El especialista Daniel Fersztand dio una charla con consejos prácticos para aprender a utilizar toda la capacidad que tienen los pulmones: “son cinco litros y medio de aire”
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La palabra respiración viene de la palabra latina Emovere, que significa moverse. Así arrancó su presentación Daniel Fersztand, experto en respiración y gestión del estrés, autor del libro “Respiración e Inteligencia Emocional” y director de la Escuela Método DeROSE Núñez , en el marco del Capítulo 4 de Bienestar & Salud -el summit anual organizado por LA NACION- para hablar sobre la importancia de uno de los procesos que son inherentes a la vida y que, sin embargo, muchas veces se olvidan.
Para abordar la temática, Fersztand empezó comparando la respiración con las emociones, que aparecen sin aviso previo y en muchos sentidos nos controlan, y con la presión sanguínea y el ritmo cardíaco, que fluctúan más allá de nuestro deseo. “La respiración, en cambio, aunque ocurre involuntariamente, puede controlarse. Es este terreno es en el que nos tenemos que meter: en el de la respiración consciente y voluntaria”.
Con más de dos décadas dedicadas al estudio de técnicas respiratorias y su impacto en la gestión del estrés, Fersztand explicó que el hombre está preparado para respirar cinco litros y medio de aire por día pero que habitualmente respira apenas medio litro. “Usamos alrededor de una décima parte de nuestra capacidad pulmonar. No la aprovechamos”.
Este subaprovechamiento, señala, se debe en gran medida a la falta de conocimiento sobre los músculos involucrados en el proceso respiratorio, especialmente el diafragma.
“Este músculo, ubicado entre el tórax y el abdomen, juega un papel crucial en la respiración profunda. Cuando el aire entra, el diafragma baja y el abdomen sale, y cuando el aire sale, el diafragma sube y el abdomen entra”, sintetizó Fersztand. “Sin embargo, el estrés y la tensión nerviosa pueden generar contracciones que limitan su funcionalidad, dificultando la capacidad de respirar plenamente”, agregó durante la charla que compartió.
Para hacerle frente a esto, el hombre sugiere un enfoque contraintuitivo: vaciar los pulmones, para permitir que entren mayores cantidades de aire fresco en la siguiente inhalación.
“Cuando sentimos que nos cuesta respirar es porque nos falta recambiar el aire. Lo que hay que hacer en estas situaciones largar todo el aire que tenemos, para generar espacio para nuevo aire. Es lo contrario de lo que uno haría naturalmente, ya que ante cualquier situación que dé nervios o ansiedad, aunque no sea muy grave, se tiende a generar una tensión en el diafragma que impide la correcta expulsión del aire, con la consecuente reducción del recambio gaseoso”, explicó
Respiración nasal: una fuente de sabiduría emocional
Otro aspecto central en el análisis de Fersztand es la respiración nasal. Aunque muchas personas respiran predominantemente por la boca, el autor destaca las múltiples ventajas de inhalar y exhalar por la nariz.
“Las fosas nasales no solo filtran el aire, sino que también regulan la velocidad a la que el oxígeno es absorbido por los alveolos pulmonares, optimizando el proceso de oxigenación del cuerpo”, detalla.
Más allá de estos beneficios fisiológicos, la respiración nasal tiene un impacto directo en nuestras emociones y en nuestra capacidad de respuesta.
“El sentido del olfato, ligado al sistema límbico del cerebro, juega un papel crucial en la identificación de amenazas en nuestro entorno”, destacó Fersztand, y mencionó un estudio que demostró que las personas que respiran por la nariz reaccionan más rápidamente a estímulos emocionales que aquellas que respiran por la boca. “Cuando privamos el sentido del olfato estamos privando a nuestro cerebro de información que usa constantemente para saber si tiene que preocuparse o no. No usarlo es como salir a la calle con los ojos vendados”.
La conexión entre la respiración y el cerebro también influye en áreas clave como la memoria y el aprendizaje. Según Fersztand, la respiración nasal mejora nuestras capacidades cognitivas. Esto resalta la importancia de adoptar una respiración consciente no solo para regular nuestras emociones, sino también para optimizar nuestro rendimiento intelectual.
¿La respiración nos puede ayudar a concentrar? Para Fersztand la respuesta es sin dudas afirmativa. “La respiración es fácil de percibir y se puede enfocar la atención en ella en cualquier momento y en cualquier circunstancia, tanto estando en soledad como entre otras personas. Es solo cuestión de sentir cómo estás respirando, concentrarte en la sensación táctil del aire que roza las fosas nasales, al inspirar y al exhalar, sentir el movimiento del diafragma y el recorrido del aire. En muy poco tiempo eso favorece que la mente se enfoque y se abstraiga de los estímulos externos, reduzca la dispersión y reúna sus fuerzas”, expone.
Ritmos respiratorios: el arte de equilibrar la vida
El control de los ritmos respiratorios es una técnica avanzada que Fersztand promueve para el manejo de las emociones. Esta práctica consiste en darle un tiempo específico a cada una de las cuatro fases de la respiración: inhalar, retener el aire, exhalar y mantener los pulmones vacíos. Dependiendo de la situación emocional, ajustar estos tiempos puede ser una estrategia eficaz para calmarse o energizarse.
“Si necesitamos relajarnos, es recomendable prolongar la exhalación y la retención de los pulmones vacíos”, explica Fersztand. Esta técnica, practicada de manera constante, no solo ayuda a enfrentar situaciones de estrés, sino que también contribuye a desarrollar una estructura emocional más sólida y resiliente.
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