Solo 30 días dura la flor de estos árboles llamados sakura en Japón, y que en la ciudad hay muchos ejemplares hoy florecidos
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En agosto Buenos Aires se tiñe de rosa. Para disfrutar la experiencia de los cerezos en flor hay que estar atentos. Los singulares pétalos rosados no abundan, pero cuando estallan sus pimpollos se dejan descubrir. Se trata de los árboles conocidos como los sakura japoneses que durante 30 días transforman algunas calles porteñas en una fiesta monocromática. El Jardín Japonés es, sin dudas, el epicentro urbano donde se concentran 25 ejemplares. Están ubicados en el Camino de Sakura, frente al lago y al Faro Histórico, y llegaron desde Okinawa para engalanar la inauguración del jardín que levantó la comunidad japonesa en 1967.
Los brotes y las primeras flores también se pueden disfrutar en el Lago Regatas de Palermo y en algunos barrios aislados donde quedan algunos ejemplares dispersos que dejan su manto rosado en las veredas. Según el relevamiento de la Dirección de Arbolado Urbano, se encuentran en las calles Bragado al 6600, Torrent al 1100 (de las comunas 9 y 15) y un tercer ejemplar que fue donado recientemente por un vecino para la plaza Belisario Roldán, de la Comuna 10.
Según Jorge Fiorentino, gerente de la Dirección, la mayor concentración de ejemplares del género Prunus (un familiar del cerezo) se ubica en la Avenida de Los Ombúes, en el Lago de Regatas. “Existen 110 ejemplares en los espacios verdes de la ciudad, de los cuales 63 se encuentran en el lago. También se los puede ver en el Parque Micaela Bastidas y en el Parque Eva Duarte de Perón. Estos Prunus florecen sin la presencia de hojas, son más llamativos”, dice.
Por el breve tiempo de floración el cerezo –demasiado delicado como para sobrevivir en las calles porteñas- representa en Japón la felicidad efímera y la fugacidad de la vida. Allí el espectáculo adquiere carácter nacional y se lo conoce como Hanami, el festival de la contemplación de sus capullos. La tradición que se mantiene intacta a lo largo de la historia transmite este fervor de generación en generación. El ritual se acompaña con bebida, música y poesía.
“Nuestros cerezos nos recuerdan los tiempos que vivimos en Fuisawa, por eso los plantamos en nuestro vivero de San Miguel. Cuando nuestras hijas eran chiquitas hacíamos un pic nic debajo de los árboles para sostener el ritual”, comenta Yuyi Maehama, que junto a su marido Gustavo están al frente de Ogata Orquídeas: “La madera del cerezo es muy buena para implantar orquídeas porque enraízan muy bien”, pondera.
Según la tradición, el rosa característico del cerezo se le atribuye a la sangre de los samuráis que cometían faltas al código de ética y se debían extraer sus propios órganos. La leyenda dice que originalmente estas flores eran blancas y se tiñeron de rosa al mezclarse con la sangre de los guerreros suicidas. Como estas flores tienen un período de floración reducido, la asociación de los japoneses entre la naturaleza transitoria y la fragilidad de sus propias existencias se inscribe también dentro de la tradición histórica del país que espera los brotes con muchísima ansiedad. Para muchos, estas flores representan una obsesión nacional.
Además de contemplarlas y fotografiarlas durante horas y horas se elaboran bebidas y otros productos comestibles. Desde donas y dulces hasta tacos e infusiones. La cadena Starbucks, por ejemplo, lanzó el Sakura Fuwari Berry Frappuccino para acompañar la celebración popular. En tanto, en Buenos Aires, el anticipo de la primavera en pleno invierno por ahora concentra un público atento que solo se deja cautivar por la belleza del sakura.
El Jardín Japonés queda en Av. Casares 3450 y abre de martes a domingos, de 10 a 18.45 hs. Entrada general: $416
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