Cuidar las dunas, prohibir los 4x4, tener áreas protegidas y establecer límites a prácticas como el kite surf son algunas estrategias del país charrúa para proteger su mayor atractivo
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Corrían los atribulados días de 2001 del otro lado del Río de la Plata. Para incentivar el turismo extranjero un creativo acercó tímidamente al gobierno un slogan publicitario que resultaría premonitorio: Uruguay Natural. Dos décadas más tarde, la consigna fue acuñada como marca país y refleja el perfil sustentable de la nación charrúa, que se consolida como pequeña potencia verde en la conversación global. Así lo vienen señalando los principales ránkings internacionales. Por ejemplo, según el prestigioso Green Future Index del M.I.T, Uruguay está entre los 20 países del mundo que más cuidan el ambiente. “Con un puntaje de 5.38 y apenas ocho décimas debajo de Suiza, España y el Reino Unido, Uruguay fue incluido entre los 20 países que son líderes verdes”, dice Rosendo Fraga (h), director de la consultora Nueva Mayoría Uruguay. Y agrega: “En esta lista se encuentran los países del mundo que más progresos registran en su compromiso para construir un futuro bajo en emisiones de carbono.”
Además de liderar la transición energética a nivel regional –casi el 100% de su electricidad proviene de fuentes eólicas y solares–, Uruguay viene realizando esfuerzos para proteger a su gallina de los huevos de oro en términos de ingresos de divisas: sus playas. Con 650 km de costa sobre el Río de la Plata y el Océano Atlántico, cada año el país recibe una masa de turistas ávidos de arena y mar. ¿De qué forma protegen los uruguayos un ecosistema tan crucial como las playas? Veamos:
1. La importancia de las dunas. La ecuación es simple: sin plantas no hay dunas y sin dunas no hay playas. La vegetación costera ayuda a fijar la llamada duna primaria, una barrera natural que resulta clave para proteger a la playas pero también a la población que aparece detrás y que quedaría indefensa ante los crecientes eventos climáticos. “Si nosotros las cuidamos, ellas nos protegen”, recuerdan desde el Ministerio de Ambiente, que promueve el cuidado de este sistema natural amenazado por los desarrollos inmobiliarios. “La duna primaria es clave para que la playa siga siendo playa. Las construcciones alteran la dinámica y la armonía del paisaje”, explica Victoria Pereira Flores, de la Fundación Lagunas Costeras, una organización que trabaja para conservar las lagunas y la costa marítima de José Ignacio, Garzón y Rocha.
2. No a los 4x4. La postal de cuatriciclos, motos y camionetas todo terreno surcando los médanos es habitual en la Argentina. En la costa uruguaya, en cambio, los vehículos motorizados brillan por su ausencia. Quien lo intente no solo se expone a pagar costosísimas multas. También deberá enfrentar la condena social: los principales denunciantes ante este tipo de infracciones son los propios vecinos, que fotografían las patentes y hacen el reclamo a las autoridades.
3. Kite surf con precaución. La práctica masiva de deportes acuáticos puede impactar negativamente en un ecosistema sensible como el de las playas y las lagunas costeras. Para proteger su flora y fauna, en la zona de Laguna Garzón, uno de los puntos preferidos para hacer kite surf, este año se delimitaron áreas habilitadas con sus respectivos accesos y estacionamientos. La restricción generó malestar entre los amantes de este deporte pero se priorizó la conservación del hábitat natural de peces y aves migratorias de relevancia internacional.
4. Áreas protegidas. La conservación de paisajes naturales en Uruguay tienen una particularidad. A diferencia de casos como el de Argentina, donde los Parques Nacionales y demás áreas protegidas son casi exclusivamente estatales, aquí el sistema nacional de áreas protegidas está formado en gran parte por tierras privadas y de uso productivo. “Si bien es mejorable, se trata de un modelo virtuoso, en donde el sector público y el privado dialogan”, sostiene Pereira Flores.
5. Mar de plástico. El flagelo de la contaminación por plástico es una cuenta pendiente en la costa uruguaya. Si bien son varias las organizaciones que convocan a hacer limpiezas de playa, la cultura del reciclaje no está del todo extendida, con lo cual es habitual encontrar residuos plásticos en la arena. Al respecto, los expertos advierten sobre el impacto aún desconocido de los microplásticos, como se denominan a las partículas plásticas de menos de cinco milímetros que debido a la acción del mar y del sol se van fraccionando en pedazos cada vez más pequeños que pueden terminar en el agua o en los alimentos marinos que ingerimos. Decididos a no darle la espalda al mar ni a sus problemas, los esfuerzos para conservar las sus paradisíacas playas generan debate y a la vez inspiran a los que aspiran a seguir disfrutando de un Uruguay natural.