
–Él se fue cuando yo tenía 11 años. Sé que era simpático y divertido, pero no puedo aportar mucho más porque tengo memoria selectiva. Ni siquiera recuerdo cómo se conocieron con mi madre. Volví a verlo cuando murió mi abuela, pero para ese entonces yo estaba casada con Raúl Peralta Ramos y embarazada de mi hija Morita. Entró a mi casa porque mi marido quería conocerlo. Y bueno, ellos la pasaron bien. Comieron y seguramente tomaron algo rico, jugaron al truco. Pero yo estaba cansada y me fui a dormir.
–Cansancio y pase de factura...
–Y bueno, es raro. Abrí la puerta y me encontré con un señor que ya no sabía ni quién era. Él se fue a vivir al exterior.
–Por lo tanto nunca supo de tu fama.
–Habrá sabido, pero no había diálogo ni relación. Mi vida fue mi madre, mis hermanos; después mis maridos e hijos. Me casé muy joven con Luis Rusconi, con quien tuve a María. Y luego con Raúl.

–Pasaste por una de las experiencias más dolorosas que existen, la pérdida de un hijo...
–Sí, entre Morita y Juan lo tuve a Raúl, que falleció en un accidente casero imposible de describir, cuando tenía cuatro años. Resulta inexplicable transmitir lo que te pasa ante algo así, porque murió en el acto. Es simplemente...el vacío. La tenía a Mora chiquita. Fue algo que por supuesto jamás voy a superar porque es como que tu alma se va un poco, se divide. Aunque uno luego sigue por sus seres amados. Al tiempo lo tuve a Juan y continué con mi carrera. Pero es muy duro, inimaginable para quien no lo vivió.
–¿De dónde sacaste fuerzas para seguir?
–No sé de dónde. Pero después de mucho tiempo logré más o menos reintegrarme a la vida. Un psiquiatra me ayudó a salir del dolor. Estuve un período sin poder salir de la cama, mis hijas chiquitas también lo sufrieron mucho. Pero no era depresión sino una herida más profunda, en realidad siempre vuelvo a la palabra vacío, algo imposible de describir y que me acompañó durante mucho tiempo.
–Recién hablabas de una carrera no planeada. ¿Cómo comenzaste?
–Bueno, esa cosa de ser larga, pero tampoco la más flaca del grupo. Era imponente. Recuerdo cuando mi madre, que era regia, tan hermosa con su pelo rubio y ojos azules, me llevó a ver un desfile en la calle Florida. Yo creo que tenía unos 14 años. Estaban todas esas modelos fabulosas, como Elsa Rosas o Vilma Berlín. Pero no es que fantaseé con esa situación ni mucho menos. Fue la vida, y sus vueltas locas, que hicieron que en un futuro no tan lejano desfilara con ellas.
–¿Quién fue tu hada o mago?
–Alguien muy especial, Vivi Etcheto, que hacía el programa Modas en TV, el ciclo que llevó la moda a la televisión. En una oportunidad su hija, que era muy amiga mía, nos invitó a participar en un desfile bárbaro, Hermes Fouquet, pero que no contaba con mucho presupuesto. Así que hicimos un grupete de cuatro altas y flacas, y nos animamos. Además me hizo entrar en la casa Henriette, de las hermanas Schwartz, que era lo mejor de lo mejor en novias. Hacía de mannequin de cabina.
–¿Qué es eso?
–Estaba todo el día en la maison, me hacían la ropa encima y se la mostraba a las señoras que querían comprar. Venía una clienta y decía: “Mora, ¿podés ponerte el vestido azul?” Y yo lo hacía y además se lo desfilaba. Estaba feliz ahí, hasta que un día fui a llevar un producto al programa de televisión de Pipo Mancera y me encontré con la gran modelo Ana María Soria. Le conté dónde trabajaba, ella me dijo unas cosas hermosas y que pensaba que yo podía trabajar con ellas, en pasarela. Ahí comenzó todo, porque no paré. Con el tiempo fui yo quien ayudé. Cuando veía alguien con talento siempre conecté llamando a la boutique. Lo hice con muchas chicas de diferentes generaciones.
–¿Cómo comenzó tu amistad con Gino Bogani?
–Primero fue admiración, con el tiempo nos fuimos haciendo amigos y confidentes. Su irrupción en el ambiente de la moda fue algo único. De pronto apareció un chico absolutamente hermoso, brillante, con una mentalidad, concepto del color y riesgo que jamás había visto. Nada en él era parecido a otra cosa. Todo era innovación. Yo ya había empezado a salir con mi primer marido y nos encontrábamos en Mau Mau, que fue el lugar más alucinante que tuvo Buenos Aires. En esa época estaba el Gato Dumas con su restaurante fabuloso, donde nos encontrábamos todos. La ciudad era una fiesta y nosotros siempre los mismos. Así empezó nuestra amistad, en las famosas noches de los jueves.
–Estuviste cuatro años con tu primer marido y treinta y pico con el segundo. Hace unos años estuviste de novia. ¿Te quedan ganas de encontrar un amor?
–Aunque te parezca mentira, sí. Ahora no se está dando, pero no pierdo la ilusión. Como buena pisciana soy muy volada y pienso que en algún momento voy a cruzarme con una persona genial. Puede ser que suceda.
–¿Existe el famoso ‘amor de tu vida’?
–Creo que hay diferentes amores y maneras de amar. A la distancia te diría que he tenido varios amores de mi vida. Y también me han roto el corazón. Así es esta historia. Pero siempre aparece una fortaleza inesperada que nos saca del pozo.
–Tu grupo de amigas, formado por tantas exmodelos, llama la atención. Fueron tapa de revistas, siguen desfilando... ¿Cómo se dominan los egos?
–Si hay egos no me entero. Somos muy amigas y nos movemos en manada. Hemos trabajado muchos años juntas y la clave de este grupo es que cada una siempre tuvo muy claro el papel que desempeñó en cada desfile. Todas tuvimos estilos diferentes y los mantenemos hasta el día de hoy. Nos adoramos, pero no nos parecemos en nada.


–No hay celos entonces.
–Todo lo contrario, nos ponemos contentas cuando llaman a una u otra. Nos conocemos las alegrías, las tristezas, las oscuridades y los malos tiempos: por acá ha pasado de todo. Y a mí me hace feliz ser cariñosa.