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Mucho más que una clase de baile, el neurotango es una metodología terapéutica innovadora que fusiona la riqueza cultural y la estructura del Tango Argentino con el sólido marco teórico y clínico de la Danza Movimiento Terapia (DMT) creado por la bailarina, coreógrafa y terapeuta estadounidense Marian Chace (1896–1970). Es un enfoque diseñado específicamente para personas con neurodiversidad, incluyendo a aquellas con discapacidades intelectuales, visuales o motoras, ofreciéndoles un camino hacia una mayor conciencia corporal, comunicación e inclusión social.
La creadora de este método es María Teresa Gil Ogliastri, psicóloga, bailarina de tango de origen venezolano y autora de Neurotango: Método de Danza Movimiento Terapia Tango para personas con Neurodiversidad. Su camino comenzó en 2009 cuando se trasladó a Argentina para cursar un posgrado en Danza Movimiento Terapia en la Universidad Nacional de las Artes (UNA). Su objetivo: adquirir un encuadre terapéutico que permitiera a las personas con discapacidad desarrollar una expresión y un movimiento auténticos, creando una danza propia.
En 2012, Gil Ogliastri fue invitada a dirigir un taller de Tango Terapia en un Centro Educativo Terapéutico de Buenos Aires, enfocado en adultos con trastornos del neurodesarrollo. Este trabajo coincidió con la elaboración de su tesis de investigación, titulada “Aportes del Tango en el Contexto de la DMT para la interacción social de las personas con discapacidad, intelectual, visual y motora”. Fue durante esta época que tejió los hilos de su pasión, su formación y su vocación, dando origen a un nuevo y singular método.

En 2015 bautizó a la metodología como neurotango y, un año después, esta comenzó a implementarse en el marco de un Taller de Extensión Universitaria del Departamento de Folklore de la UNA, con la colaboración de maestros como Adriana Reinozo y Augusto Balizano.
El neurotango se basa en la conexión entre el movimiento y el cerebro. El objetivo terapéutico es integrar el cuerpo y la mente a través de experiencias somáticas que tienen el potencial de modificar patrones de movimiento disfuncionales. Estos cambios se reflejan en procesos neurobiológicos clave:
La práctica, explica Gil Ogliastri, posibilita la conciencia y sentido del cuerpo; no como un cuerpo minusválido sino como un cuerpo habitado, facilitando la comunicación, la interacción social, la inclusión y las capacidades que se esconden detrás de las discapacidades.
La clase está organizada en cuatro momentos secuenciales y bien definidos:

La clave del método es que no hay pasos de tango tradicionales; el movimiento es terapéutico y comunicativo y la progresión es gradual: “Primero hay que habitar el cuerpo para llegar al baile social, al encuentro con el otro y con los otros”.
La metáfora central del neurotango es poderosa: cada participante es un instrumento musical y el grupo es la sinfonía que se construye. El movimiento propuesto por un individuo es “escuchado” por el grupo, que hace eco, lo copia y lo repite, añadiendo sus propias variaciones. Así, se facilitan canales de comunicación no verbal y se fomenta un sentido de pertenencia grupal, conformando una orquesta en movimiento donde todas las diferencias se integran en una única y rica danza.




