Narran una historia que algunos deciden recordar y otros prefieren olvidar a través de tratamientos que intentan disimularlas
Un caso reciente es del de la actriz colombiana Sofía Vergara, quien, en febrero pasado, con motivo del Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer, publicó en su cuenta de Instagram una foto en la que se podía ver una cicatriz en su cuello. “A los 28 años, ‘cáncer’ no era una palabra que esperaba escuchar”, se leía en su posteo. “Era solo un chequeo de rutina. Pero los médicos me encontraron un nudo en la garganta y esa palabra pasó a formar parte de mi historia. Pasé incontables horas en tratamientos de radiación y, eventualmente, en cirugía. Hoy, puedo llamarme sobreviviente de cáncer”, contó. Con respecto a la fotografía, explicó: “esta fue mi primera clase de actuación después del diagnóstico y el tratamiento, y ver la cicatriz en mi garganta me recuerda lo bendecida que me sentí ese día, y todos los días desde entonces”.
Las cicatrices narran una historia que algunos deciden recordar y otros prefieren olvidar. Tal como lo describe la médica dermatóloga Cristina Pascutto, ex presidente de la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD) y asesora científica de Avene (M.N 57831), “las cicatrices físicas cuentan una historia, a veces de dolor, de sufrimiento, de recuperación e incluso de salvación. Pero hay personas que odian sus cicatrices y quieren hacerlas desaparecer como otras que las aceptan, a veces con resignación o con orgullo de tenerlas”, señala y aclara que, en general y, según su experiencia en la consulta dermatológica, la mayoría de los pacientes desean quitarlas o disimularlas.
En su consultorio, la doctora Cristina Sciales, médica cirujana (M.N. 66744), atiende a diario pacientes que consultan por sus cicatrices y admite que, entre todas, hay un tipo de cicatriz que es el que más preocupa a las personas. “La cicatriz por excelencia sobre la que me consultan con mucho dolor y complejos es la de acné, porque les remite o recuerda la etapa de la adolescencia que los acomplejó y por la que se sintieron maltratados”, cuenta. Según Sciales, las personas llegan a estas marcas de acné por no haber tratado la problemática en su momento o por tocar los granitos en forma compulsiva. De todas maneras, afirma que, actualmente, hay diversos tratamientos que mejoran la piel con cicatrices de acné con muy buenos resultados.
Detrás de cada cicatriz se esconden historias y quienes deciden dejarlas son aquellas personas para quienes representan una prueba de superación, pero en muchas otras ocasiones generan disconformidad. “Hay quienes se acomplejan por llevarlas y tratan de hacerlas desaparecer, incluso hay quienes se tatúan encima como una solución”, asegura la cirujana. “A lo largo de mi carrera aprendí a escuchar esos relatos detrás de estas marcas para luego decidir”, aclara. Sciales describe historias que sorprenden, por ejemplo, el caso de una madre y su hija que fueron marcadas en el mismo lado de la mejilla como costumbre, en Italia, alrededor de 1940 por hombres despechados. Su hija no quiso corregir esa cicatriz porque la identificaba con su madre de forma amorosa. “Otro caso es el de una mujer que tenía una cicatriz queloide en el mentón y que un colega cirujano sacó en un lifting sin preguntar a la paciente. Luego la paciente le hizo juicio porque la consideraba erótica”, cuenta Sciales.
La elección de dejarlas o quitarlas también se relaciona con la zona en donde están ubicadas. Sciales asegura que, si se trata de cicatrices corporales, generalmente, los pacientes elijen dejarlas, salvo contadas experiencias -por ejemplo, marcas que remiten a alguna experiencia traumática o dolorosa. “Con respecto a la cara, casi el 85% de los pacientes prefieren removerlas. También deciden quitarlas si están en el cuello, sobre todo las que tienen que ver con las post quirúrgicas por remoción de las glándulas tiroides. Mientras que, en el escote, cualquier tipo de herida o biopsia, deja marcas con hipertrofias y son las más difíciles de quitar”, asegura la cirujana plástica.
Auto sanación
Nuestra piel tiene la sorprendente capacidad de regenerarse mediante un proceso complejo. “Luego de una herida cutánea, ya sea traumática, quirúrgica o a partir de alguna dermatosis, se ponen en juego una serie de procesos de reparación biológicos físicos, químicos y celulares que se encadenan para devolver la integridad de la piel”, explica Pascutto. En este proceso participan factores vasculares y tisulares, proteínas, factores de crecimiento y enzimas que conducen a la regeneración del epitelio y el reemplazo del tejido conectivo por un tejido fibroso constituido por colágeno. La dermatóloga aclara que el tejido que conforma la cicatriz es algo más frágil y débil que el tejido de origen y que, en un comienzo son duras y más rojas, y transcurrido el tiempo se remodelan y palidecen mimetizándose con el tejido que reparan.
Para Paula Luna, médica del servicio de Dermatología del Hospital Alemán (MN 110753), en efecto una cicatriz es la consecuencia de la reparación de una herida, momento en el que se activa un mecanismo complejo destinado a restaurar lo mejor posible el tejido lesionado. Este proceso tiene cuatro etapas: coagulación, inflamación, proliferación y maduración. Pero aclara que existen distintos tipos de cicatrices que dependen, entre muchos factores, del mecanismo de la lesión. Por eso explica, “no es lo mismo una cicatriz debida a una cirugía programada que una cicatriz por un accidente, como la mordedura de un perro, con desgarro; tampoco un raspón superficial a una quemadura profunda. Y mucho depende de la zona del cuerpo, por ejemplo, las mucosas no cicatrizan de la misma forma que la piel del pecho o la espalda. También influyen la edad de los pacientes y los antecedentes familiares o personales de tener cicatrices anómalas”, dice. Los tipos más frecuente son las normales, las atróficas, las hipertróficas y los queloides.
Sin embargo, para Luna hay que tener en cuenta que, si una cicatriz puede “borrarse” y desaparecer por completo, entonces nunca fue una verdadera cicatriz. ¿Por qué? “Porque nunca pasó la zona de la membrana basal, que separa la capa más superficial de la piel o epidermis de la dermis. Si esta zona se atraviesa, queda una cicatriz en el término dermatológico de la palabra”, señala. Si puede borrarse por completo, se trata de una lesión transitoria, con alteración de la pigmentación o costra transitoria. “Las verdaderas cicatrices, pueden mejorarse mucho, disimularse, pero difícilmente borrarse por completo”, sentencia.
En cuanto a los tratamientos para mejorarlas, actualmente, los más utilizados son el peeling, láser o las enzimas reparadoras. “También es importante el cuidado que debe brindarse a estas lesiones residuales como la humectación y la fotoprotección”, finaliza Pascutto.